10 marzo, 2007

Escenario II - ¡A cruzar el puente!

Escenario II de El Trono de Korr
¡A cruzar el puente!

Los cinco prisioneros llegaron a la bifurcación en el camino y frente a ellos habían ahora dos para seguir. Había andando en línea recta desde que escaparon del pueblo. Un larguísimo camino que atravesaba el árido desierto. Un aquel lugar en que siempre era de noche, dónde nada se veía a la redonda, salvo más y más desierto.

Andanor miró el cielo oscuro, y trató de orientarse una vez más con las estrellas. Hasta ahora se habían dirigido la norte, y ahora debían elegir si continuar ese rumbo, o desviarse al este. En realidad no era una elección, pues la segunda opción no era una posibilidad. Hacia el este estaba Karah, la Ciudad Oscura, una inmensa ciudad-santuario en mitad de la nada. De camino hasta allí, más cerca, había un castillo abandonado, de otros tiempos, ahora dejado a su propia merced. Lugar estratégico que seguro algún ejército trataría de reclamar...
Por otro lado, seguir al norte... Sólo la idea ya era descabellada. Al final sólo estaba la Nada. Donde se acababa el mundo. Tal vez, con suerte, se terminara por desviar al oeste, topándose con la Gran Grieta, aunque eso no era menos descorazonador. Ese camino debía haber sido construido para algo. A algún lugar debía conducir.
Aquellos caminos habían sido trazados hacía mucho para el movimiento de tropas, y eran anchos, cubiertos de adoquines de piedra. Una obra maestra de antaño. Si ése se dirigía la norte, es que en el norte había algo.

Hacía allí se dirigieron. Caminaron durante mucho tiempo, sin encontrarse a nadie. Se alimentaron de despojos del suelo y raíces, en ocasiones encontraban excrementos de roedores, y con suerte, el lujoso festín de una rata o conejo. Hasta que llegaron a un lugar. En efecto, era un puente que cruzaba la Gran Grieta.

Hacía mucho, mucho tiempo, según contaban las leyendas, los Dioses se habían peleado en aquella región, con tal ferocidad, que habían terminado por desgarrar el mundo. Aquella grieta era por donde el mundo se había roto... Consistía en dos acantilados opuestos, como si de un río profundo se tratara, sólo que no había nada, sólo una caída al infinito. Nada.

Aquella era una construcción ancestral. Un puente fuerte y resistente que cruzaba la Gran Grieta. Era el único que estaba construido, el único a lo largo de los miles de kilómetros que se extendía la Gran grieta hasta terminarse. Y claro, por ello, era una plaza estratégica muy importante.

Hasta hacía muy poco, había estado bajo dominio del Señor Oscuro. Pero con las últimas revueltas y maniobras de los orcos, éste había caído. Ahora estaba en manos de pielesverdes.
Pero no importaba. Ellos habían llegado hasta allí, y sabían que era el único sitio por donde cruzar al otro lado, al oeste de la Gran Grieta. No sabían muy bien aun a dónde dirigirse, pero el oeste siempre era mejor que el este.

Ocurrió que ellos llegaron en mal momento. Cuando estaban a unos escasos cincuenta metros, vieron que los orcos se preparaban para un combate, para defender el puente. Al otro lado de la Gran grieta, un tremendo contingente de soldados del Señor Oscuro se aproximaba. Debían ser al menos un millar de hombres. Tres veces más que los orcos del puente.

Venían del otro lado, y los orcos ni habían visto aun a los cinco guerreros, tan sólo se disponían a repeler el gran ataque. Iba a resultarles ciertamente difícil mantener la plaza, pero darían todo de sí para conseguirlo. Incluso la vida...


Ya está disponible el Escenario II de El Trono de Korr

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10 marzo, 2007

Escenario II - ¡A cruzar el puente!

Escenario II de El Trono de Korr
¡A cruzar el puente!

Los cinco prisioneros llegaron a la bifurcación en el camino y frente a ellos habían ahora dos para seguir. Había andando en línea recta desde que escaparon del pueblo. Un larguísimo camino que atravesaba el árido desierto. Un aquel lugar en que siempre era de noche, dónde nada se veía a la redonda, salvo más y más desierto.

Andanor miró el cielo oscuro, y trató de orientarse una vez más con las estrellas. Hasta ahora se habían dirigido la norte, y ahora debían elegir si continuar ese rumbo, o desviarse al este. En realidad no era una elección, pues la segunda opción no era una posibilidad. Hacia el este estaba Karah, la Ciudad Oscura, una inmensa ciudad-santuario en mitad de la nada. De camino hasta allí, más cerca, había un castillo abandonado, de otros tiempos, ahora dejado a su propia merced. Lugar estratégico que seguro algún ejército trataría de reclamar...
Por otro lado, seguir al norte... Sólo la idea ya era descabellada. Al final sólo estaba la Nada. Donde se acababa el mundo. Tal vez, con suerte, se terminara por desviar al oeste, topándose con la Gran Grieta, aunque eso no era menos descorazonador. Ese camino debía haber sido construido para algo. A algún lugar debía conducir.
Aquellos caminos habían sido trazados hacía mucho para el movimiento de tropas, y eran anchos, cubiertos de adoquines de piedra. Una obra maestra de antaño. Si ése se dirigía la norte, es que en el norte había algo.

Hacía allí se dirigieron. Caminaron durante mucho tiempo, sin encontrarse a nadie. Se alimentaron de despojos del suelo y raíces, en ocasiones encontraban excrementos de roedores, y con suerte, el lujoso festín de una rata o conejo. Hasta que llegaron a un lugar. En efecto, era un puente que cruzaba la Gran Grieta.

Hacía mucho, mucho tiempo, según contaban las leyendas, los Dioses se habían peleado en aquella región, con tal ferocidad, que habían terminado por desgarrar el mundo. Aquella grieta era por donde el mundo se había roto... Consistía en dos acantilados opuestos, como si de un río profundo se tratara, sólo que no había nada, sólo una caída al infinito. Nada.

Aquella era una construcción ancestral. Un puente fuerte y resistente que cruzaba la Gran Grieta. Era el único que estaba construido, el único a lo largo de los miles de kilómetros que se extendía la Gran grieta hasta terminarse. Y claro, por ello, era una plaza estratégica muy importante.

Hasta hacía muy poco, había estado bajo dominio del Señor Oscuro. Pero con las últimas revueltas y maniobras de los orcos, éste había caído. Ahora estaba en manos de pielesverdes.
Pero no importaba. Ellos habían llegado hasta allí, y sabían que era el único sitio por donde cruzar al otro lado, al oeste de la Gran Grieta. No sabían muy bien aun a dónde dirigirse, pero el oeste siempre era mejor que el este.

Ocurrió que ellos llegaron en mal momento. Cuando estaban a unos escasos cincuenta metros, vieron que los orcos se preparaban para un combate, para defender el puente. Al otro lado de la Gran grieta, un tremendo contingente de soldados del Señor Oscuro se aproximaba. Debían ser al menos un millar de hombres. Tres veces más que los orcos del puente.

Venían del otro lado, y los orcos ni habían visto aun a los cinco guerreros, tan sólo se disponían a repeler el gran ataque. Iba a resultarles ciertamente difícil mantener la plaza, pero darían todo de sí para conseguirlo. Incluso la vida...


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