04 enero, 2007

Catacumbas. 05.26 horas.

La Dama Negra abrió los ojos y no vio nada. Todo oscuro. ¿Dónde estaba? Ni siquiera con su vista nocturna podía ver en aquella impenetrable luz. Debía estar encerrada en algún sitio. Sí... De pronto le vino todo a la cabeza. Sí, la tenían encerrada.
- Maldito Adar...
Sus palabras sonaron por la pequeña celda, con rabia, aunque, en su melodiosa lengua elfa, parecieron un susurro inaudible. El gran brujo debía haberla encerrado ahí. A saber dónde estaba... En alguna celda en algún lugar de la torre... Era de locos...


Se enderezó llevándose la mano a la cabeza. Le dolía. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí? Todo a su alrededor, y no había nada. Se acarició la túnica y sintió levemente las manchas de sangre... Y al recordarlo, apartó las yemas de los dedos. Entonces se llevó la mano a los ojos, y los frotó, casi haciéndose daño. Tenía que ver... Sólo bastaba acostumbrarse a tal oscuridad. Con su vista nocturna, adaptada a la noche, podía ver perfectamente bajo la luz de las estrellas, pero ahí dentro... Le costaba más.
Se puso de pie, y desorientada, caminó despacio hasta la pared más cercana, y casi se cae cuando se encuentra con la puerta, cuyo barrotes cedieron al apoyarse. La celda estaba abierta...


Dio varios pasos, y sintió llegar a un pasillo. Sí, estaba en un pasillo. Era muy angosto, y corría en dos direcciones. La elfa estaba completamente desorientada, del todo. ¿Y ahora, hacia dónde iba a ir? Entonces escuchó el grito.

- ¿Creéis que podréis escapar con vida de aquí? ¿De verdad? Yo creo que estáis locos... Habéis entrado en el infierno. Como bien habéis dicho éste es el final del mundo. Donde todo termina...- Había sido una voz ahogada, a lo lejos. Un grito limpio y claro en la distancia de aquel laberinto.- Y no podréis hacer nada por evitarlo.- Terminó pasado un solo segundo.


Extraído de La cleda abierta, capítulo XI del Cuento de Siläe.
Memorias Olvidadas
Darka Treake

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04 enero, 2007

Catacumbas. 05.26 horas.

La Dama Negra abrió los ojos y no vio nada. Todo oscuro. ¿Dónde estaba? Ni siquiera con su vista nocturna podía ver en aquella impenetrable luz. Debía estar encerrada en algún sitio. Sí... De pronto le vino todo a la cabeza. Sí, la tenían encerrada.
- Maldito Adar...
Sus palabras sonaron por la pequeña celda, con rabia, aunque, en su melodiosa lengua elfa, parecieron un susurro inaudible. El gran brujo debía haberla encerrado ahí. A saber dónde estaba... En alguna celda en algún lugar de la torre... Era de locos...


Se enderezó llevándose la mano a la cabeza. Le dolía. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí? Todo a su alrededor, y no había nada. Se acarició la túnica y sintió levemente las manchas de sangre... Y al recordarlo, apartó las yemas de los dedos. Entonces se llevó la mano a los ojos, y los frotó, casi haciéndose daño. Tenía que ver... Sólo bastaba acostumbrarse a tal oscuridad. Con su vista nocturna, adaptada a la noche, podía ver perfectamente bajo la luz de las estrellas, pero ahí dentro... Le costaba más.
Se puso de pie, y desorientada, caminó despacio hasta la pared más cercana, y casi se cae cuando se encuentra con la puerta, cuyo barrotes cedieron al apoyarse. La celda estaba abierta...


Dio varios pasos, y sintió llegar a un pasillo. Sí, estaba en un pasillo. Era muy angosto, y corría en dos direcciones. La elfa estaba completamente desorientada, del todo. ¿Y ahora, hacia dónde iba a ir? Entonces escuchó el grito.

- ¿Creéis que podréis escapar con vida de aquí? ¿De verdad? Yo creo que estáis locos... Habéis entrado en el infierno. Como bien habéis dicho éste es el final del mundo. Donde todo termina...- Había sido una voz ahogada, a lo lejos. Un grito limpio y claro en la distancia de aquel laberinto.- Y no podréis hacer nada por evitarlo.- Terminó pasado un solo segundo.


Extraído de La cleda abierta, capítulo XI del Cuento de Siläe.
Memorias Olvidadas
Darka Treake

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