12 mayo, 2010

Las piezas de puzle

A menudo hay objetos que perduran, resistiendo el paso del tiempo, los avatares y las adversidades, no porque sus materiales sean resistentes o porque nadie los pierda o deje olvidados en un rincón, sino porque tienen una vida propia. Porque forman parte de un cuento, y porque siempre hay alguien para contar su historia...

Hace mucho tiempo ya que comenzó esta historia que narro ahora. Se trata de un objeto singular, capaz de unir a las dos almas más distantes, y de separar a las mejor entrelazadas... En los albores de la civilización, cuando los hombres aprendieron a amarse y a sufrir, hubo un caballero que deseó atrapar para siempre a una bonita doncella. Con ese pretexto, acudió al alquimista de palacio, un hombre tan viejo y sabio como el mundo, y le rogó que le fabricara un objeto que soportara el paso del tiempo. El caballero precisaba un objeto que le uniera para siempre a su amada, y le rogó que les hiciera un objeto mágico, para que su amor no terminara nunca. El alquimista le dijo que el amor, como muchas otras cosas, puede ser para siempre, o no, y que si por su propia naturaleza se muere, hay que dejarlo morir. El caballero encolerizado, le ordenó amenazándolo con su espada que hiciera el encargo, y este, temiendo por su vida, aceptó. Pero le dijo que crear el amor era fácil, hacelro infinito ya no era cosa suya. Y como el caballero y la doncella ya se amaban, de ellos dependería que la magia del objeto funcionara.

Entonces el alquimista se marchó a buscar los materiales sagrados. Acudió a una gran montaña, cuyo nombre y ubicación se reservó, y extrajo de la tierra, con sus propias manos, los metales más bellos. Esperó a que la luna no mirara, pues aquel hechizo no podría ser legítimo en un mundo en que el amor sigue sus propias reglas. Y así, durante una larga noche de la luna nueva, forjó una pieza de aquellos metales. Primero los fundió con esmero, mezclando sus esencias, y después, sobre un yunque, forjó la pieza mientras narraba sortilegios prohibidos. El resultado fue una plancha de unos centímetros, con forma rectangular. Para terminar, la dividió en dos pedazos, que los dos amantes deberían poseer. La cortó cuidadosamente, con la forma de un dos piezas que encajaban como un puzle.

Ya devuelta en palacio, le entregó las dos piezas al caballero, y éste se lo agradeció con preciados tesoros que él se negó a aceptar. Cuando se las entregó, le advirtió que aquellas dos piezas de puzle poseían una magia poderosa, y que no funcionarían con cualquier pareja de amantes. Le dijo que esas piezas bien podrían convertir un amor terrenal en eterno, pero que, y le pidió que prestara atención a esto, sólo lo finito podría ser infinito si se trataba de un amor verdadero. Si dos amantes poseían las piezas y lograban hacerlas encajar, significaba que aquellas dos personas se amarían siempre, por numerosas que fueran las encrucijadas que los separaran, pero que si un amor debería morir por sí solo, esas dos piezas no podrían encajar jamás.

El caballero, seguro de que su amor por la doncella era verdadero, partió a regalarle una de las piezas del puzle. Ambos se encontraron en un bosque precioso, cuando la luna ya lucía en la noche, en su cuarto creciente, y a ella le maravilló. Los dos se abrazaron, se besaron e hicieron el amor por última vez. Entonces, desnudos en mitad del bosque, trataron de encajar las piezas, sin conseguirlo. ¡Aquél puzle era imposible de montar! Las dos piezas no llegaron a encajar, y el caballero, furioso, las arrojó al suelo, y ahí quedaron, en el bosque, olvidadas por mucho tiempo, hasta que otra pareja de amantes la encontrara.

Así, partió en busca del sabio alquimista, y allí le dijo que le había engañado, y que venía a matarlo. Entonces el alquimista le dijo que él jamás le engañó. Que le había advertido de que las piezas sólo encajaban en personas que se amarían siempre. Y que si en sus manos y las de su doncella, no había sido posible, sólo significaba su amor no sería para siempre... Antes de matarlo, se aseguró de hacerle entender aquello, las piezas funcionaban perfectamente, eran ellos dos los que no encajaban, si hubieran estado realmente conectados, las piezas habrían encajado. 

Después de aquello nadie volvió a ver al caballero. Y su doncella lo añoró mucho, y lloró impotente. Él se había marchado por miedo a perderla, y ella lo perdió para siempre...




Este cuentito es un relato paralelo al cuento que estoy comenzando a escribir. Aun desconozco su título, espero pronto hablaros de él.
Estos días he estado ausente, pues he tenido la cabeza en otras cosas y quehaceres. Y no sabéis cómo lo siento, echaba de menos venir por aquí. Cómo me alegro de haberlo hecho al fin.
Espero que os gustara el cuentito de las Piezas de Puzle!!!
No temais si es triste, pues este tan sólo es un relato que narra la historia de un poderoso objeto, no la de dos amantes que se perdieron...


Hasta pronto!
Darka.

26 abril, 2010

El CuentaCuentos: Se perdió el fin del mundo

- Se perdió el fin del mundo.

- ¿Y?- Dijo uno de los ángeles sobre su altar dorado.

- Sé que lo que pido es mucho, señores, que no es habitual concederle este favor a un mortal, pero es que ella no tenía la culpa de haber estado durmiendo en ese momento.

- No es siquiera habitual que un mortal nos pida un favor.- Dijo otro de los ángeles.- Pero dada la situación, en que a partir de ahora habrá muchos más mortales por aquí... Creo que deberíamos considerar lo que se nos pide.

- ¡Pero nos hemos vuelto locos!- Exclamó un tercer ángel que estaba de pie, hasta ese instante enjuagándose las manos en una fuente preciosa.- Hoy sería repetir el fin del mundo, y mañana ¿qué? ¿El incio de otro mundo? ¿Hiroshima? ¿El Krakatoa? Hay millones que no vieron arder el cielo cuando se estrelló la roca en el Yucatán, ¿por qué no lanzamos otra?- Y resopló, lavándose la cara con las manos empapadas, como si todo aquello fuera inverosímil realmente, o imposible de volver a hacer.

- Señores... Entiendo que sólo puede haber un fin del mundo. No pido que creen otro mundo para volver a destruirlo después. Sólo uno en el que ella y yo vivamos un tiempo, y después verlo estremecerse como ya ha ocurrido. Fue tan bello ver todo desmoronarse...

- Sí que lo fue.- Dijo uno mirando al cielo infinito sobre sus cabezas. A lo que los demás ángeles asintieron con resignación, era algo a lo que habían estado esperando mucho, y que ya no podría repetirse.

- ¡Ella estaba durmiendo! ¡Mala suerte!- Añadió el cascarrabias de antes.

- No es sólo que estuviera durmiendo y se perdiera tan hermoso y desvastador final del mundo. Es que además, fue a parar al infierno, y no volveré a verla jamás.

- Oh...- Todos ellos se apenaron, salvo uno, que hasta sonrió.

- Las cosas en el cielo se han puesto feas.- Dijo un ángel que aun no había hablado.- Tras el fin del mundo, muchos vinieron a parar aquí, ¡y ahora no hay ni donde sentárse! Creo que sería buen negocio cambiar favores a mortales, por billetes de sólo ida al inframundo... ¿Qué os parece, muchachos?

Unos ángeles asintieron, otros quedaron pensando, y el cascarrabias hasta dio un respingo.- ¡Genial idea!- Dijo éste último.

- ¿Mortal, cambiarías tu condición de elegido, tu eternidad en este paraiso abarrotado, por una cueva en los avernos, junto a ella, donde hay mucho más sitio para tantos mortales?

El chico ni lo pensó. El trato estaba hecho.

Un instante después, estaba en un paraiso terrenal. Un bosque verde y plagado de flores, y ella estaba junto a él. Frente a ambos, nacía el mar en una playa de imposible belleza. Y aunque el aire era fresco, el sol lucía sin rastro de nubes, y los rumores del bosque venían apaciguados por las olas, allá en lo lejos, donde comenzaba el horizonte infinito, algo crecía. Era un fuego inmenso, una explosión incesante, un horror que lo arrasaría todo. El cielo fue poco a poco cubriéndose de aquella destrucción, y el mundo en que se encontraban, desierto salvo por ellos dos, acabaría en segundos. Fue un último momento muy bello. Llovieron meteoros, se elevaron los mares, la tierra se resquebrajó y el bosque terminó por hundirse. Fue un espectáculo hermoso...

Cuando todo hubo acabado, el chico sólo vio negro, sólo respiró azufre, sólo encontró rocas incandescentes por suelo y muros, y solo escuchó el incesante lamento de millares de almas atormentadas...




Para conocer el final de otros mundos, visita:

16 abril, 2010

La Corona Radiante

Cuando la mayoría de los Dioses fueron exiliados a vivir en la otra cara del Mundo, hubo uno, un Semidios, que se escondió en el cuerpo de un elfo. Él fue Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres. Por mucho tiempo habitó entre los elfos de Firindain, los Artesanos, una de las Doce Altas Estirpes de los Elfos, de quienes aprendió mucho. Con ellos combatió en las Guerras de la Sangre, que masacraron y terminaron por destruir la Tierra de Aradán, donde vivían. Pero cuando se hizo la paz, Lúralan partió junto a Firin, Primero de Firindain, a bordo de su Navío, a recorrer los Mares del Mundo, y junto a él pasó largo tiempo.

Así, pudo conocer tierras lejanas y exóticas, inhóspitos lugares y sitios que jamás habría soñado que pudieran existir. Estuvo en playas de sueño, en paraísos terrenales, y en oscuros desiertos en que sólo existe la maldad. Pero cuando visitó la Torre del Recuerdo, decidió quedarse allí, y comenzó a adorar al Dios del Recuerdo, que habita en lo de esta torre en interminable construcción.

Allí mismo, colocando piedras en la cúspide de la Torre del Recuerdo, observó a la Luna cruzar los cielos del Mundo, hasta enamorarse de ella, y de Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, quien la habitaba. La Diosa, castigada, estaba presa al otro lado de la Luna, y había sido ansiada por muchos antes y después de Lúralan. El mismo Dios del Recuerdo la amaba sobre cualquier cosa que existiera. Pero Moulth, al conocer a Lúralan, encontró en él su única debilidad, y quedó cautiva por su amor.

Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, y Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres, se amaron ocultándole su pasión al Dios del Recuerdo, hasta que ella logró escapar una vez de su prisión tras la Luna, y ambos hicieron el amor apasionadamente, cuando éste los sorprendió y estalló en ira. Entonces, el Dios del Rercuerdo, convirtiéndose en la más poderosa tormenta, trató de acabar con Lúralan, para vengar la traición.

El Semidios, oculto en el cuerpo de un elfo, al hacerle el amor a la Diosa, tuvo una maravillosa visión, y con ella, forjó la Corona Radiante, con la intención de regalársela. Se trataba de un objeto que brillaba de forma tan intensa que logró ahuyentar a la tormenta en que había tomado forma el Dios del Recuerdo. Pero la Corona Radiante, cómo Moulth, tenía una debilidad también: sólo brillaba cuando la Luna surcaba el cielo, y así, durante una noche de luna nueva, el Dios del Recuerdo, sabiéndolo, encontró a Lúralan, allá donde se ocultaba, y le dio muerte terrible...


Ambos lucharon con valor, pero la tormenta sacudió la tierra que Lúralan pisaba con tal fuerza, que éste fue incapaz de detener su golpe. Y sin el brillo de la Corona Radiante, el Dios del Recuerdo fue capaz de derrotarlo, haciéndole pagar su traición con mucho sufrimiento antes de morir.

Entonces Moulth, que no pudo observar el combate desigual desde el cielo, entristeció hasta tal punto, que la Corona Radiante no volvió a brillar en mucho tiempo. El Dios del Recuerdo, que jamás desistió en amar a la Luna y a la Diosa oculta tras su rostro de plata, decidió asegurarse de que el poderoso objeto quedara oculto en algún lugar del Mundo.

Y así fue como la Corona Radiante, el poderoso objeto que forjara Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres, para regalársela a Moulth, permaneció en lo más recóndito. En torno a ella creció la leyenda, y muchos fueron los que desde entonces la buscaran. El Dios del Recuerdo le encargó cuidar de su secreto a la Orden Negra, quienes la mantuvieron oculta en un aletargado silencio…

Fue mucho tiempo después, cuando el héroe Belean, de Himn, desconocedor de la historia relatada, la robara y con ella lograra grandes hazañas. Él fue quien derrotara, sirviéndose del poder de la Corona Radiante, a Golöel, el Demonio Resentido imaginado en el Amor de Orfgod, dando fin a la Gran Guerra de la Roca.

Belean la ciñó majestuoso, e inscribió su nombre en las Crónicas del Tiempo. A su muerte, sus herederos la poseyeron, y muchos trataron de apoderarse de ella, sin conseguirlo, hasta que su legado murió, y la Corona Radiante quedó en trono vacío, a la espera de que alguien la ciñera valeroso, sin ánimo de mimar a la Luna, eterna prisión en movimiento de Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, quien una vez se enamorara de Lúralan…



Memorias Olvidadas
Darka Treake

NOTA: La imagen, aunque apropiada para el relato, 
es una instantánea tomada anoche, de una tormenta eléctrica 
durante la erupción del volcán Eyjafjallajökul, en Islandia.

05 abril, 2010

Lendaia, la bruja de pelo azul

(. . .)

- Me lo dirás… Oh, créeme que me lo dirás antes de que acabe contigo. ¿Has conocido el dolor niña? ¿Sabes cómo se resiente el cuerpo humano cuando le corre el millar de energías que descarga un rayo? La piel se marchita como papel, y se consume el alma con el fuego de los avernos… Pero tú ya sabes de eso, ¿no? Dime, ¿Has hecho un trato con él? ¿Has caído en tal error? Te veo así de estúpida…

- No sabes de qué hablas.

- ¡Tú no lo sabes, niña! ¿Qué sabrás tú de los avernos, o del hambre de los demonios…?- Ambas permanecieron en silencio unos instantes, una escrutando a la otra, tratando de intuir más allá de la que cada una decía. La tormenta pareció incrementarse, los rayos azulados caían por todos lados. Tremendas explosiones estallaban en la arena o en el Río de los Faraones al tomar contacto con la energía de la tempestad.- Dime, Lyda, Señora de la Magia Mutable. ¿Dónde está el Lunariu? ¿Dónde lo has escondido?

- Jamás lo sabrás.

Entonces la Dama Negra sonrió para sí. Retirándose unos metros hacia atrás, dejando a Lyda ahí tirada.- Si desperté tu curiosidad, ahora sabrás lo que se siente…- Y elevó su báculo al cielo, y la piedra que tenía se iluminó en toda su negrura, y de ella brotó un haz de luz que se proyectó sobre la tormenta. Y así, un gran rayó cayó hacia la pirámide, yendo a parar justo sobre Lyda.

Nunca antes sintió un dolor tan horrible. Sus extremidades se estiraron, y su cabello se erizó, y con aquel tono rojizo pareció arder en llamas. Cuando logró respirar, aturdida, sólo pudo aspirar ese aroma a quemado, a piel y bello abrasados y tela chamuscada. Entonces lanzó un segundo hipo con el que casi se ahoga, y la sola idea de lo que se avecinaba cruzó su mente como un segundo horror que la heló por completo.

- Habla, niña. Dime dónde lo dejaste…

- Nunca…

Pero la Dama Negra no se daría por vencida. Apuntó con su bastón a Lyda, y habló con palabras inaudibles, y de nuevo la piedra negra se iluminó. Entonces Lyda sintió un mareo, seguido de un cansancio mental que nunca había experimentado. Millones de preguntas le acosaron, y algunas hasta hallaron respuesta, y comenzó a gritar de pánico.

La bruja elfa sonrío de nuevo, y su belleza maligna se acentúo en la noche, justo para torcerse en un miedo desconsiderado…- No… Se lo diste a él… ¿Cómo has sido capaz?- Y fue a golpearle con báculo descargando toda su ira, con la intención explícita de acabar con ella. Pero entonces algo se interpuso en el golpe, y Lyda vio sobre sí una nueva figura en la escena. Era una elfa que vestía de blanco, con una capa azul oscuro y el cabello suelto. Éste bailaba con la tempestad, en un tono azulado que emulaba a los rayos que caían por doquier. Lendaia, la bruja de pelo azul que Lyda andaba buscando, ni la miraba sobre su cabeza. Había parado el golpe de la Dama Negra con su espada, un filo muy hermoso de plata que sostenía con una sola mano y gran estilo.

Entonces Lyda, desde el suelo sintió unos nervios incontrolables que duraron el instante previo a la sensación de hipo. Y cuando lo soltó, llevándose la mano a la boca, aquella escena, que parecía congelada bajo la tormenta, terminó. Todo comenzó a temblar, y algunas piedras de la pirámide comenzaron a desmoronarse. Lendaia y la Dama Negra casi pierden el equilibrio, pero ambas se mantuvieron aguantando el golpe de la otra. Y Lyda, su cuerpo joven y esbelto, se fue convirtiendo en un monstruo horrible.

Toda su columna se fue agrandando, y de cada vertebra nacieron diferentes cuernos. Su piel se oscureció, volviéndose verdosa, y toda ella creció y creció, de forma que las dos elfas enfrentadas debieron retirarse. Lyda alcanzó a ver a Lendaia caer a un escalón más bajo, sobre un gran bloque que se desprendió con su aterrizaje, obligándola a saltar a otro. La Dama Negra permaneció en su sitio, retrocediendo, y Lyda siguió creciendo y creciendo en aquella forma horrenda. Sus brazos y piernas se ensancharon con músculos que no existían antes, y su piel se recubrió de escamas. Su cabello se perdió, volándose con la tormenta y desapareciendo en el aire, y su cabeza se convirtió en el busto de un reptil gigante. Y entre tanto horror, Lyda sólo fue consciente de sí misma, de la tormenta y la pirámide, pero había perdido de vista todo lo demás, y justo cuando sentía enfurecerse cada célula del cuerpo y sentir un ansia sin medida, perdió la razón, cayendo en una oscuridad que le nubló todo…

(. . .)



Este es el capítulo décimo octavo del cuento de Lyda de Lis.
¡Sólo quedan cinco para terminarlo!
Para leerlo entero, consúltese el siguiente enlace:

26 marzo, 2010

Teether y la planta triste

Teether, el gnomo amigo de U, tropezó con una enorme caracola y cayó de bruces sobre la arena, y el tiesto que iba cargando a todos lados rodó amenazando desprender sus flores sobre la arena de la playa. Aquellos días las hojas de la planta crecían en un tono oscurecido, estaban resecas, aunque sus tallos aun eran verdes y firmes. Las flores, además, las dos que había, que una vez fueron blancas y hermosas, ahora estaban marrones, mustias. Sus pétalos, que una vez fueron bellos y relucientes, hoy cubrían el tremendo pistilo amarillo sin fuerza, a punto de caer muertos. A pesar de ello, aun estaban perfumadas, y si te acercabas, llegabas a oler aquel aroma tan delicioso que solo esas dos flores tenían en el mundo…

Teether quedó ahí tirado unos instantes, agradeciendo que la planta no saliera de su tiesto improvisado, por miedo a que muriera, o a que ella misma decidiera plantarse allí, en aquella playa donde no tendría alimento alguno, salvo el salado traído por el mar… Pero entonces echó a correr y la recogió, y la abrazó con cuidado de no romper ni una sola de sus hojas, o de que cayeran sus pétalos mustios. Y se acordó de U, sintió ese vínculo que la planta tenía con la sirada, y supo que ella estaba triste, en alguna parte.

Recordó cuando U le contó que aquella planta, la única en su especie, había nacido de una pequeña semilla caída de su árbol consciente, en su oasis de sueño, junto a su estanque precioso. Según le dijo el árbol consciente a la sirada, la planta que naciera de aquella semilla sería especial, diferente a las demás. U y ella siempre estarían unidas. Si U estaba alegre, la planta crecería hermosa, brillante y llena de vigor. Pero si ella estaba triste, la planta iría perdiendo su fuerza y su belleza, poco a poco iría escapándosele la vida… El árbol consciente, además, advirtió a U de algo muy importante, si una de las dos moría, la otra también lo haría. Pero le dijo que no se preocupara, que mientras ella viviera feliz, y sonriera todo el tiempo con esos labios tan bonitos, la planta que naciera de aquella semilla sería hermosa y estaría llena de vida. No necesitaba alimento alguno, además de la alegría de U…

Pero en ese momento, en que Teether buscaba a U, a su sirada amada, a su amiga inseparable, la planta lloraba y se marchitaba. Poco a poco se estaba muriendo. Y eso sólo podía significa una cosa. Allá donde estuviera U, estaba triste, y lloraba. Y así pronto la planta moriría, y entonces lo haría también la sirada. Y de la misma manera, moriría el mismo pobre Teether, quien amaba a U sobre cualquier cosa en aquel recóndito mundo imaginado…

23 marzo, 2010

Cover, la otra versión de cada mundo personal

Vivimos en mundo que terminará siendo horrible. Yo lo sé porque me lo contó un… Es un secreto, pero os lo contaré. Guardádmelo, va? Me lo contó un conocido, un científico tan loco que inventó la máquina del tiempo, con una fórmula que guarda bajo llave y ni a mí me la enseñó. Me dijo que la alegría terminaría, que todos viviríamos tristes y que la amistad dejaría de existir. Pero no era todo malo en ese futuro asegurado. Me contó que en ese tiempo, aun lejano, que ninguno de los que hoy pisan la tierra vivirá, aun queda la esperanza, pues cada uno sabrá hallar la armonía entre el caos. La armonía personal, individual, es algo aun hoy es difícil de entrever, pero la encontraremos. Cada uno se creará una versión de su propio mundo. En ella, cada persona podrá ser feliz, imaginando entre la tristeza la alegría. Los caminos serán soleados, y las playas calmadas, los vientos soplarán cuando uno lo decida, los árboles crecerán, a diferencia de en el mundo real, y podremos ser felices por separado. Si uno quiere una casa en un árbol, allí permanecerá sonriendo, si uno se crea su propio retiro, en una casita alejada de todo, viviendo de lo que pesca, será feliz y dormirá con el estómago lleno, para siempre. La versión que cada uno cree de su propia realidad será suficiente para alimentarse, y para enriquecerse.

Todo cuanto nos rodeará será oscuro, los días ya no nacerán por el horizonte, pero nosotros sabremos crear soles en nuestra imaginación. Cada uno de nosotros verá su propio sol, unos serán amarillos, blancos e incandescentes, y otros rojos como atardeceres infinitos, otros púrpuras, o azules, verdes o del color en que cada uno conciba la paz.

Pero como la humanidad siempre albergó la avaricia, y la envidia, y el deseo de catástrofe, no faltarán en ese futuro aun lejano los avaros y codiciosos. Piratas de mundos paralelos, invasores en las versiones de los demás, en las armonías personales. Habrá quien, por entretenerse o por satisfacer su ansia de maldad, se cuele en los mundos individuales, se apodere de los sueños de los otros, y nos robe nuestros momentos. Cómo lo harán, no lo sé, pero serán capaces de entrar en nuestros lugares privados, de abordar nuestros secretos. Así podrán apropiarse de las historias paralelas que cada uno invente. Será gente sin imaginación, desolados en ese mundo horrible que aún está por acontecer, y que incapaces de crear su realidad paralela, se alimente de la de los demás.

Mientras unos duerman y sueñen despiertos con sus propias maravillas, ellos las abordarán desde sus navíos pirata, derramando pesadillas y robando fragmentos de imaginación. Sólo así serán capaces de formar sus propias realidades, y así resguardarse de ese mundo horrible que vendrá.

Por ello os cuento todo esto, para preveniros, para que leguéis a vuestros hijos e hijas este conocimiento, para que sepan crear, imaginar y soñar, y sobre todo defenderse de aquellos que traten de robarles sus realidades paralelas, las versiones de cada mundo personal…


14 marzo, 2010

El Rey Goromer, de Grrim

La puerta del palacio se abrió de golpe, chocando contra la pared, y dejando entrar una bocanada de aire frío y nieve que sacudió a todos los presentes. El fuego en el interior, situado al centro de la estancia, se tambaleó furioso, como si la ventisca que traía el recién llegado hubiera disturbado su calma… El guerrero entró y caminó firme. Iba ataviado con gruesas pieles, un yelmo con cuernos de dragón, y dos pesados martillos a la espalda. Sus botas habían recorrido un largo camino para traerle grandes nuevas al Rey, Goromer, de Grrim. Llegó ante el trono, donde el Rey, ebrio ya a esas horas de la noche, fornicaba con dos mujeres. Éste las empujó de encima suyo, quedó sentado en su trono de roca maciza, completamente desnudo, salvo por su corona de plata, que no se la quitaba ni para dormir. Tomó un sorbo de aguardiente y esperó a que el emisario hiciera una reverencia digna de sí. Sin ella no tendría derecho a hablar ante el Rey de Grrim. El recién llegado, a sabiendas del protocolo, se postró, arrodillando una pierna, se quitó el yelmo, y bajó la cabeza hasta que le dieran palabra.

- Hola, Rogho, llevábamos tiempo esperándote. Habla cuanto antes, y no escatimes en detalles.- La voz del Rey resonó en el gran salón, pues todos los presentes, la música y la fiesta, se habían detenido.

El emisario, sin levantar la cabeza, le habló, mirando a los pies descalzos de aquel hombre al que admiraba, y al que debía su vida y la de sus descendientes.- Mi Rey, es cierto. La Corona Radiante descansa en un trono vacío, esperando a ser ceñida por un alto señor…

- ¡Sí!- Gritó el Rey.- ¡Que suene la música, que continúen los bailes, y que las rameras sigan complaciéndonos! La celebración hasta ahora era por una esperanza. ¡Esta noche brindaremos por nuestra próxima conquista!- Esto último lo dijo de pie, elevando el cuerno que usaba por copa, y los vítores se elevaron en el salón, el gentío volvió a colmarlo todo, el fuego hasta estalló eufórico, y la música lo acompañó, en un redoble de tambores y una mezcla de cánticos y melodías de instrumentos de cuerda.- Mi buen Rogho, descansa esta noche, embriágate con la bebida de tu propia tierra, sáciate con alguna mujer, ¡y más le vale que te de cuánto mereces por tamaño recorrido y tales nuevas! Pues mañana ordenaré talar los bosques, acabaremos con todo árbol que aun se yergue en estas tierras, y pronto las naves estarán listas. En ellas nos haremos a la mar, y juntos regresaremos a la tierra que llaman Himn, donde los hombres esperan un Rey para ser gobernados…

06 marzo, 2010

La Dama Negra

Llevo unos días queriendo escribir un monográfico de la Dama Negra, uno de mis personajes preferidos. He pensado que puede ser un buen apartado para el blog, de vez en cuando hablaros sobre un personaje en concreto. En realidad ya lo hice en otras ocasiones, aunque no lo pensé como un nuevo apartado. Otros personajes de los que ya escribí monográficos aquí fueron Firin, de Firindain; Kalhia, de Quivarén; Murtagh, el Señor Caracol; Sebah, el Duende de Epoxi; o Ulara, la Llorona...


Pero hoy os hablaré de la Dama Negra, un personaje enigmático que dedicó sus vida a una empresa que jamás lograría cumplir.
Nunca he llegado a saber su nombre, pues seguramente fue conocida por diferentes en momentos y lugares diferentes... Pero en todo caso, siempre sería conocida por el sobrenombre de la Dama Negra.


Ella es una elfa, de la Alta Estirpe de Gelidén, los amantes de las estrellas, que en algún momento de su vida, siendo aun joven, pudo leer un Lunariu, y así descubrir que los Demonios Resentidos llegarían al mundo, para devastarlo. Así, la Dama Negra dedicaría su vida a evitar que estos crueles demonios fueran invocados en el mundo.
Ella es una hechicera misteriosa, una ermitaña, que prefiere la soledad a la insustancial compañía. Se oculta en diferentes sitios, sin una residencia habitual, y ha vivido para ver nacer y morir a muchísimas generaciones de hombres... Es muy poderosa.
El primer dato conocido que tengo de ella, es que estuvo en la Torre de Teth Nolin, durante la Llegada de la Llorona, en el año -1253 del calendario de los hombres del Viejo Mundo más occidental. Estos hechos se narran en El Cuento de Siläe. En aquel momento sería invocada Ulara, la Llorona, el Demonio Resentido imaginado en la Tristeza de Orfgod... La Dama Negrahabría acudido a la torre perdida en aquel inmenso desierto en que siempre es de noche, pero no habría logrado su empresa.

Hasta entonces, parece que los elfos del Bosque Encantado de Loth-Darien pordrían haberla estado dando asilo, aunque éste es un dato aun por confirmar.
Después de la Llegada de la Llorona, la Dama Negra debió ocultarse por diversos lugares, rondando de aquí y allá, tratando decambiar lo que se avecinaba. Presumiblemente, estuvo tratando de dar caza a Ulara, es posible que hasta se batieran en duelo en alguna ocasión, pero de ello nada quedó escrito, que se sepa.

Mucho tiempo después, en el año 1008 del calendario de los hombres, la Dama Negra volvió a aparecer en el Nuevo COntinente de Ülathar, tratando de evitar que Gingoen, el Demonio Resentido imaginado en la Impotencia de Orfgod, fuera llamado. Ello es relatado en el cuento de Lyda de Lis.
¡Habían pasado más de 2000 años de la llegada de la Llorona! La Dama Negra habitó de aqui y allá, siendo conocida siempre como una ermitaña, tratando de pasar desapercibida, y viviendo como pudo. Frecuentó la Torre del Recuerdo, donde pudo consultar algún Lunariu, los libros que hablan de la llegada de los Demonios Resentidos. Tal vez vivió allí, adorando al Dios del Recuerdo, una temporada... Esa torre está situada en las Montañas del Anochecer, en algún punto de los Reinos Enanos, y en ella se alberga la mayor biblioteca del mundo.

Pocos datos comprobados se tienen de la Dama Negra. Es probable que aparezca en otros cuentos, como el de El Eviterno, que hablará de la llegada de Evilized, el Demonio Resentido imaginado en el Deseo de Orfgod, pero aun debemos esperar para saberlo.

La Dama Negra siempre vivió a parte de la sociedad. Era una vagabunda, una ermitaña, y una poderosa hechicera. Siempre vistió de negro, como si preveyera un luto por lo que estaba a punto de acontecer... Portaba un precioso báculo, con el cual podía hacer magia, y con lo largos años de estudio y práctica, había alcanzado gran sabiduria.
En la mayoría de las ocasiones, los protagonistas de los cuentos en que se deja ver, la toman por una bruja con fines oscuros... Si hace el bien o el mal, es relativo. ¿Justifica el fin los medios? tal vez ése sea el gran debate que presenta este personaje... Ella sabe que se va a desatar un gran horror en el mundo, que viene dispuesto a devorarlo todo, y tratará de evitarlo a toda costa, pagando cualquier precio por ello...

Me encanta este personaje. Y me alegra saber que aun me queda mucho por descubrir de ella... Ya os iré contando!!

Darka.

28 febrero, 2010

El juego

Un lobo husmeaba el aire. Era de noche, pero la luna en el cénit iluminaba el bosque. A poca distancia escuchó algo, era un ciervo con una larga cornamenta… Más allá un caballo trató de relinchar, y a alguien casi se le escapa una risa en el intento. El lobo avanzó cauteloso, otro podría llegar y cobrarse su presa. Una hiena, menos fea de lo que debiera, le seguía al acecho de los restos que fuera a dejar. Al otro lado del barranco seco, un búho observaba la escena, se había subido a un árbol, y ahí se sentía seguro. La pantera no andaba lejos, era negra y caminaba a cuatro patas, moviéndose con un estilo peculiar para su especie. El elefante, el más pequeño de todos ellos, se le había escapado, y ahora se batiría con el lobo por el caballo o el ciervo. Sopló el aire, que agitó los árboles, y el búho temió caerse, pero se aferró bien a la rama. El caballo lanzó otro relincho, y ahora sí se escuchó una risa. A ese incauto parecía no importarle el juego, y estar deseando ser cazado. Una serpiente reptó por debajo del búho, sin verlo, y éste hasta sonrió.

El lobo se acercó al ciervo, y éste se dio cuenta, y comenzó a trotar hacia el barranco seco, sin saber que corría peligro de caerse, entonces el búho le grito, justo cuando la pantera le saltaba encima. El pobre ciervo cayó al suelo, y empezó a darle patadas a la pantera, que trataba de aferrarlo. Cuando apareció el lobo, saltando sobre ellos muy feroz, el caballo volvió a relinchar, a sabiendas que no iban a por él. La serpiente reptó deprisa, pensando que perdería la presa. El ciervo se debatió, entre si ser devorado por la pantera o por el lobo, que casi luchaban más entre ellos que por darle caza, pero viéndose perdido, fue a hacerle cosquillas al lobo. La pantera había llegado primero, y la presa era justa. Entonces el lobo, inevitablemente, se echó a reír a carcajadas. La pantera aprovechó el susto, y le apartó del ciervo, que ya se había dado por vencido. La pantera se anotó el tanto.

El caballo volvió a relinchar, y ahora se rieron todos.

- Ése es tonto…- Dijo el ciervo.- Así no vale, estoy solo en esto. No atrapareis al búho, ¡y el caballo es un traidor! No podemos ganar.

- Bueno, estás muerto. Así que ya da igual.- Dijo la pantera, y el ciervo, quitándose la cornamenta asintió. El niño que había bajo su disfraz se encogió de hombros y marchó de vuelta al campamento. La noche se había acabado para él.

El lobo corrió entonces, y la pantera salió detrás. La hiena los perdió y siguió al muchacho. Era el único que podía ganar puntos devorando a los muertos.

Cuando el lobo llegó hasta el caballo, lo derribo, y éste se dejó caer, muerto de la risa.- ¡Este juego es un rollo! Mañana yo seré la pantera…

Cuando ésta llegó, vio como el lobo le había robado el tanto. Iba ganando… Pero aun quedaba el elefante. Pantera y lobo se miraron, y corrieron, uno hacia el empate, y otro hacia la victoria. El elefante los esperaba, agotado por la carrera anterior, bajo un árbol, pero la serpiente ya le había encontrado. Se le aferró a una pierna, y justo aparecieron el lobo y la pantera, y todos terminaron en un torbellino de patadas y mordiscos. EL pobre elefante, indefenso, se puso a llorar, y todos supieron que el juego había terminado.

Cuando se quitaron las máscaras, cuatro niños, y un quinto sobre sus cabezas, se reían a moco tendido. Esta noche habían ganado los malos, mañana sería otro día de juego…

26 febrero, 2010

Publicación en Ícaro Incombustible nº6!

Hola a tod@s!!

Hoy vengo a contaros que acaba de salir el número 6 de la revista de arte independiente Ícaro Incombustible, y en ella me han publicado dos relatos que ya os presenté en el blog. Éstos son Dos Universos y El Pescador y el Trapecista.

Os dejo aquí la revista en formato incrustado desde issuu.com, el cual es muy cómodo para su lectura y consulta.
Espero que os guste!!

Saludos!
Darka.

12 mayo, 2010

Las piezas de puzle

A menudo hay objetos que perduran, resistiendo el paso del tiempo, los avatares y las adversidades, no porque sus materiales sean resistentes o porque nadie los pierda o deje olvidados en un rincón, sino porque tienen una vida propia. Porque forman parte de un cuento, y porque siempre hay alguien para contar su historia...

Hace mucho tiempo ya que comenzó esta historia que narro ahora. Se trata de un objeto singular, capaz de unir a las dos almas más distantes, y de separar a las mejor entrelazadas... En los albores de la civilización, cuando los hombres aprendieron a amarse y a sufrir, hubo un caballero que deseó atrapar para siempre a una bonita doncella. Con ese pretexto, acudió al alquimista de palacio, un hombre tan viejo y sabio como el mundo, y le rogó que le fabricara un objeto que soportara el paso del tiempo. El caballero precisaba un objeto que le uniera para siempre a su amada, y le rogó que les hiciera un objeto mágico, para que su amor no terminara nunca. El alquimista le dijo que el amor, como muchas otras cosas, puede ser para siempre, o no, y que si por su propia naturaleza se muere, hay que dejarlo morir. El caballero encolerizado, le ordenó amenazándolo con su espada que hiciera el encargo, y este, temiendo por su vida, aceptó. Pero le dijo que crear el amor era fácil, hacelro infinito ya no era cosa suya. Y como el caballero y la doncella ya se amaban, de ellos dependería que la magia del objeto funcionara.

Entonces el alquimista se marchó a buscar los materiales sagrados. Acudió a una gran montaña, cuyo nombre y ubicación se reservó, y extrajo de la tierra, con sus propias manos, los metales más bellos. Esperó a que la luna no mirara, pues aquel hechizo no podría ser legítimo en un mundo en que el amor sigue sus propias reglas. Y así, durante una larga noche de la luna nueva, forjó una pieza de aquellos metales. Primero los fundió con esmero, mezclando sus esencias, y después, sobre un yunque, forjó la pieza mientras narraba sortilegios prohibidos. El resultado fue una plancha de unos centímetros, con forma rectangular. Para terminar, la dividió en dos pedazos, que los dos amantes deberían poseer. La cortó cuidadosamente, con la forma de un dos piezas que encajaban como un puzle.

Ya devuelta en palacio, le entregó las dos piezas al caballero, y éste se lo agradeció con preciados tesoros que él se negó a aceptar. Cuando se las entregó, le advirtió que aquellas dos piezas de puzle poseían una magia poderosa, y que no funcionarían con cualquier pareja de amantes. Le dijo que esas piezas bien podrían convertir un amor terrenal en eterno, pero que, y le pidió que prestara atención a esto, sólo lo finito podría ser infinito si se trataba de un amor verdadero. Si dos amantes poseían las piezas y lograban hacerlas encajar, significaba que aquellas dos personas se amarían siempre, por numerosas que fueran las encrucijadas que los separaran, pero que si un amor debería morir por sí solo, esas dos piezas no podrían encajar jamás.

El caballero, seguro de que su amor por la doncella era verdadero, partió a regalarle una de las piezas del puzle. Ambos se encontraron en un bosque precioso, cuando la luna ya lucía en la noche, en su cuarto creciente, y a ella le maravilló. Los dos se abrazaron, se besaron e hicieron el amor por última vez. Entonces, desnudos en mitad del bosque, trataron de encajar las piezas, sin conseguirlo. ¡Aquél puzle era imposible de montar! Las dos piezas no llegaron a encajar, y el caballero, furioso, las arrojó al suelo, y ahí quedaron, en el bosque, olvidadas por mucho tiempo, hasta que otra pareja de amantes la encontrara.

Así, partió en busca del sabio alquimista, y allí le dijo que le había engañado, y que venía a matarlo. Entonces el alquimista le dijo que él jamás le engañó. Que le había advertido de que las piezas sólo encajaban en personas que se amarían siempre. Y que si en sus manos y las de su doncella, no había sido posible, sólo significaba su amor no sería para siempre... Antes de matarlo, se aseguró de hacerle entender aquello, las piezas funcionaban perfectamente, eran ellos dos los que no encajaban, si hubieran estado realmente conectados, las piezas habrían encajado. 

Después de aquello nadie volvió a ver al caballero. Y su doncella lo añoró mucho, y lloró impotente. Él se había marchado por miedo a perderla, y ella lo perdió para siempre...




Este cuentito es un relato paralelo al cuento que estoy comenzando a escribir. Aun desconozco su título, espero pronto hablaros de él.
Estos días he estado ausente, pues he tenido la cabeza en otras cosas y quehaceres. Y no sabéis cómo lo siento, echaba de menos venir por aquí. Cómo me alegro de haberlo hecho al fin.
Espero que os gustara el cuentito de las Piezas de Puzle!!!
No temais si es triste, pues este tan sólo es un relato que narra la historia de un poderoso objeto, no la de dos amantes que se perdieron...


Hasta pronto!
Darka.

26 abril, 2010

El CuentaCuentos: Se perdió el fin del mundo

- Se perdió el fin del mundo.

- ¿Y?- Dijo uno de los ángeles sobre su altar dorado.

- Sé que lo que pido es mucho, señores, que no es habitual concederle este favor a un mortal, pero es que ella no tenía la culpa de haber estado durmiendo en ese momento.

- No es siquiera habitual que un mortal nos pida un favor.- Dijo otro de los ángeles.- Pero dada la situación, en que a partir de ahora habrá muchos más mortales por aquí... Creo que deberíamos considerar lo que se nos pide.

- ¡Pero nos hemos vuelto locos!- Exclamó un tercer ángel que estaba de pie, hasta ese instante enjuagándose las manos en una fuente preciosa.- Hoy sería repetir el fin del mundo, y mañana ¿qué? ¿El incio de otro mundo? ¿Hiroshima? ¿El Krakatoa? Hay millones que no vieron arder el cielo cuando se estrelló la roca en el Yucatán, ¿por qué no lanzamos otra?- Y resopló, lavándose la cara con las manos empapadas, como si todo aquello fuera inverosímil realmente, o imposible de volver a hacer.

- Señores... Entiendo que sólo puede haber un fin del mundo. No pido que creen otro mundo para volver a destruirlo después. Sólo uno en el que ella y yo vivamos un tiempo, y después verlo estremecerse como ya ha ocurrido. Fue tan bello ver todo desmoronarse...

- Sí que lo fue.- Dijo uno mirando al cielo infinito sobre sus cabezas. A lo que los demás ángeles asintieron con resignación, era algo a lo que habían estado esperando mucho, y que ya no podría repetirse.

- ¡Ella estaba durmiendo! ¡Mala suerte!- Añadió el cascarrabias de antes.

- No es sólo que estuviera durmiendo y se perdiera tan hermoso y desvastador final del mundo. Es que además, fue a parar al infierno, y no volveré a verla jamás.

- Oh...- Todos ellos se apenaron, salvo uno, que hasta sonrió.

- Las cosas en el cielo se han puesto feas.- Dijo un ángel que aun no había hablado.- Tras el fin del mundo, muchos vinieron a parar aquí, ¡y ahora no hay ni donde sentárse! Creo que sería buen negocio cambiar favores a mortales, por billetes de sólo ida al inframundo... ¿Qué os parece, muchachos?

Unos ángeles asintieron, otros quedaron pensando, y el cascarrabias hasta dio un respingo.- ¡Genial idea!- Dijo éste último.

- ¿Mortal, cambiarías tu condición de elegido, tu eternidad en este paraiso abarrotado, por una cueva en los avernos, junto a ella, donde hay mucho más sitio para tantos mortales?

El chico ni lo pensó. El trato estaba hecho.

Un instante después, estaba en un paraiso terrenal. Un bosque verde y plagado de flores, y ella estaba junto a él. Frente a ambos, nacía el mar en una playa de imposible belleza. Y aunque el aire era fresco, el sol lucía sin rastro de nubes, y los rumores del bosque venían apaciguados por las olas, allá en lo lejos, donde comenzaba el horizonte infinito, algo crecía. Era un fuego inmenso, una explosión incesante, un horror que lo arrasaría todo. El cielo fue poco a poco cubriéndose de aquella destrucción, y el mundo en que se encontraban, desierto salvo por ellos dos, acabaría en segundos. Fue un último momento muy bello. Llovieron meteoros, se elevaron los mares, la tierra se resquebrajó y el bosque terminó por hundirse. Fue un espectáculo hermoso...

Cuando todo hubo acabado, el chico sólo vio negro, sólo respiró azufre, sólo encontró rocas incandescentes por suelo y muros, y solo escuchó el incesante lamento de millares de almas atormentadas...




Para conocer el final de otros mundos, visita:

16 abril, 2010

La Corona Radiante

Cuando la mayoría de los Dioses fueron exiliados a vivir en la otra cara del Mundo, hubo uno, un Semidios, que se escondió en el cuerpo de un elfo. Él fue Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres. Por mucho tiempo habitó entre los elfos de Firindain, los Artesanos, una de las Doce Altas Estirpes de los Elfos, de quienes aprendió mucho. Con ellos combatió en las Guerras de la Sangre, que masacraron y terminaron por destruir la Tierra de Aradán, donde vivían. Pero cuando se hizo la paz, Lúralan partió junto a Firin, Primero de Firindain, a bordo de su Navío, a recorrer los Mares del Mundo, y junto a él pasó largo tiempo.

Así, pudo conocer tierras lejanas y exóticas, inhóspitos lugares y sitios que jamás habría soñado que pudieran existir. Estuvo en playas de sueño, en paraísos terrenales, y en oscuros desiertos en que sólo existe la maldad. Pero cuando visitó la Torre del Recuerdo, decidió quedarse allí, y comenzó a adorar al Dios del Recuerdo, que habita en lo de esta torre en interminable construcción.

Allí mismo, colocando piedras en la cúspide de la Torre del Recuerdo, observó a la Luna cruzar los cielos del Mundo, hasta enamorarse de ella, y de Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, quien la habitaba. La Diosa, castigada, estaba presa al otro lado de la Luna, y había sido ansiada por muchos antes y después de Lúralan. El mismo Dios del Recuerdo la amaba sobre cualquier cosa que existiera. Pero Moulth, al conocer a Lúralan, encontró en él su única debilidad, y quedó cautiva por su amor.

Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, y Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres, se amaron ocultándole su pasión al Dios del Recuerdo, hasta que ella logró escapar una vez de su prisión tras la Luna, y ambos hicieron el amor apasionadamente, cuando éste los sorprendió y estalló en ira. Entonces, el Dios del Rercuerdo, convirtiéndose en la más poderosa tormenta, trató de acabar con Lúralan, para vengar la traición.

El Semidios, oculto en el cuerpo de un elfo, al hacerle el amor a la Diosa, tuvo una maravillosa visión, y con ella, forjó la Corona Radiante, con la intención de regalársela. Se trataba de un objeto que brillaba de forma tan intensa que logró ahuyentar a la tormenta en que había tomado forma el Dios del Recuerdo. Pero la Corona Radiante, cómo Moulth, tenía una debilidad también: sólo brillaba cuando la Luna surcaba el cielo, y así, durante una noche de luna nueva, el Dios del Recuerdo, sabiéndolo, encontró a Lúralan, allá donde se ocultaba, y le dio muerte terrible...


Ambos lucharon con valor, pero la tormenta sacudió la tierra que Lúralan pisaba con tal fuerza, que éste fue incapaz de detener su golpe. Y sin el brillo de la Corona Radiante, el Dios del Recuerdo fue capaz de derrotarlo, haciéndole pagar su traición con mucho sufrimiento antes de morir.

Entonces Moulth, que no pudo observar el combate desigual desde el cielo, entristeció hasta tal punto, que la Corona Radiante no volvió a brillar en mucho tiempo. El Dios del Recuerdo, que jamás desistió en amar a la Luna y a la Diosa oculta tras su rostro de plata, decidió asegurarse de que el poderoso objeto quedara oculto en algún lugar del Mundo.

Y así fue como la Corona Radiante, el poderoso objeto que forjara Lúralan, Señor de la Luz y los Amaneceres, para regalársela a Moulth, permaneció en lo más recóndito. En torno a ella creció la leyenda, y muchos fueron los que desde entonces la buscaran. El Dios del Recuerdo le encargó cuidar de su secreto a la Orden Negra, quienes la mantuvieron oculta en un aletargado silencio…

Fue mucho tiempo después, cuando el héroe Belean, de Himn, desconocedor de la historia relatada, la robara y con ella lograra grandes hazañas. Él fue quien derrotara, sirviéndose del poder de la Corona Radiante, a Golöel, el Demonio Resentido imaginado en el Amor de Orfgod, dando fin a la Gran Guerra de la Roca.

Belean la ciñó majestuoso, e inscribió su nombre en las Crónicas del Tiempo. A su muerte, sus herederos la poseyeron, y muchos trataron de apoderarse de ella, sin conseguirlo, hasta que su legado murió, y la Corona Radiante quedó en trono vacío, a la espera de que alguien la ciñera valeroso, sin ánimo de mimar a la Luna, eterna prisión en movimiento de Moulth, Diosa de la Noche y las Estrellas, quien una vez se enamorara de Lúralan…



Memorias Olvidadas
Darka Treake

NOTA: La imagen, aunque apropiada para el relato, 
es una instantánea tomada anoche, de una tormenta eléctrica 
durante la erupción del volcán Eyjafjallajökul, en Islandia.

05 abril, 2010

Lendaia, la bruja de pelo azul

(. . .)

- Me lo dirás… Oh, créeme que me lo dirás antes de que acabe contigo. ¿Has conocido el dolor niña? ¿Sabes cómo se resiente el cuerpo humano cuando le corre el millar de energías que descarga un rayo? La piel se marchita como papel, y se consume el alma con el fuego de los avernos… Pero tú ya sabes de eso, ¿no? Dime, ¿Has hecho un trato con él? ¿Has caído en tal error? Te veo así de estúpida…

- No sabes de qué hablas.

- ¡Tú no lo sabes, niña! ¿Qué sabrás tú de los avernos, o del hambre de los demonios…?- Ambas permanecieron en silencio unos instantes, una escrutando a la otra, tratando de intuir más allá de la que cada una decía. La tormenta pareció incrementarse, los rayos azulados caían por todos lados. Tremendas explosiones estallaban en la arena o en el Río de los Faraones al tomar contacto con la energía de la tempestad.- Dime, Lyda, Señora de la Magia Mutable. ¿Dónde está el Lunariu? ¿Dónde lo has escondido?

- Jamás lo sabrás.

Entonces la Dama Negra sonrió para sí. Retirándose unos metros hacia atrás, dejando a Lyda ahí tirada.- Si desperté tu curiosidad, ahora sabrás lo que se siente…- Y elevó su báculo al cielo, y la piedra que tenía se iluminó en toda su negrura, y de ella brotó un haz de luz que se proyectó sobre la tormenta. Y así, un gran rayó cayó hacia la pirámide, yendo a parar justo sobre Lyda.

Nunca antes sintió un dolor tan horrible. Sus extremidades se estiraron, y su cabello se erizó, y con aquel tono rojizo pareció arder en llamas. Cuando logró respirar, aturdida, sólo pudo aspirar ese aroma a quemado, a piel y bello abrasados y tela chamuscada. Entonces lanzó un segundo hipo con el que casi se ahoga, y la sola idea de lo que se avecinaba cruzó su mente como un segundo horror que la heló por completo.

- Habla, niña. Dime dónde lo dejaste…

- Nunca…

Pero la Dama Negra no se daría por vencida. Apuntó con su bastón a Lyda, y habló con palabras inaudibles, y de nuevo la piedra negra se iluminó. Entonces Lyda sintió un mareo, seguido de un cansancio mental que nunca había experimentado. Millones de preguntas le acosaron, y algunas hasta hallaron respuesta, y comenzó a gritar de pánico.

La bruja elfa sonrío de nuevo, y su belleza maligna se acentúo en la noche, justo para torcerse en un miedo desconsiderado…- No… Se lo diste a él… ¿Cómo has sido capaz?- Y fue a golpearle con báculo descargando toda su ira, con la intención explícita de acabar con ella. Pero entonces algo se interpuso en el golpe, y Lyda vio sobre sí una nueva figura en la escena. Era una elfa que vestía de blanco, con una capa azul oscuro y el cabello suelto. Éste bailaba con la tempestad, en un tono azulado que emulaba a los rayos que caían por doquier. Lendaia, la bruja de pelo azul que Lyda andaba buscando, ni la miraba sobre su cabeza. Había parado el golpe de la Dama Negra con su espada, un filo muy hermoso de plata que sostenía con una sola mano y gran estilo.

Entonces Lyda, desde el suelo sintió unos nervios incontrolables que duraron el instante previo a la sensación de hipo. Y cuando lo soltó, llevándose la mano a la boca, aquella escena, que parecía congelada bajo la tormenta, terminó. Todo comenzó a temblar, y algunas piedras de la pirámide comenzaron a desmoronarse. Lendaia y la Dama Negra casi pierden el equilibrio, pero ambas se mantuvieron aguantando el golpe de la otra. Y Lyda, su cuerpo joven y esbelto, se fue convirtiendo en un monstruo horrible.

Toda su columna se fue agrandando, y de cada vertebra nacieron diferentes cuernos. Su piel se oscureció, volviéndose verdosa, y toda ella creció y creció, de forma que las dos elfas enfrentadas debieron retirarse. Lyda alcanzó a ver a Lendaia caer a un escalón más bajo, sobre un gran bloque que se desprendió con su aterrizaje, obligándola a saltar a otro. La Dama Negra permaneció en su sitio, retrocediendo, y Lyda siguió creciendo y creciendo en aquella forma horrenda. Sus brazos y piernas se ensancharon con músculos que no existían antes, y su piel se recubrió de escamas. Su cabello se perdió, volándose con la tormenta y desapareciendo en el aire, y su cabeza se convirtió en el busto de un reptil gigante. Y entre tanto horror, Lyda sólo fue consciente de sí misma, de la tormenta y la pirámide, pero había perdido de vista todo lo demás, y justo cuando sentía enfurecerse cada célula del cuerpo y sentir un ansia sin medida, perdió la razón, cayendo en una oscuridad que le nubló todo…

(. . .)



Este es el capítulo décimo octavo del cuento de Lyda de Lis.
¡Sólo quedan cinco para terminarlo!
Para leerlo entero, consúltese el siguiente enlace:

26 marzo, 2010

Teether y la planta triste

Teether, el gnomo amigo de U, tropezó con una enorme caracola y cayó de bruces sobre la arena, y el tiesto que iba cargando a todos lados rodó amenazando desprender sus flores sobre la arena de la playa. Aquellos días las hojas de la planta crecían en un tono oscurecido, estaban resecas, aunque sus tallos aun eran verdes y firmes. Las flores, además, las dos que había, que una vez fueron blancas y hermosas, ahora estaban marrones, mustias. Sus pétalos, que una vez fueron bellos y relucientes, hoy cubrían el tremendo pistilo amarillo sin fuerza, a punto de caer muertos. A pesar de ello, aun estaban perfumadas, y si te acercabas, llegabas a oler aquel aroma tan delicioso que solo esas dos flores tenían en el mundo…

Teether quedó ahí tirado unos instantes, agradeciendo que la planta no saliera de su tiesto improvisado, por miedo a que muriera, o a que ella misma decidiera plantarse allí, en aquella playa donde no tendría alimento alguno, salvo el salado traído por el mar… Pero entonces echó a correr y la recogió, y la abrazó con cuidado de no romper ni una sola de sus hojas, o de que cayeran sus pétalos mustios. Y se acordó de U, sintió ese vínculo que la planta tenía con la sirada, y supo que ella estaba triste, en alguna parte.

Recordó cuando U le contó que aquella planta, la única en su especie, había nacido de una pequeña semilla caída de su árbol consciente, en su oasis de sueño, junto a su estanque precioso. Según le dijo el árbol consciente a la sirada, la planta que naciera de aquella semilla sería especial, diferente a las demás. U y ella siempre estarían unidas. Si U estaba alegre, la planta crecería hermosa, brillante y llena de vigor. Pero si ella estaba triste, la planta iría perdiendo su fuerza y su belleza, poco a poco iría escapándosele la vida… El árbol consciente, además, advirtió a U de algo muy importante, si una de las dos moría, la otra también lo haría. Pero le dijo que no se preocupara, que mientras ella viviera feliz, y sonriera todo el tiempo con esos labios tan bonitos, la planta que naciera de aquella semilla sería hermosa y estaría llena de vida. No necesitaba alimento alguno, además de la alegría de U…

Pero en ese momento, en que Teether buscaba a U, a su sirada amada, a su amiga inseparable, la planta lloraba y se marchitaba. Poco a poco se estaba muriendo. Y eso sólo podía significa una cosa. Allá donde estuviera U, estaba triste, y lloraba. Y así pronto la planta moriría, y entonces lo haría también la sirada. Y de la misma manera, moriría el mismo pobre Teether, quien amaba a U sobre cualquier cosa en aquel recóndito mundo imaginado…

23 marzo, 2010

Cover, la otra versión de cada mundo personal

Vivimos en mundo que terminará siendo horrible. Yo lo sé porque me lo contó un… Es un secreto, pero os lo contaré. Guardádmelo, va? Me lo contó un conocido, un científico tan loco que inventó la máquina del tiempo, con una fórmula que guarda bajo llave y ni a mí me la enseñó. Me dijo que la alegría terminaría, que todos viviríamos tristes y que la amistad dejaría de existir. Pero no era todo malo en ese futuro asegurado. Me contó que en ese tiempo, aun lejano, que ninguno de los que hoy pisan la tierra vivirá, aun queda la esperanza, pues cada uno sabrá hallar la armonía entre el caos. La armonía personal, individual, es algo aun hoy es difícil de entrever, pero la encontraremos. Cada uno se creará una versión de su propio mundo. En ella, cada persona podrá ser feliz, imaginando entre la tristeza la alegría. Los caminos serán soleados, y las playas calmadas, los vientos soplarán cuando uno lo decida, los árboles crecerán, a diferencia de en el mundo real, y podremos ser felices por separado. Si uno quiere una casa en un árbol, allí permanecerá sonriendo, si uno se crea su propio retiro, en una casita alejada de todo, viviendo de lo que pesca, será feliz y dormirá con el estómago lleno, para siempre. La versión que cada uno cree de su propia realidad será suficiente para alimentarse, y para enriquecerse.

Todo cuanto nos rodeará será oscuro, los días ya no nacerán por el horizonte, pero nosotros sabremos crear soles en nuestra imaginación. Cada uno de nosotros verá su propio sol, unos serán amarillos, blancos e incandescentes, y otros rojos como atardeceres infinitos, otros púrpuras, o azules, verdes o del color en que cada uno conciba la paz.

Pero como la humanidad siempre albergó la avaricia, y la envidia, y el deseo de catástrofe, no faltarán en ese futuro aun lejano los avaros y codiciosos. Piratas de mundos paralelos, invasores en las versiones de los demás, en las armonías personales. Habrá quien, por entretenerse o por satisfacer su ansia de maldad, se cuele en los mundos individuales, se apodere de los sueños de los otros, y nos robe nuestros momentos. Cómo lo harán, no lo sé, pero serán capaces de entrar en nuestros lugares privados, de abordar nuestros secretos. Así podrán apropiarse de las historias paralelas que cada uno invente. Será gente sin imaginación, desolados en ese mundo horrible que aún está por acontecer, y que incapaces de crear su realidad paralela, se alimente de la de los demás.

Mientras unos duerman y sueñen despiertos con sus propias maravillas, ellos las abordarán desde sus navíos pirata, derramando pesadillas y robando fragmentos de imaginación. Sólo así serán capaces de formar sus propias realidades, y así resguardarse de ese mundo horrible que vendrá.

Por ello os cuento todo esto, para preveniros, para que leguéis a vuestros hijos e hijas este conocimiento, para que sepan crear, imaginar y soñar, y sobre todo defenderse de aquellos que traten de robarles sus realidades paralelas, las versiones de cada mundo personal…


14 marzo, 2010

El Rey Goromer, de Grrim

La puerta del palacio se abrió de golpe, chocando contra la pared, y dejando entrar una bocanada de aire frío y nieve que sacudió a todos los presentes. El fuego en el interior, situado al centro de la estancia, se tambaleó furioso, como si la ventisca que traía el recién llegado hubiera disturbado su calma… El guerrero entró y caminó firme. Iba ataviado con gruesas pieles, un yelmo con cuernos de dragón, y dos pesados martillos a la espalda. Sus botas habían recorrido un largo camino para traerle grandes nuevas al Rey, Goromer, de Grrim. Llegó ante el trono, donde el Rey, ebrio ya a esas horas de la noche, fornicaba con dos mujeres. Éste las empujó de encima suyo, quedó sentado en su trono de roca maciza, completamente desnudo, salvo por su corona de plata, que no se la quitaba ni para dormir. Tomó un sorbo de aguardiente y esperó a que el emisario hiciera una reverencia digna de sí. Sin ella no tendría derecho a hablar ante el Rey de Grrim. El recién llegado, a sabiendas del protocolo, se postró, arrodillando una pierna, se quitó el yelmo, y bajó la cabeza hasta que le dieran palabra.

- Hola, Rogho, llevábamos tiempo esperándote. Habla cuanto antes, y no escatimes en detalles.- La voz del Rey resonó en el gran salón, pues todos los presentes, la música y la fiesta, se habían detenido.

El emisario, sin levantar la cabeza, le habló, mirando a los pies descalzos de aquel hombre al que admiraba, y al que debía su vida y la de sus descendientes.- Mi Rey, es cierto. La Corona Radiante descansa en un trono vacío, esperando a ser ceñida por un alto señor…

- ¡Sí!- Gritó el Rey.- ¡Que suene la música, que continúen los bailes, y que las rameras sigan complaciéndonos! La celebración hasta ahora era por una esperanza. ¡Esta noche brindaremos por nuestra próxima conquista!- Esto último lo dijo de pie, elevando el cuerno que usaba por copa, y los vítores se elevaron en el salón, el gentío volvió a colmarlo todo, el fuego hasta estalló eufórico, y la música lo acompañó, en un redoble de tambores y una mezcla de cánticos y melodías de instrumentos de cuerda.- Mi buen Rogho, descansa esta noche, embriágate con la bebida de tu propia tierra, sáciate con alguna mujer, ¡y más le vale que te de cuánto mereces por tamaño recorrido y tales nuevas! Pues mañana ordenaré talar los bosques, acabaremos con todo árbol que aun se yergue en estas tierras, y pronto las naves estarán listas. En ellas nos haremos a la mar, y juntos regresaremos a la tierra que llaman Himn, donde los hombres esperan un Rey para ser gobernados…

06 marzo, 2010

La Dama Negra

Llevo unos días queriendo escribir un monográfico de la Dama Negra, uno de mis personajes preferidos. He pensado que puede ser un buen apartado para el blog, de vez en cuando hablaros sobre un personaje en concreto. En realidad ya lo hice en otras ocasiones, aunque no lo pensé como un nuevo apartado. Otros personajes de los que ya escribí monográficos aquí fueron Firin, de Firindain; Kalhia, de Quivarén; Murtagh, el Señor Caracol; Sebah, el Duende de Epoxi; o Ulara, la Llorona...


Pero hoy os hablaré de la Dama Negra, un personaje enigmático que dedicó sus vida a una empresa que jamás lograría cumplir.
Nunca he llegado a saber su nombre, pues seguramente fue conocida por diferentes en momentos y lugares diferentes... Pero en todo caso, siempre sería conocida por el sobrenombre de la Dama Negra.


Ella es una elfa, de la Alta Estirpe de Gelidén, los amantes de las estrellas, que en algún momento de su vida, siendo aun joven, pudo leer un Lunariu, y así descubrir que los Demonios Resentidos llegarían al mundo, para devastarlo. Así, la Dama Negra dedicaría su vida a evitar que estos crueles demonios fueran invocados en el mundo.
Ella es una hechicera misteriosa, una ermitaña, que prefiere la soledad a la insustancial compañía. Se oculta en diferentes sitios, sin una residencia habitual, y ha vivido para ver nacer y morir a muchísimas generaciones de hombres... Es muy poderosa.
El primer dato conocido que tengo de ella, es que estuvo en la Torre de Teth Nolin, durante la Llegada de la Llorona, en el año -1253 del calendario de los hombres del Viejo Mundo más occidental. Estos hechos se narran en El Cuento de Siläe. En aquel momento sería invocada Ulara, la Llorona, el Demonio Resentido imaginado en la Tristeza de Orfgod... La Dama Negrahabría acudido a la torre perdida en aquel inmenso desierto en que siempre es de noche, pero no habría logrado su empresa.

Hasta entonces, parece que los elfos del Bosque Encantado de Loth-Darien pordrían haberla estado dando asilo, aunque éste es un dato aun por confirmar.
Después de la Llegada de la Llorona, la Dama Negra debió ocultarse por diversos lugares, rondando de aquí y allá, tratando decambiar lo que se avecinaba. Presumiblemente, estuvo tratando de dar caza a Ulara, es posible que hasta se batieran en duelo en alguna ocasión, pero de ello nada quedó escrito, que se sepa.

Mucho tiempo después, en el año 1008 del calendario de los hombres, la Dama Negra volvió a aparecer en el Nuevo COntinente de Ülathar, tratando de evitar que Gingoen, el Demonio Resentido imaginado en la Impotencia de Orfgod, fuera llamado. Ello es relatado en el cuento de Lyda de Lis.
¡Habían pasado más de 2000 años de la llegada de la Llorona! La Dama Negra habitó de aqui y allá, siendo conocida siempre como una ermitaña, tratando de pasar desapercibida, y viviendo como pudo. Frecuentó la Torre del Recuerdo, donde pudo consultar algún Lunariu, los libros que hablan de la llegada de los Demonios Resentidos. Tal vez vivió allí, adorando al Dios del Recuerdo, una temporada... Esa torre está situada en las Montañas del Anochecer, en algún punto de los Reinos Enanos, y en ella se alberga la mayor biblioteca del mundo.

Pocos datos comprobados se tienen de la Dama Negra. Es probable que aparezca en otros cuentos, como el de El Eviterno, que hablará de la llegada de Evilized, el Demonio Resentido imaginado en el Deseo de Orfgod, pero aun debemos esperar para saberlo.

La Dama Negra siempre vivió a parte de la sociedad. Era una vagabunda, una ermitaña, y una poderosa hechicera. Siempre vistió de negro, como si preveyera un luto por lo que estaba a punto de acontecer... Portaba un precioso báculo, con el cual podía hacer magia, y con lo largos años de estudio y práctica, había alcanzado gran sabiduria.
En la mayoría de las ocasiones, los protagonistas de los cuentos en que se deja ver, la toman por una bruja con fines oscuros... Si hace el bien o el mal, es relativo. ¿Justifica el fin los medios? tal vez ése sea el gran debate que presenta este personaje... Ella sabe que se va a desatar un gran horror en el mundo, que viene dispuesto a devorarlo todo, y tratará de evitarlo a toda costa, pagando cualquier precio por ello...

Me encanta este personaje. Y me alegra saber que aun me queda mucho por descubrir de ella... Ya os iré contando!!

Darka.

28 febrero, 2010

El juego

Un lobo husmeaba el aire. Era de noche, pero la luna en el cénit iluminaba el bosque. A poca distancia escuchó algo, era un ciervo con una larga cornamenta… Más allá un caballo trató de relinchar, y a alguien casi se le escapa una risa en el intento. El lobo avanzó cauteloso, otro podría llegar y cobrarse su presa. Una hiena, menos fea de lo que debiera, le seguía al acecho de los restos que fuera a dejar. Al otro lado del barranco seco, un búho observaba la escena, se había subido a un árbol, y ahí se sentía seguro. La pantera no andaba lejos, era negra y caminaba a cuatro patas, moviéndose con un estilo peculiar para su especie. El elefante, el más pequeño de todos ellos, se le había escapado, y ahora se batiría con el lobo por el caballo o el ciervo. Sopló el aire, que agitó los árboles, y el búho temió caerse, pero se aferró bien a la rama. El caballo lanzó otro relincho, y ahora sí se escuchó una risa. A ese incauto parecía no importarle el juego, y estar deseando ser cazado. Una serpiente reptó por debajo del búho, sin verlo, y éste hasta sonrió.

El lobo se acercó al ciervo, y éste se dio cuenta, y comenzó a trotar hacia el barranco seco, sin saber que corría peligro de caerse, entonces el búho le grito, justo cuando la pantera le saltaba encima. El pobre ciervo cayó al suelo, y empezó a darle patadas a la pantera, que trataba de aferrarlo. Cuando apareció el lobo, saltando sobre ellos muy feroz, el caballo volvió a relinchar, a sabiendas que no iban a por él. La serpiente reptó deprisa, pensando que perdería la presa. El ciervo se debatió, entre si ser devorado por la pantera o por el lobo, que casi luchaban más entre ellos que por darle caza, pero viéndose perdido, fue a hacerle cosquillas al lobo. La pantera había llegado primero, y la presa era justa. Entonces el lobo, inevitablemente, se echó a reír a carcajadas. La pantera aprovechó el susto, y le apartó del ciervo, que ya se había dado por vencido. La pantera se anotó el tanto.

El caballo volvió a relinchar, y ahora se rieron todos.

- Ése es tonto…- Dijo el ciervo.- Así no vale, estoy solo en esto. No atrapareis al búho, ¡y el caballo es un traidor! No podemos ganar.

- Bueno, estás muerto. Así que ya da igual.- Dijo la pantera, y el ciervo, quitándose la cornamenta asintió. El niño que había bajo su disfraz se encogió de hombros y marchó de vuelta al campamento. La noche se había acabado para él.

El lobo corrió entonces, y la pantera salió detrás. La hiena los perdió y siguió al muchacho. Era el único que podía ganar puntos devorando a los muertos.

Cuando el lobo llegó hasta el caballo, lo derribo, y éste se dejó caer, muerto de la risa.- ¡Este juego es un rollo! Mañana yo seré la pantera…

Cuando ésta llegó, vio como el lobo le había robado el tanto. Iba ganando… Pero aun quedaba el elefante. Pantera y lobo se miraron, y corrieron, uno hacia el empate, y otro hacia la victoria. El elefante los esperaba, agotado por la carrera anterior, bajo un árbol, pero la serpiente ya le había encontrado. Se le aferró a una pierna, y justo aparecieron el lobo y la pantera, y todos terminaron en un torbellino de patadas y mordiscos. EL pobre elefante, indefenso, se puso a llorar, y todos supieron que el juego había terminado.

Cuando se quitaron las máscaras, cuatro niños, y un quinto sobre sus cabezas, se reían a moco tendido. Esta noche habían ganado los malos, mañana sería otro día de juego…

26 febrero, 2010

Publicación en Ícaro Incombustible nº6!

Hola a tod@s!!

Hoy vengo a contaros que acaba de salir el número 6 de la revista de arte independiente Ícaro Incombustible, y en ella me han publicado dos relatos que ya os presenté en el blog. Éstos son Dos Universos y El Pescador y el Trapecista.

Os dejo aquí la revista en formato incrustado desde issuu.com, el cual es muy cómodo para su lectura y consulta.
Espero que os guste!!

Saludos!
Darka.