09 septiembre, 2010

Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino

La nave zozobró con el oleaje a estribor, y después a babor, y U, asustada, se agarró fuertemente a los barrotes de su jaulita para pájaros. Aquellos mares eran muy arduos para la navegación, y la travesía se había ido complicando a medida que se acercaban a las Islas Flotantes. Estas tierras no se hallaban lejos de la Península de Vikinga, y el Príncipe Assul esperaba encontrar allí refugio y ayuda contra su padre. El viaje fue largo, y ella, que odiaba navegar, estaba harta de sentirse llena de sal sobre su suave piel, sin poder salir de esa jaulita que Assul siempre llevaba consigo, desde su camarote hasta el puente y a lo largo de toda la embarcación. Una vez, incluso la había subido al mayor para mirar desde la cofa, pero ella sólo vio mar a su alrededor, y la tormenta perpetua de los Mares de Eldor, el Torturado, que fueron dejando, primero a babor, y después a popa… Días después de haber perdido de vista a aquel tremendo monstruo de truenos y nubes, avistaron tierra, llegaban a las Islas Flotantes. Aquella costa era muy escarpada, tremendos acantilados se elevaban desde el mar, donde las olas rompían como si trataran de derrumbar unos muros infranqueables. U pensó que, aunque ella no lo viera, a lo largo de los milenios, las diminutas olas iban venciendo a la roca, y que la iban cambiando. Eso le dio esperanza en este mundo en que todo parecía perpetuo, y que iba descubriendo poco a poco. De entre todos los lugares que conoció mas allá de su charca, y de su árbol consciente, aquellas tierras fueron las que más la maravillaron, aunque eso lo sabría mas tarde. Los acantilados de la costa se fueron haciendo cada vez más altos, a medida que se acercaban, y el día fue transcurriendo bajo unos nubarrones grises que no iban a desaparecer en toda su estancia en la isla. Aquella luz gris, filtrada por las nubes, bañaba todo con una magia especial, y cuando la sirada respiró el olor de aquella tierra, sintió que aquel lugar era diferente. Habían llegado a Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino.

La nave surcó las olas que reventaban contra los acantilados, dejando Dunluce a un lado, para dirigirse a Puerto Cliath, que consistía en unos muelles en una playa cercana al castillo. El Príncipe Assul, la sirada y gran parte de la tripulación no pudieron evitar apostarse en el puente, a observar la belleza de la ciudad desde el mar. La fortaleza se elevaba al borde del acantilado, con sus altas murallas defendiendo de ataques marítimos. Era un gran castillo, que mostraba los torreones de una hermosa iglesia y de un gran palacio en su interior, pero lo más impresionante era que frente al acantilado se elevaba un escarpado promontorio separado de la tierra principal, donde habían levantado una atalaya fortificada. Esta sección de la fortaleza se unía a tierra a través de un imponente puente, bajo el cual, afiladas rocas sobresalían del mar. Aquél era un puesto perfecto para defenderse de ataques por mar y por tierra. Era el mejor lugar para edificar la torre donde debía vivir Caira, Señora de la Atalaya. A U le impresionó sobremanera que a ambos lados de la muralla que se levantaba al borde del acantilado, caían dos preciosas cascadas directamente al mar, que debían provenir del propio foso que rodeaba la fortaleza. Era un lugar mágico, impresionante, una atalaya inexpugnable, y Assul, sin dejar de mirarla, habló a la sirada, sabiendo lo intrigada que ella se sentía por el lugar.

(...)

Cuenta la leyenda que una vez un monstruo marino llego hasta aquí para acabar con la vieja ciudad, que por aquel entonces se llamaba Cliath, la Fortaleza de las Cascadas. El monstruo arremetió con todas sus fuerzas contra el acantilado, y Cliath se estremeció. Sus habitantes temieron ser devorados por la criatura marina, pero se defendieron tras sus altas murallas, y al final le dieron muerte, no sin sufrir su ferocidad, pues se levó muchas vidas en el ataque, o eso cuentan. Aquel monstruo, venido de las profundidades del océano, quedo aquí varado para siempre, y su cuerno quedó sobresaliendo del mar, junto a la costa. Y ahí es donde los habitantes de Cliath levantaron una atalaya fortificada, que unieron a la tierra por un puente de piedra. Desde entonces llamaron a la ciudad Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino.


Textos extraídos del capítulo XVIII de La Sirada
Dunluce, la Ataaya del Cuerno Marino
Darka Treake





Recién llegado de tierras celtas, donde he hallado gran inspiración, vengo a presentar tres textos del cuento de La Sirada, que ya he escrito. Cuando me marché, hace más de un mes, estaba un poco perdido, y no me salía nada, pero aquel lugar ha sido revelador...

Allí he pensado mucho en Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino, y en la parte del cuento que se desarrolla en este lugar, y por este momento del cuento. Esta parte estaba bastante negra antes, no sabía bien qué pasaba, sólo que Assul iba hasta allí con U, y que debían escapar, pues llegaba Goromer, para enfrentarse después en la Morada del Viento. Ahora ya sé muchas más cosas, conozco nuevos personajes que aparecen en el cuento, y puedo hablaros de ellos. He vuelto con las pilas cargadas.

Algunos de estos personajes nuevos son Caira, la Señora del Atolón, y la Bruja del Mar. Hoy vengo a presentaros los capítulo 18 y 20, además del Epílogo II del cuento.

2 comentarios:

Iskandar dijo...

Bienvenido a tierras hispanas Dr. Darka. ¿Cómo estas?¿cómo fue tu viaje a la verde Irlanda? ¿bonita verdad? Bueno, espero que haya ido bien, y hayas disfrutado y, sobretodo, que no me guardes rencor por mi desliz del último día, de verdad que se me olvidó por completo. Cuando vuelvas te invito a una Murphy para compensártelo.

Enhorabuena por el texto, veo que el viaje te ha inspirado.

¡Un abrazo crack!

Anónimo dijo...

Irlanda mola mucho.

09 septiembre, 2010

Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino

La nave zozobró con el oleaje a estribor, y después a babor, y U, asustada, se agarró fuertemente a los barrotes de su jaulita para pájaros. Aquellos mares eran muy arduos para la navegación, y la travesía se había ido complicando a medida que se acercaban a las Islas Flotantes. Estas tierras no se hallaban lejos de la Península de Vikinga, y el Príncipe Assul esperaba encontrar allí refugio y ayuda contra su padre. El viaje fue largo, y ella, que odiaba navegar, estaba harta de sentirse llena de sal sobre su suave piel, sin poder salir de esa jaulita que Assul siempre llevaba consigo, desde su camarote hasta el puente y a lo largo de toda la embarcación. Una vez, incluso la había subido al mayor para mirar desde la cofa, pero ella sólo vio mar a su alrededor, y la tormenta perpetua de los Mares de Eldor, el Torturado, que fueron dejando, primero a babor, y después a popa… Días después de haber perdido de vista a aquel tremendo monstruo de truenos y nubes, avistaron tierra, llegaban a las Islas Flotantes. Aquella costa era muy escarpada, tremendos acantilados se elevaban desde el mar, donde las olas rompían como si trataran de derrumbar unos muros infranqueables. U pensó que, aunque ella no lo viera, a lo largo de los milenios, las diminutas olas iban venciendo a la roca, y que la iban cambiando. Eso le dio esperanza en este mundo en que todo parecía perpetuo, y que iba descubriendo poco a poco. De entre todos los lugares que conoció mas allá de su charca, y de su árbol consciente, aquellas tierras fueron las que más la maravillaron, aunque eso lo sabría mas tarde. Los acantilados de la costa se fueron haciendo cada vez más altos, a medida que se acercaban, y el día fue transcurriendo bajo unos nubarrones grises que no iban a desaparecer en toda su estancia en la isla. Aquella luz gris, filtrada por las nubes, bañaba todo con una magia especial, y cuando la sirada respiró el olor de aquella tierra, sintió que aquel lugar era diferente. Habían llegado a Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino.

La nave surcó las olas que reventaban contra los acantilados, dejando Dunluce a un lado, para dirigirse a Puerto Cliath, que consistía en unos muelles en una playa cercana al castillo. El Príncipe Assul, la sirada y gran parte de la tripulación no pudieron evitar apostarse en el puente, a observar la belleza de la ciudad desde el mar. La fortaleza se elevaba al borde del acantilado, con sus altas murallas defendiendo de ataques marítimos. Era un gran castillo, que mostraba los torreones de una hermosa iglesia y de un gran palacio en su interior, pero lo más impresionante era que frente al acantilado se elevaba un escarpado promontorio separado de la tierra principal, donde habían levantado una atalaya fortificada. Esta sección de la fortaleza se unía a tierra a través de un imponente puente, bajo el cual, afiladas rocas sobresalían del mar. Aquél era un puesto perfecto para defenderse de ataques por mar y por tierra. Era el mejor lugar para edificar la torre donde debía vivir Caira, Señora de la Atalaya. A U le impresionó sobremanera que a ambos lados de la muralla que se levantaba al borde del acantilado, caían dos preciosas cascadas directamente al mar, que debían provenir del propio foso que rodeaba la fortaleza. Era un lugar mágico, impresionante, una atalaya inexpugnable, y Assul, sin dejar de mirarla, habló a la sirada, sabiendo lo intrigada que ella se sentía por el lugar.

(...)

Cuenta la leyenda que una vez un monstruo marino llego hasta aquí para acabar con la vieja ciudad, que por aquel entonces se llamaba Cliath, la Fortaleza de las Cascadas. El monstruo arremetió con todas sus fuerzas contra el acantilado, y Cliath se estremeció. Sus habitantes temieron ser devorados por la criatura marina, pero se defendieron tras sus altas murallas, y al final le dieron muerte, no sin sufrir su ferocidad, pues se levó muchas vidas en el ataque, o eso cuentan. Aquel monstruo, venido de las profundidades del océano, quedo aquí varado para siempre, y su cuerno quedó sobresaliendo del mar, junto a la costa. Y ahí es donde los habitantes de Cliath levantaron una atalaya fortificada, que unieron a la tierra por un puente de piedra. Desde entonces llamaron a la ciudad Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino.


Textos extraídos del capítulo XVIII de La Sirada
Dunluce, la Ataaya del Cuerno Marino
Darka Treake





Recién llegado de tierras celtas, donde he hallado gran inspiración, vengo a presentar tres textos del cuento de La Sirada, que ya he escrito. Cuando me marché, hace más de un mes, estaba un poco perdido, y no me salía nada, pero aquel lugar ha sido revelador...

Allí he pensado mucho en Dunluce, la Atalaya del Cuerno Marino, y en la parte del cuento que se desarrolla en este lugar, y por este momento del cuento. Esta parte estaba bastante negra antes, no sabía bien qué pasaba, sólo que Assul iba hasta allí con U, y que debían escapar, pues llegaba Goromer, para enfrentarse después en la Morada del Viento. Ahora ya sé muchas más cosas, conozco nuevos personajes que aparecen en el cuento, y puedo hablaros de ellos. He vuelto con las pilas cargadas.

Algunos de estos personajes nuevos son Caira, la Señora del Atolón, y la Bruja del Mar. Hoy vengo a presentaros los capítulo 18 y 20, además del Epílogo II del cuento.

2 comentarios:

Iskandar dijo...

Bienvenido a tierras hispanas Dr. Darka. ¿Cómo estas?¿cómo fue tu viaje a la verde Irlanda? ¿bonita verdad? Bueno, espero que haya ido bien, y hayas disfrutado y, sobretodo, que no me guardes rencor por mi desliz del último día, de verdad que se me olvidó por completo. Cuando vuelvas te invito a una Murphy para compensártelo.

Enhorabuena por el texto, veo que el viaje te ha inspirado.

¡Un abrazo crack!

Anónimo dijo...

Irlanda mola mucho.