29 agosto, 2009

El Valle de las Marismas




- Arrancaremoz la bocaza a todoz ezos eztúpidoz elfos y ze la haremoz comer para que jamáz vuelvan a insultarnoz ni a reirze de ningún orco!!!

- Pero, mi Zeñor, ezos elfoz azquerozos no podrán comerze zu propia bocaza si ze la hemos arrancado, no?

- ¡Calla, eztúpido goblin, o te arranco la bocaza zólo a ti!



Tras la guerra que libraron contra los despiadados elfos oscuros, los orcos y goblins se vieron obligados a retirarse y a reunir otra fuerza para plantarles cara de nuevo... Se replegaron en un lugar al que llamaron el Valle de las Marismas, donde los elfos oscuros les dieron caza.
Ambos contingentes levantaron un campamento y pronto se dispusieron a dominar la mayor cantidad de territorio posible. Sólo así podrían conquistar la capital de su enemigo...


¡¡Sí!! ¡Ya la tenemos lista! El próximo martes es el día.
Nos lo pasamos tan bien jugando el martes pasado, que vamos a repetir.
hemos cambiado algunas reglas, y hemos hecho que el mapa cobre mayor importancia. Ahora cada ejército no irá por libre, sino que debemos movernos de forma coherente sobre el mapa, dividido en territorios, delimitados con fronteras.
Además, el terreno está dividio por un río, que dará mucho juego a la campaña.
¡Vamos a tener que zurrarnos por el dominio de los puentes, para poder cruzar el río!
Y hemos cambiado los territorios, de forma que ahora hay más, y menos fuertes. Por lo que tendremos que dividir más nuestras fuerzas, y la cosa irá mas despacio. Dudo que esta vez lo terminemos en una sola jornada freaky.

Este es el mapa que vamos a utilizar. Aunque aun no están los territorios colocados, pues debe hacerse al azar y de mutuo acuerdo. Pronto lo tendremos decidido.





¡Yo ya tengo mi horda preparada! he hecho considerables cambios (más de los que esperaba, de hecho), con respecto a la anterior campaña. A ver qué tal me va ahora...
¡¡Qué ganas!!
Estas jornadas freakys, aunque lo hacemos muy muy de vez en cuando, son geniales. Lo pasamos en grande. ¡Esta vez no será menos!

27 agosto, 2009

El Día de la Sangre: La Guerra!!

Las hordas gritaron al unísono y estalló la batalla...

El pasado martes, mi archienemigo y gran compañero de batalla, y yo, libramos la campaña de Warhammer El Día de la Sangre, que llevábamos preparando varios meses.
Jugamos durante al menos 12 horas, parando sólo para cenar, más unas 3 o 4 horas de preparación, hizo un total de 16 horas de jornada warhammera. Quedamos a las 15.30 y nos íbamos a dormir a las 7 de la mañana!! Durante todo ese tiempo libramos un total de 4 batallas. Él llevaba Elfos Oscuros y yo Orcos y Goblins.

El Día de la Sangre ha sido una campaña basada en un mapa (que podéis ver aquí), en el que cada uno iba dirigiendo, en cada turno, sus tropas como mejor dispusiera. Ocurre que uno de los territorios, la Acrópolis (en el mapa sale como el castillo, pero lo cambiamos para evitar jugar asedios), era demasiado bueno, y los dos mandamos grandes fuerzas hacia allí en el primer turno...

La Primera Batalla por la Acrópolis


Nos plantamos en el centro del terreno, luchando él con una tercera parte de su ejército y yo con al menos la mitad del mío. Y todo pareció indicar al principio que los orcos vencerían. En el primer turno maté a su general de un virotazo!! Fue algo impensable, y sí, acierto, y cayó el general elfo oscuro. Vaya comienzo...
Pero él no se amedentró. Sin darme cuenta me envolvió los flancos, y caí en su trampa como un estúpido. En el centro, mis orcos negros se enfrentaron a sus verdugos, y a pesar de que vencí, acabaron con mi general orco negro... ¡¡Los dos generales habían caído en su primera batalla!! Cómo pintaban las cosas...
Al final, sólo se salvaron las máquinas de guerra y mis goblins nocturnos, y demasiado lejos como para reclamar el territorio, así contamos puntos de victoria y resulté perdedor con una diferencia de 200 puntos. Tristísimo! Fue una derrota humillante. Él resultó diezmado, pero había conquistado la acrópolis y el pueblo, así que podía cubrir bajas. Yo tuve que huir e iniciar una guerra de guerrillas.
Pero aquella fue una batalla en la que habrían nacido héroes, si es que llegan a sobrevivir, puesto que murió casi todo el mundo!!
El campeón de la unidad de verdugos, que dio muerte a un general orco negro; el campéon de la caballería gélida, que él solo, prácticamente, acabo con los orcos y los orcos salvajes!! Y no olvidemos a aquel goblin que disparó el virotazo que se incrustó en la cabeza del general elfo oscuro!!! Grandiosa batalla fue aquella...


La Batalla por el Trono del Poder


Tras andar escapándome, de territorio en territorio, al final nos encontramos en el Trono del Poder. El campo de batalla fue curioso, pues había un río que cruzaba el el terreno, dejando un cuadrante más apartado, donde desplegó el elfo oscuro. Ello determin la batalla.
De ahi estuvo acribillándome, y me causó muchas bajas. Sus jinetes élficos hicieron un papel grandioso, llegando hasta el corazón de mi filas, y acabando con mis máquinas de guerra.
Al final, me hice yo con el Trono del Poder, a pesar de su intento final de llegar con un regimiento. Pero fue mío.
Una victoria para mí que no me aportó grandes beneficios, sino más bajas que ganancias.


La Batalla por la Biblioteca del Saber


Nuestro siguiente encuentro fue en la Biblioteca del Saber, donde yo trataba de recuperarla y él tan sólo envío una avanzada de reconocimiento. Unos pocos jinetes élficos que no tardaron en huir amedrentados.
Logré el poder sobre la magia para mis orcos, pero no sería suficiente...


La Batalla final por la Acrópolis.


Mi planteamiento fue que tenía que atacar ya su capital, a la acrópolis o al pueblo, sus dos plazas donde se mantenía atrincherado. Y si atacaba, con lo dificil que lo tenía yo, pues me lanzaba a por el trofeo mayor. Así me lancé a por la Acrópolis.
Me mantuve en la retaguardia, atacando con la magia como pude, y logré causar algunos daños importantes: acabé con su hidra, que venía como una loca a escupirme, y con su carro, que también se aproximaba. Él acabó con mis unidades de orcos, que las diezmó hasta reducirlas a pocos componentes.
Al final, mis jinetes de lobo corrieron desde detrás de una colina y casi logran alcanzar la Acrópolis... Por escaos centímetros no logré mi objetivo.
Y al finalizar la batalla, mis Orcos hueron despavoridos, a por más muchachos para la revancha!!


Nos lo hemos pasado tan bien jugando esta campaña, que la semana que viene vamos a repetir.
Ahora, tras la experiencia, vamos a cambiar algunas reglas. Como la acrópolis, que no será tan fuerte. Ahora habrá más territorios y más igualados, para que haya que dividir el ejército más. Sino la cosa acaba muy rápido como nos paso. Me ganó en la primera batalla y caí en picado, ya no pude resurgir.
Ahora estará más igualada la cosa, pues no habrá grandes batallas hasta el final. Jugaremos con una capital cada uno a conquistar.

En cuanto tenga el mapa y las nuevas reglas actualizadas, os lo cuento.
El nombre de la próxima campaña será: El Valle de las Marismas.

24 agosto, 2009

Operación Pandemia

Breve documental sobre la Pandemia que azota nuestras saludes y bolsillos.
Sobran las palabras.
Vean, vean...

21 agosto, 2009

La Tragedia del Día y la Noche

El trovador reunió aquella mañana a muchos seguidores en la plaza. Era un bereber viejo, un trotamundos, famoso por sus cuentos de diferentes partes del mundo. Había recorrido y visto cosas que ni siquiera podríamos imaginar. Había estado en tierras donde la magia se permitía, y no se perseguía… Donde los ancianos sabios eran venerados, donde los dioses antiguos aun eran recordados. Lugares donde los reyes eran efímeros, y otros donde eran altos guerreros, ya conocidos como clásicos. Había visto bestias de grandes portes y fieros aspectos. Había pernoctado en los más oscuros abismos, y había regresado para hablarnos de ellos… Vestía una túnica gris y un turbante envolviéndole la cabeza. Tenía una barba oscura, sobre la piel bronceada, y hablaba con un acento que arrastraba las palabras, dando a su relato la fuerza de un antiguo cuentacuentos. Fumaba en pipa de marfil, y no tocaba ningún instrumento musical, pues según contó, jamás se había compuesto una melodía tan triste para acompañar este relato. Tituló el cuento La Tragedia del Día y la Noche. Según dijo, no era algo que él hubiera visto, sino un cuento popular de la sabana donde habitan las tribus Chagna, muy, muy al sur del Viejo Mundo, de hecho en otro continente, llamado Ülathar. Lo que si había visto, era la estatua del cuento, que aun se erguía, en recuerdo de lo que estaba a punto de narrarnos…

Aquellas estepas una vez fueron selva cubriendo una tierra que ahora se secaba bajo un sol incesante, donde ya sólo habitaban las tribus Chagna. Éstos eran pueblos nómadas que aun seguían los credos antiguos. Creían en el fuego, el viento y el agua, en el tiempo y la vejez, en el día y la noche… No vestían ropas, sólo pieles de animales fieros que aun corrían libres por aquellos parajes, con cuyos colmillos se armaban, combatían, y los daban caza. Se agujereaban la piel, para alojar huesos, piedras o argollas, y se tatuaban todo el cuerpo con símbolos religiosos. Aquellas gentes, nos contó, se reunían en diferentes tribus o clanes, que dominaban ciertos territorios en imperturbable paz. Cada tribu tenía una serie de chamanes, de sabios o sacerdotes, a quienes el pueblo seguía, pues ellos guiaban con la palabra de los dioses, a quienes llamaban en tiempos de necesidad. En eso no se diferenciaban mucho a nosotros, nos insultó. Los dioses Chagna aquí serían paganos y perseguidos, a diferencia de lo que harían ellos con los nuestros.

Nos habló entonces de sus ritos y creencias, de sus invocaciones, de sus llamadas a los dioses y de sus mitos. Y entre tantos nombres, hubo dos que adquirieron especial interés para los oídos de todos cuantos escuchábamos: Sanae y Xiam. Sanae era una de las chamanes más mayores de todas las tribus Chagna, una anciana muy venerada por su sabiduría y por sus logrados consejos. Era la chamán de la noche, la sacerdotisa de la Magia Nocturna, lo que aquí habríamos llamado una verdadera Bruja. Era seguidora de la noche, se comunicaba con los espíritus de la noche y amaba a la luna y las estrellas por igual. Dormía por el día y vivía por la noche, cuando rezaba y hablaba con los dioses de las tribus. Xiam, por el contrario, era una chaman muy joven, pero muy sabia. Era la chamán del día, la Bruja de la Magia Diurna. Adoraba al sol y le rezaba cual dios incandescente en la bóveda del día. Dormía por las noches y sólo vivía durante los días abrasadores de la sabana. Ambas eran incompatibles, pues habitaban reinos diferentes, Sanae habitaba la noche y Xiam el día. Pero una vez ocurrió algo inesperado, algo que conmocionó a las tribus, el mensaje de un dios. En aquel momento el día y la noche se unieron, fueron uno, y las tribus se reunieron para observar el fenómeno, y rezar a los dioses. Durante el día, cuando el sol se elevaba allá en lo alto, su luz cegadora fue menguando hasta desaparecer en una fina aureola, y se hizo la oscuridad. A dicho fenómeno, aquí lo llamamos eclipse de sol.

En aquel instante, durante la reunión de las tribus, Sanae y Xiam se conocieron. El eclipse duró los suficiente como para que ambas entablaran una amistad especial. Desde aquello, las sacerdotisas del día y la noche se hicieron amigas, y se reunieron cada ocaso y cada alba, en los últimos instantes en que una permanecía despierta, y cuando la otra justo acababa de despertar. Durante aquellos instantes, tantos y tantos amaneceres y crepúsculos, las dos intercambiaron conocimientos, experiencias, rituales y secretos. Fue una amistad que se alimentó con el conocimiento de una y la curiosidad de la otra, con las palabras y la brevedad del instante. Entre las dos chamanes nació una amistad que se fue tornando en romance, y de aquella unión surgió un amor entre las dos sacerdotisas que se hizo imposible.

Xiam habitaba el día, y Sanae, la noche. Cada ocaso y cada alba, en esos breves instantes en que el firmamento duda entre la noche y el día, ellas dos se abrazaban, se hablaban y se amaban. Pero aquel romance no podría durar demasiado, pues Sanae, que era la más mayor, no viviría mucho. Y Xiam, que era joven y la veía marcharse en vida, sin poder aprovechar el tiempo debido a sus diversas condiciones, decidió hacerle un regalo a Sanae.

Fue entonces cuando acudió hasta el Gran Volcán, donde por aquel entonces habitaba un demonio que deseaba ser invocado. El trovador bereber no quiso darnos su nombre, pues según dijo, aquel demonio hizo mucho daño un tiempo después de lo ocurrido en este cuento. Pero Xiam no sabía nada sobre él, salvo que era capaz de cumplir cualquier deseo. Cuando una persona está enamorada, a menudo desea cosas y toma decisiones sin mirar las consecuencias que vendrán. Y Xiam, así, hizo un trato con el demonio. Le pidió su regalo para Sanae, y el demonio se lo concedió, a cambio de su alma. Xiam, por amor, por descaro, creyendo que sus dioses protegerían su alma del demonio, y que en todo caso, sería al final de su vida cuando debiera entregarla, aceptó el trato. Pero se equivocaba.

Así, regresó Xiam con el regalo para Sanae. Y al mismo día siguiente, cuando Sanae aun dormía y ella rezaba, ocurrió un segundo eclipse que duró largos minutos. Las tribus se reunieron de nuevo, y Sanae despertó en mitad del día, pues éste se oscureció, volviéndose noche, y ambas, Xiam y Sanae pudieron encontrarse por largos minutos y amarse sin reparo.

Primero el sol se fue oscureciendo en el cielo, hasta que se convirtió en una aureola. Fue entonces cuando Sanae y Xiam se reunieron, se abrazaron y se besaron. Adoraron juntas al día y a la noche, unieron sus magias, y dieron gracias al demonio por regalarles eclipse. Pero en el momento en que la oscuridad fue clareando, y el sol asomando de nuevo en el cielo, Sanae sintió que Xiam, entre sus brazos, estaba cambiando… Su piel, tersa y joven, comenzó a endurecer. Sus piernas se hicieron pesadas y le fue imposible caminar. Sus movimientos, hasta ese momento rebosantes de agilidad y ritmo, se enlentecieron, y su rostro se fue apenando. La sonrisa que siempre lucía se fue apagando y en su mirada, a escasa distancia de Sanae, se fue volviendo gris y marchita. ¡Se estaba convirtiendo en piedra! Su cabello, anudado y enredado por los rituales, dejó de ondear al viento, para caer pesado sobre su espalda desnuda. Sus brazos dejaron de moverse, y el abrazo que se daban se convirtió en una postura fingida, un recuerdo de algo que jamás se repetiría. Cuando el sol volvió a lucir en lo alto, iluminando con su magia la Sabana de las tribus Chagna, Xiam era una estatua de piedra, pues su alma ya no le pertenecía, sino al demonio que le había engañado. Y a sus pies yacía la anciana Sanae, a quien la luz del día había cegado primero, y adormilado después.

Al caer la noche, cuando Sanae despertó, encontró a Xiam en aquel estado, y la sacerdotisa de la noche se horrorizo, quedando desconsolada y triste. Ya jamás sería la misma. Dicen que, desde aquello, durante la noche en la sabana se respira la pura tristeza, que cae del cielo nocturno envolviendo a los que no duermen. Y que durante el día, aquellos que le rezan a los dioses, o que invocan a la magia, no logran alcanzar su propósito en último término, pues falta algo que les ayude a invocar la Magia Diurna



11 agosto, 2009

El Cuentacuentos: ¿Quieres morir?

- ¿Quieres morir?

- Yo no puedo morir, inepto, soy un Dios.

- Lo sé, mi señor, pero siendo un Dios, que puede hacer todo menos morir, ¿no deseas saber qué se siente?

- Precisamente por un ser un Dios, puedo saber lo que quiera, cuando quiera.

- Entonces, mi señor, ¿qué se siente al morir?

- Saberlo sería experimentarlo. Y no arriesgaré mi trono en los cielos y avernos, por darte el gusto.

- Mi señor, no me darás el gusto a mí. Yo soy mortal, un esbirro que te adora y ama. Algún día seré polvo, tierra, y alimento de gusanos. Yo sabré lo que es morir.

- Cierto. Pobre inútil. No eres nada.

- No, mi señor. Pero ello me da doble ventaja sobre un Dios. Algún día me alcanzará la muerte, sabré qué se siente. Y por ello, ahora comprendo su significado. Mi vida es más intensa que la de un inmortal, mi señor, puesto que mi tiempo se agota y debo aprovecharlo. Saborear cada instante.

- Cierto.

- Pero tú, mi señor, no puedes saber lo que se siente.

- Sí puedo. Puedo saberlo cuando quiera. No será un hombre, mortal y ruin como tú, que nada vale pues es efímero, el que me diga a mí lo que puedo y no puedo. Voy a morir ahora, para saber lo que siente, antes que tú. Porque yo puedo. Puedo todo. Y tú eres nada.



Silencio...
Una sonrisa.
La libertad.




Para más historias...
El Cuentacuentos

04 agosto, 2009

Propiedades intelectuales

Estos días estoy trabajando (por fin!!) en el registro de la propiedad intelectual.
Para ello estoy utilizando la plataforma SafeCreative, dedicada específicamente a la protección de la propiedad intelectual digital.
Al registrar la obra (que puede ser casi de caulquier tipo, ya que internet ofrece múltiples posibilidades), puedes protegerla bajo diferentes licencias Creative Commons.
La premisa Creative Commons es la protección de las obras, pero dejando libre acceso a las mismas, lo que me parece muy sensato.

La licencia Creative Commons que he elegido permite la copia y la distribución de los textos, siempre y cuando se indique la autoría. Pero de ningún modo se permite el uso comercial ni la modificación de las obras.
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Por ello, en la barra lateral he dejado el siguiente texto a modo de aviso legal:

La web de La Leyenda de Golöel, su blog y todos sus contenidos, en los diferentes formatos presentados,
están inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual, por medio de la plataforma SafeCreative,
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que permite su copia y distribución, reconociendo siempre la autoría del trabajo.

De ningún modo están permitidos el uso comercial y/o modificación de los mismos.
Para trabajos derivados, póngase en contacto con el autor.


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Creative Commons License




Es más, no sólo quiero proteger mis textos publicados en internet, sino que a lo largo de este verano iré a la Oficina Provincial del Registro Central, que depende del Ministerio de Cultura, a registrar mis cuentos terminados.
(¿Cuándo vamos Macarrón? ¡Ponte buena!)
Aprovecho para decir que estoy (por fin también!!) revisando los cuentos que tenía pendientes de revisión: Kekpie, la Dama del Amanecer; Scrópolo, el Necrófago; Los Doce Navíos Elfos; La Leyenda del Sin Fin; y El Duende, la Doncella y el Monstruo del Lago.
Una vez los haya registrado, éstos junto a los que ya tenía terminados (un todal de diez cuentos, con el de Lyda de Lis) serán publicados, bajo estas licencias, en mi web.


Creo que el espítiru de las licencias Creative Commons es la más apropiada en un mundo invadido por los canones, en que la pirateria "parece hacer tanto daño"...
Pero no. Yo me proclamo a favor de la piratería.
Si el arte fuera libre, se autorregularía. Sería la calidad la que dictara los canones, el público sería libre de elegir, y no podrían vendernos tanto OT ni otros artes artificiales.
Esto es aplicable a todas las expresiones artísticas, pero como el campo de batalla más sangriento de hoy es en la música, basta decir que cuando no había tanta discográfica que dominara el mercado, cuando sólo existía la música en vivo, eran los grandes los que triunfaban.
Hoy quieren vendernos toda clase de mierda.

29 julio, 2009

Historia de una estatua de piedra


Mucho tiempo atrás, contó el dragón nimio, llegó a estas tierras un pueblo nómada. Vivían del pastoreo, y al encontrarse en estos parajes, se vieron maravillados. Era una tierra casi inexplorada, muy lejos de donde ellos habían venido, y decidieron quedarse. Todas aquellas montañas, llamadas ahora el Macizo de las Estatuas, fue para ellos una oportunidad, una tierra virgen donde sus rebaños podrían pastar sin temor, y donde decidieron asentarse un tiempo. Su apego fue aún mayor cuando su líder, un hombre muy anciano, murió amando este bosque. Por él, por su deseo de formar allí un hogar, se quedaron. Provenían del Viejo Mundo, otro continente muy al norte de aquí. Habían vivido entre montañas siempre, sintiéndose seguros entre las cumbres, por lo que eran conocidos allá a donde habían ido como un clan de hombres de alta montaña, o sólo montañeses. Algunos decían que eran una raza mestiza, entre enanos y hombres, aunque ni siquiera ellos lo creían.

Aquí vivieron hasta su fin, pues hace no mucho que se extinguió su cultura. Aquí descubrieron que las montañas, como el inmenso volcán, estaban habitadas por criaturas oscuras y peligrosas. El Dragón Dorado los atemorizó, pero no quisieron ya marcharse. Y desde entonces combatieron a los orcgluds, una raza de bestias que Lyda conocía bien, y a quienes evitaba. Eran unas criaturas de piel negra, del tamaño de un hombre, o incluso mayor, a pesar de caminar encorvados. Con la edad les crecían cuernos, en cualquier parte del cuerpo, y los ancianos a menudo no eran capaces ni de moverse por ello. Todos tenían el espinazo bien marcado, con pequeños de estos cuernos creciendo a lo largo de toda la espalda. Recordaban a los orcos, que también había por aquellas tierras, pero éstos eran peores, aseguró el dragón nimio. Vivían en túneles naturales del Gran Volcán, se alimentaban de raíces y de todas aquellas presas que lograban capturas. Adoraban a Mëryl, el Dorado, el cual los repudiaba y a menudo utilizaba. Lyda los había visto alguna vez, pero siempre había huido pues la atemorizaban. Los orcgluds no vestían ropa, salvo una máscara horrorosa que infundía un terror incomprensible al que los miraba... Su líder portaba además el Medallón del Dragón, hecho con una escama del mismísimo Mëryl, según se decía, de oro puro. A éste se le llamaba Umbduch, como al primer líder al que el dragón le dio el medallón. Desde entonces todos heredaban el amuleto y el nombre a modo de título. Llevaban allí muchísimo tiempo, tanto que ya se había olvidado su origen. Al parecer lucharon en las Guerras del Desierto, contra los elfos que habitaron Nilith tanto tiempo atrás, una ciudad en ruinas en la costa oriental de Ülathar, no muy lejos de donde se encontraban. Ya quedaban muy pocos, pero los suficientes para suponer un peligro para los montañeses.

En sus últimos momentos, el clan decidió que para acabar con los orcgluds debían acabar con Mëryl, el Dragón Dorado que habitaba el Gran Volcán. Y fue Dristan McKeltar el elegido para tamaña empresa. Aquel hombre que Lyda tenía delante había venido hasta aquí a derrotar al dragón para salvar a su pueblo. Fue considerado un gran héroe, y ahora no era más que una estatua de piedra. Poco después de aquello, al no regresar Dristan, llegó el final de los montañeses. Los orcgluds acabaron con los que quedaban de ellos, otros huyeron y como consecuencia, su cultura ya se había perdido. Aquel pueblo ya no existía, y Dristan, en la forma de aquella estatua, era el único recuerdo que quedaba de ellos.

En su recorrer en busca del dragón, Dristan McKeltar había dado con la figura del elfo Quinos, amo del dragón nimio, y ambos habían hablado, justo antes de que Drsitan se convirtiera en piedra. Según le contó a Lyda, el guerrero de las altas montañas le dijo al dragón que ya había escuchado la voz, y que le había hecho la promesa. El dragón nimio le dijo entonces que ya estaba perdido, pero que a Dristan no le importó, pues con su promesa se había asegurado la gloria, y el recuerdo...

Cuando se marchó, y se encontraba en el lugar donde estaban Lyda y el dragón nimio hablando, apareció el Dragón Dorado, y se dispuso a combatirle. Pero justo en el momento en que se iban a enfrentar, Dristan se transformó en la estatua de piedra que era ahora...

Así había sido. Aquella era la historia de Dristan McKeltar. El dragón dudaba si habría logrado su empresa, pues derrotar al gran dragón era un mérito digno de un gran guerrero, a pesar de que Dristan le había parecido muy valeroso y diestro. Pero, según se contaba, Mëryl, el Dragón Dorado, se había enfrentado a los dioses y había sobrevivido a su ira...



Éste es el capítulo IV del cuento de Lyda de Lis.
También he terminado el capítulo III, por título El dragón nimio, pero me faltán unos retoques que no me permiten aun mostrároslo!!
Pero en resumen, viene a contar cómo Lyda da con la estatua de Dristan.
Allí será un dragón nimio quien le cuente esta historia.

He decidido, además, añadir un nuevo episodio, el que será el V, con el título
El sueño de la estatua.

Pronto os enseño más!!




Estos días estoy trabajando en la inscripción del registro de propiedad intelectual.
Esta obra ya está inscrita:
Safe Creative #0908034193029

22 julio, 2009

La Señora de la Magia Mutable

La muchacha batió las manos llenas de dados tan fuerte como pudo, y cuando se detuvo, miró directamente a los ojos a la anciana que tenía delante. Aquellos ojos amarillos, profundos como el atardecer, te dejaban atontado si permanecías más de un segundo mirándolos. La bruja lo sabía, y bien que le sacaba partido. La chica abrió las manos sobre la mesa y el destino en la forma de una docena de dados cayeron sobre el tepate cubierto de inscripciones y coloridos exóticos. La chica, muy despacio, apartó las manos. Ya no dependía de ella. Su suerte estaba echada. Ahora sólo había que leerlo. En ese momento, la bruja, sentada justo en frente, en esa mesa redonda y pequeña, comenzó a contar como si le fuera la vida en ello. Ambas manos se movían de dado a dado, y sus dedos iban contando los valores de los dados al pasar por encima, mientras, parecía, los iba anotando en la cabeza. A la chica le pareció que pasó varias veces por cada dado. Había un dado de cuatro caras, tres dados de seis, un dado de ocho, un dado de diez, tres dados de doce lados, uno de veinte, uno de cien y uno que debía tener incluso más allá de cien caras, y que no tenía números, sino unas inscripciones incomprensibles. Cada dado era de un color diferente, y a la luz de la vela sobre la mesita la escena no parecía verosímil.

- Ciento treinta y dos.- Dijo la bruja escasos segundos después. La chica dudó si era cierto o si se había inventado la cifra, pues a ella le habría resultado imposible contar a tal velocidad.- Pero,- Se dispuso a añadir la bruja señalando el dado que no tenía números.- este dado indica que el valor debe dividirse por tres. Por lo tanto tu resultado es cuarenta y cuatro.- Para la chica, es como si la bruja hablara en otro idioma. Cuarenta y cuatro, pues cuarenta y cuatro. ¿Y eso qué significaba?- El doble cuatro indica valor. No significa que vayas a hacerlo, sólo que eres capaz. ¿Ves el dado de cuatro? En él obtuviste un tres, lo que le quita valor a tu doble cuatro. Pero en los de seis has sacado un cuatro, y dos doses, lo que podría indicar que vas a hacerlo.- La bruja hablaba a toda prisa, sin dejar que la chica razonara su comentarios, sin importarle demasiado. Movía ambas manos sobre el extraño tapete, dirigiéndose a los diferentes dados que iba nombrando, como si todo aquello tuviese un sentido que sólo ella pudiera ver, o que fuera una gran mentira, o que fuese la auténtica verdad del mundo.- En el de veinte, en cambio, ha sido un veinte, máxima puntuación. El dado de veinte es el de la fuerza. Así que si lo haces, es probable que te resulte. Pero hay un problema. Has sacado tres seises. ¿Ves? En el dado de diez, y en dos de los de doce. Eso indica un posible fracaso. Si hubiera sido en tres dados iguales, los de doce o los de seis, yo te aconsejaría que no lo hicieras, pues las consecuencias podrían ser terribles, pero si ha sido en dos de los de doce y en el de diez... Es posible que no signifique nada, o que te vaya mal. En todo caso, el cincuenta y uno te indica que el azar no está de tu lado, pero tampoco en tu contra. Todo depende de ti. Yo te diría, como consejo personal, que lo hagas, pues sino la duda se acomodará en ti y jamás podrás resolverla. Y los dados te dan valor y fuerza, aunque no te aseguran el éxito.

La bruja se calló, como si aquel veredicto fuera definitivo e inapelable. El destino estaba leído. Pero la chica no había comprendido nada. Fue a hablar, pero la bruja endureció los ojos, ni te atrevas, le decían en ese amarillo profundo. Aun así, ella pagaba, ella preguntaba.

- Pero... ¿Si no tengo un destino sobre esta cuestión, cómo puedo resolver el asunto?- Ella lo único que quería saber era si podía ir a ver a un hombre, del que estaba enamorada, y si éste le invitaría a un paseo, o una cena. Pero la bruja no le estaba ayudando nada.

- ¡Sí tienes un destino!- Casi le gritó, escupiendo las palabras de su garganta arrugada.- Todos lo tenemos. Es sólo que el destino no es definitivo. Siempre puede cambiar. Todo depende de lo que tú decidas hacer. Los dados sólo son una herramienta para leerlo. ¿No esperarías una respuesta contundente sobre un futuro incierto, verdad? Eso sería absolutamente ridículo.


(...)


La Señora de la Magia Mutable
Lyda de Lis. Historia de una estatua de piedra
Darka Treake





Hoy os dejo este fragmento, introducción de la Señora de la Magia Mutable, capítulo segundo del cuanto de Lyda de Lis. No os dejo aquí la versión descargable, aunque ya la haya subido, porque estoy pensando en algunos cambios.
Pero este fragmento me gustó como quedó, y quería mostrároslo.
Ya estoy con el tercer capítulo del cuento, y tengo ya escritos el quinto y sexto. La verdad es que va más avanzado de lo que esperaba. Os dejo aquí la lista de capítulos:

Lista de capítulos (Provisional)

Prólogo. Lluvia

LIBRO PRIMERO. El Lunariu

1. Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños
2. La Señora de la Magia Mutable
3. El dragón nimio
4. Historia de una estatua de piedra
5. El sueño de la estatua
6. La advertencia del hombre extraño

7. Sebah, el duende de epoxi
8. Las botas bajo la cama
9. La última baronesa
10. Autorretrato
11. La Voz del Demonio
12. La Dama Negra
13. El Lunariu
14. Mircea, la Señora que guarda la Entrada
15. El muñeco
16. Impotencia


LIBRO SEGUNDO. La Fortaleza

17. Murtagh, el Señor Caracol
18. Lluvia
19. Lendaia, la bruja de pelo azul
20. Gudrun, la bruja orcglud
21. El arco de entrada
22. La Fortaleza
23. Gingoen, el Demonio Resentido
24. La estatua de piedra

Epílogo. El pacto de Dristán con Gingoen




Pronto vuelvo con más!!

19 julio, 2009

Concurso literario en LYF

Hola!!

Vengo a contaros que me he presentado a un concurso literario propuesto en el blog LYF - Lietaratura Youth Fantasy.
Lo llevan dos chicas muy entusiastas, en el que hablan de lietaratura fantástica, lo vi y me pareció muy interesante, y propuesto un concurso como éste, cuya premisa es escribir un relato sobre dragones, me animé de inmediato.



Una de las condiciones en las bases, es anunciar el concurso en el blog de los participantes, así que aquí estoy, cumpliendo.

El relato con el que me presento es Lluvia (entrada del 20 de septiembre de 2008), Prólogo al cuento de Lyda de Lis. Historia de una estatua de Piedra.

A ver si alquien más se anima y les envía algo!! Hay de término hasta el 30 de julio.

Sólo era eso!!
Pronto más!!
Darka.

16 julio, 2009

Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños

Lyda abrió los ojos en la noche y se inundó de pánico al encontrarse completamente a oscuras. Aun no se había dormido, cierto era que solía tardar en hacerlo una vez acostada, y aquella noche llevaba un rato en la cama cuando sintió aquella brisa colarse bajo el umbral de la puerta, apagando la vela. La bonita muchacha no podía dormir sin una luz que le iluminara la oscuridad. La sensación de que algo acechaba en las sombras era algo que le venía persiguiendo desde que era niña, y contra la que ya se había dado por vencida. Simplemente no podía dormir a oscuras, no podía si quiera estar a oscuras. Le daba un miedo irracional, un pánico tal, que en ocasiones hasta le había hecho dudar de lo real y de lo que podía no parecer real…

Al sentir aquella sensación de ahogo, como si la oscuridad lo envolviera todo, apretándola, se levantó y apresurada se dirigió a la vela apagada, entonces, en sus dedos, brotó una llamarada roja, que le devolvió la seguridad a la cámara. Y así, acercando las yemas de sus dedos ardientes, prendió la vela sobre la encimera.

Su pequeño hogar consistía en una estancia circular, con una cama, un baúl, un armario y una cocina improvisada junto a la chimenea. En el suelo, cubriendo el espacio que quedaba a los pies de la cama, bajo el baúl, una antigua alfombra, ya raída tras el paso del tiempo, que aun mostraba un escudo familiar olvidado: una Flor de Lis en terciopelo de plata gastada. Lyda, para evitar que se repitiera la intromisión, arrojó un trapo al umbral de la puerta que daba al jardín. Ahora la fría noche no podría colarse para dejarla de nuevo a oscuras…

Aquella noche Lyda durmió inquieta, sintiendo la presencia que acechaba, pero la mañana llegó pronto y pudo olvidarse de ella mientras el sol surcaba iluminando el cielo. Así vivía Lyda, disfrutando los días, viviendo el momento, y temiendo las noches, deseando que acabaran pronto.

A la mañana siguiente, Lyda se levantó con la extraña sensación de aquello que le había rondado por la noche, pero trató de olvidarlo todo. Últimamente el sentimiento de aquella presencia nocturna era más latente. Incluso alguna vez había llegado a escuchar alguna voz en la oscuridad... Pero resuelta a olvidarlo todo, al menos mientras durase el día, salió a su jardín y la hermosa visión de los frutales y las flores le regocijó. Lyda era una joven esbelta, preciosa y con muchos secretos. Su cabello rojo, de un color ígneo fulgurante daba cuenta de sus peculiaridades. Se trataba de una chica solitaria, con demasiadas rarezas como para que algún cualquiera la entendiera. Además, a ella tampoco le gustaba la gente cualquiera. Vivía sola en su casita, en mitad de las junglas de Agana, al sur del Gran Volcán, en el inmenso continente de Ülathar, muy al sur del Viejo Mundo. Aquella mañana, como de costumbre, Lyda vestía el camisón que además utilizaba para dormir. Era de un color verdoso claro, estampado con cientos de pequeños símbolos en forma de la Flor de Lis, como su emblema familiar, ya olvidado en aquella región del mundo. Siempre iba descalza. Se acercó a la platanera y bostezó tras morder un rico plátano, y el aire a su alrededor flotó hasta sus pulmones. Un aire fresco de las montañas, húmedo como el bosque de cuento en que vivía, de árboles retorcidos, cubiertos de musgo, y helechos, rocas y tierra empapada por doquier. A Lyda le encantaba aquel lugar, y su olor mágico. Le hacía sentirse viva, llena de energía. Cuando hubo tomado todo el fruto, movió la mano dando una vuelta sobre la muñeca, y la cascara amarillenta se transformó en florecillas diminutas que cayeron entre sus dedos al pasto. La chica pelirroja sonrió, era un pequeño juego personal: eran preferibles las flores a los desperdicios… Fue entonces cuando, sin pensarlo dos veces, echó a volar. Ahora, el camisón a modo de túnica se fue tornando en aterciopelado, para después convertirse en un manto de incontables plumas rojizas que cubrieron su cuerpo, como piel de ave milenaria, mientras que sus pies descalzos se elevaron convirtiéndose en pezuñas. Sus brazos se batieron para iniciar el vuelo, mientras que se agrandaban hasta tornarse en tremendas alas. Su cuerpo disminuyó de tamaño y cambió de forma, y su rostro, tan suave y hermoso como era, se alargó hasta que sus labios fueron un pico afilado… Y es que Lyda era una bruja, una hechicera que dominaba la Magia Mutable. Y así, con el cuerpo de un águila rojiza, emprendió el vuelo hacia la falda norte del Gran Volcán, más allá de los límites del Bosque de Agana, donde vivía una de sus mejores y más antiguas amigas, Onírica, la Bruja de los Sueños.


(...)


Fragmento de Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños
Lyda de Lis. Historia de una Estatua de Piedra
Darka Treake



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Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños




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29 agosto, 2009

El Valle de las Marismas




- Arrancaremoz la bocaza a todoz ezos eztúpidoz elfos y ze la haremoz comer para que jamáz vuelvan a insultarnoz ni a reirze de ningún orco!!!

- Pero, mi Zeñor, ezos elfoz azquerozos no podrán comerze zu propia bocaza si ze la hemos arrancado, no?

- ¡Calla, eztúpido goblin, o te arranco la bocaza zólo a ti!



Tras la guerra que libraron contra los despiadados elfos oscuros, los orcos y goblins se vieron obligados a retirarse y a reunir otra fuerza para plantarles cara de nuevo... Se replegaron en un lugar al que llamaron el Valle de las Marismas, donde los elfos oscuros les dieron caza.
Ambos contingentes levantaron un campamento y pronto se dispusieron a dominar la mayor cantidad de territorio posible. Sólo así podrían conquistar la capital de su enemigo...


¡¡Sí!! ¡Ya la tenemos lista! El próximo martes es el día.
Nos lo pasamos tan bien jugando el martes pasado, que vamos a repetir.
hemos cambiado algunas reglas, y hemos hecho que el mapa cobre mayor importancia. Ahora cada ejército no irá por libre, sino que debemos movernos de forma coherente sobre el mapa, dividido en territorios, delimitados con fronteras.
Además, el terreno está dividio por un río, que dará mucho juego a la campaña.
¡Vamos a tener que zurrarnos por el dominio de los puentes, para poder cruzar el río!
Y hemos cambiado los territorios, de forma que ahora hay más, y menos fuertes. Por lo que tendremos que dividir más nuestras fuerzas, y la cosa irá mas despacio. Dudo que esta vez lo terminemos en una sola jornada freaky.

Este es el mapa que vamos a utilizar. Aunque aun no están los territorios colocados, pues debe hacerse al azar y de mutuo acuerdo. Pronto lo tendremos decidido.





¡Yo ya tengo mi horda preparada! he hecho considerables cambios (más de los que esperaba, de hecho), con respecto a la anterior campaña. A ver qué tal me va ahora...
¡¡Qué ganas!!
Estas jornadas freakys, aunque lo hacemos muy muy de vez en cuando, son geniales. Lo pasamos en grande. ¡Esta vez no será menos!

27 agosto, 2009

El Día de la Sangre: La Guerra!!

Las hordas gritaron al unísono y estalló la batalla...

El pasado martes, mi archienemigo y gran compañero de batalla, y yo, libramos la campaña de Warhammer El Día de la Sangre, que llevábamos preparando varios meses.
Jugamos durante al menos 12 horas, parando sólo para cenar, más unas 3 o 4 horas de preparación, hizo un total de 16 horas de jornada warhammera. Quedamos a las 15.30 y nos íbamos a dormir a las 7 de la mañana!! Durante todo ese tiempo libramos un total de 4 batallas. Él llevaba Elfos Oscuros y yo Orcos y Goblins.

El Día de la Sangre ha sido una campaña basada en un mapa (que podéis ver aquí), en el que cada uno iba dirigiendo, en cada turno, sus tropas como mejor dispusiera. Ocurre que uno de los territorios, la Acrópolis (en el mapa sale como el castillo, pero lo cambiamos para evitar jugar asedios), era demasiado bueno, y los dos mandamos grandes fuerzas hacia allí en el primer turno...

La Primera Batalla por la Acrópolis


Nos plantamos en el centro del terreno, luchando él con una tercera parte de su ejército y yo con al menos la mitad del mío. Y todo pareció indicar al principio que los orcos vencerían. En el primer turno maté a su general de un virotazo!! Fue algo impensable, y sí, acierto, y cayó el general elfo oscuro. Vaya comienzo...
Pero él no se amedentró. Sin darme cuenta me envolvió los flancos, y caí en su trampa como un estúpido. En el centro, mis orcos negros se enfrentaron a sus verdugos, y a pesar de que vencí, acabaron con mi general orco negro... ¡¡Los dos generales habían caído en su primera batalla!! Cómo pintaban las cosas...
Al final, sólo se salvaron las máquinas de guerra y mis goblins nocturnos, y demasiado lejos como para reclamar el territorio, así contamos puntos de victoria y resulté perdedor con una diferencia de 200 puntos. Tristísimo! Fue una derrota humillante. Él resultó diezmado, pero había conquistado la acrópolis y el pueblo, así que podía cubrir bajas. Yo tuve que huir e iniciar una guerra de guerrillas.
Pero aquella fue una batalla en la que habrían nacido héroes, si es que llegan a sobrevivir, puesto que murió casi todo el mundo!!
El campeón de la unidad de verdugos, que dio muerte a un general orco negro; el campéon de la caballería gélida, que él solo, prácticamente, acabo con los orcos y los orcos salvajes!! Y no olvidemos a aquel goblin que disparó el virotazo que se incrustó en la cabeza del general elfo oscuro!!! Grandiosa batalla fue aquella...


La Batalla por el Trono del Poder


Tras andar escapándome, de territorio en territorio, al final nos encontramos en el Trono del Poder. El campo de batalla fue curioso, pues había un río que cruzaba el el terreno, dejando un cuadrante más apartado, donde desplegó el elfo oscuro. Ello determin la batalla.
De ahi estuvo acribillándome, y me causó muchas bajas. Sus jinetes élficos hicieron un papel grandioso, llegando hasta el corazón de mi filas, y acabando con mis máquinas de guerra.
Al final, me hice yo con el Trono del Poder, a pesar de su intento final de llegar con un regimiento. Pero fue mío.
Una victoria para mí que no me aportó grandes beneficios, sino más bajas que ganancias.


La Batalla por la Biblioteca del Saber


Nuestro siguiente encuentro fue en la Biblioteca del Saber, donde yo trataba de recuperarla y él tan sólo envío una avanzada de reconocimiento. Unos pocos jinetes élficos que no tardaron en huir amedrentados.
Logré el poder sobre la magia para mis orcos, pero no sería suficiente...


La Batalla final por la Acrópolis.


Mi planteamiento fue que tenía que atacar ya su capital, a la acrópolis o al pueblo, sus dos plazas donde se mantenía atrincherado. Y si atacaba, con lo dificil que lo tenía yo, pues me lanzaba a por el trofeo mayor. Así me lancé a por la Acrópolis.
Me mantuve en la retaguardia, atacando con la magia como pude, y logré causar algunos daños importantes: acabé con su hidra, que venía como una loca a escupirme, y con su carro, que también se aproximaba. Él acabó con mis unidades de orcos, que las diezmó hasta reducirlas a pocos componentes.
Al final, mis jinetes de lobo corrieron desde detrás de una colina y casi logran alcanzar la Acrópolis... Por escaos centímetros no logré mi objetivo.
Y al finalizar la batalla, mis Orcos hueron despavoridos, a por más muchachos para la revancha!!


Nos lo hemos pasado tan bien jugando esta campaña, que la semana que viene vamos a repetir.
Ahora, tras la experiencia, vamos a cambiar algunas reglas. Como la acrópolis, que no será tan fuerte. Ahora habrá más territorios y más igualados, para que haya que dividir el ejército más. Sino la cosa acaba muy rápido como nos paso. Me ganó en la primera batalla y caí en picado, ya no pude resurgir.
Ahora estará más igualada la cosa, pues no habrá grandes batallas hasta el final. Jugaremos con una capital cada uno a conquistar.

En cuanto tenga el mapa y las nuevas reglas actualizadas, os lo cuento.
El nombre de la próxima campaña será: El Valle de las Marismas.

24 agosto, 2009

Operación Pandemia

Breve documental sobre la Pandemia que azota nuestras saludes y bolsillos.
Sobran las palabras.
Vean, vean...

21 agosto, 2009

La Tragedia del Día y la Noche

El trovador reunió aquella mañana a muchos seguidores en la plaza. Era un bereber viejo, un trotamundos, famoso por sus cuentos de diferentes partes del mundo. Había recorrido y visto cosas que ni siquiera podríamos imaginar. Había estado en tierras donde la magia se permitía, y no se perseguía… Donde los ancianos sabios eran venerados, donde los dioses antiguos aun eran recordados. Lugares donde los reyes eran efímeros, y otros donde eran altos guerreros, ya conocidos como clásicos. Había visto bestias de grandes portes y fieros aspectos. Había pernoctado en los más oscuros abismos, y había regresado para hablarnos de ellos… Vestía una túnica gris y un turbante envolviéndole la cabeza. Tenía una barba oscura, sobre la piel bronceada, y hablaba con un acento que arrastraba las palabras, dando a su relato la fuerza de un antiguo cuentacuentos. Fumaba en pipa de marfil, y no tocaba ningún instrumento musical, pues según contó, jamás se había compuesto una melodía tan triste para acompañar este relato. Tituló el cuento La Tragedia del Día y la Noche. Según dijo, no era algo que él hubiera visto, sino un cuento popular de la sabana donde habitan las tribus Chagna, muy, muy al sur del Viejo Mundo, de hecho en otro continente, llamado Ülathar. Lo que si había visto, era la estatua del cuento, que aun se erguía, en recuerdo de lo que estaba a punto de narrarnos…

Aquellas estepas una vez fueron selva cubriendo una tierra que ahora se secaba bajo un sol incesante, donde ya sólo habitaban las tribus Chagna. Éstos eran pueblos nómadas que aun seguían los credos antiguos. Creían en el fuego, el viento y el agua, en el tiempo y la vejez, en el día y la noche… No vestían ropas, sólo pieles de animales fieros que aun corrían libres por aquellos parajes, con cuyos colmillos se armaban, combatían, y los daban caza. Se agujereaban la piel, para alojar huesos, piedras o argollas, y se tatuaban todo el cuerpo con símbolos religiosos. Aquellas gentes, nos contó, se reunían en diferentes tribus o clanes, que dominaban ciertos territorios en imperturbable paz. Cada tribu tenía una serie de chamanes, de sabios o sacerdotes, a quienes el pueblo seguía, pues ellos guiaban con la palabra de los dioses, a quienes llamaban en tiempos de necesidad. En eso no se diferenciaban mucho a nosotros, nos insultó. Los dioses Chagna aquí serían paganos y perseguidos, a diferencia de lo que harían ellos con los nuestros.

Nos habló entonces de sus ritos y creencias, de sus invocaciones, de sus llamadas a los dioses y de sus mitos. Y entre tantos nombres, hubo dos que adquirieron especial interés para los oídos de todos cuantos escuchábamos: Sanae y Xiam. Sanae era una de las chamanes más mayores de todas las tribus Chagna, una anciana muy venerada por su sabiduría y por sus logrados consejos. Era la chamán de la noche, la sacerdotisa de la Magia Nocturna, lo que aquí habríamos llamado una verdadera Bruja. Era seguidora de la noche, se comunicaba con los espíritus de la noche y amaba a la luna y las estrellas por igual. Dormía por el día y vivía por la noche, cuando rezaba y hablaba con los dioses de las tribus. Xiam, por el contrario, era una chaman muy joven, pero muy sabia. Era la chamán del día, la Bruja de la Magia Diurna. Adoraba al sol y le rezaba cual dios incandescente en la bóveda del día. Dormía por las noches y sólo vivía durante los días abrasadores de la sabana. Ambas eran incompatibles, pues habitaban reinos diferentes, Sanae habitaba la noche y Xiam el día. Pero una vez ocurrió algo inesperado, algo que conmocionó a las tribus, el mensaje de un dios. En aquel momento el día y la noche se unieron, fueron uno, y las tribus se reunieron para observar el fenómeno, y rezar a los dioses. Durante el día, cuando el sol se elevaba allá en lo alto, su luz cegadora fue menguando hasta desaparecer en una fina aureola, y se hizo la oscuridad. A dicho fenómeno, aquí lo llamamos eclipse de sol.

En aquel instante, durante la reunión de las tribus, Sanae y Xiam se conocieron. El eclipse duró los suficiente como para que ambas entablaran una amistad especial. Desde aquello, las sacerdotisas del día y la noche se hicieron amigas, y se reunieron cada ocaso y cada alba, en los últimos instantes en que una permanecía despierta, y cuando la otra justo acababa de despertar. Durante aquellos instantes, tantos y tantos amaneceres y crepúsculos, las dos intercambiaron conocimientos, experiencias, rituales y secretos. Fue una amistad que se alimentó con el conocimiento de una y la curiosidad de la otra, con las palabras y la brevedad del instante. Entre las dos chamanes nació una amistad que se fue tornando en romance, y de aquella unión surgió un amor entre las dos sacerdotisas que se hizo imposible.

Xiam habitaba el día, y Sanae, la noche. Cada ocaso y cada alba, en esos breves instantes en que el firmamento duda entre la noche y el día, ellas dos se abrazaban, se hablaban y se amaban. Pero aquel romance no podría durar demasiado, pues Sanae, que era la más mayor, no viviría mucho. Y Xiam, que era joven y la veía marcharse en vida, sin poder aprovechar el tiempo debido a sus diversas condiciones, decidió hacerle un regalo a Sanae.

Fue entonces cuando acudió hasta el Gran Volcán, donde por aquel entonces habitaba un demonio que deseaba ser invocado. El trovador bereber no quiso darnos su nombre, pues según dijo, aquel demonio hizo mucho daño un tiempo después de lo ocurrido en este cuento. Pero Xiam no sabía nada sobre él, salvo que era capaz de cumplir cualquier deseo. Cuando una persona está enamorada, a menudo desea cosas y toma decisiones sin mirar las consecuencias que vendrán. Y Xiam, así, hizo un trato con el demonio. Le pidió su regalo para Sanae, y el demonio se lo concedió, a cambio de su alma. Xiam, por amor, por descaro, creyendo que sus dioses protegerían su alma del demonio, y que en todo caso, sería al final de su vida cuando debiera entregarla, aceptó el trato. Pero se equivocaba.

Así, regresó Xiam con el regalo para Sanae. Y al mismo día siguiente, cuando Sanae aun dormía y ella rezaba, ocurrió un segundo eclipse que duró largos minutos. Las tribus se reunieron de nuevo, y Sanae despertó en mitad del día, pues éste se oscureció, volviéndose noche, y ambas, Xiam y Sanae pudieron encontrarse por largos minutos y amarse sin reparo.

Primero el sol se fue oscureciendo en el cielo, hasta que se convirtió en una aureola. Fue entonces cuando Sanae y Xiam se reunieron, se abrazaron y se besaron. Adoraron juntas al día y a la noche, unieron sus magias, y dieron gracias al demonio por regalarles eclipse. Pero en el momento en que la oscuridad fue clareando, y el sol asomando de nuevo en el cielo, Sanae sintió que Xiam, entre sus brazos, estaba cambiando… Su piel, tersa y joven, comenzó a endurecer. Sus piernas se hicieron pesadas y le fue imposible caminar. Sus movimientos, hasta ese momento rebosantes de agilidad y ritmo, se enlentecieron, y su rostro se fue apenando. La sonrisa que siempre lucía se fue apagando y en su mirada, a escasa distancia de Sanae, se fue volviendo gris y marchita. ¡Se estaba convirtiendo en piedra! Su cabello, anudado y enredado por los rituales, dejó de ondear al viento, para caer pesado sobre su espalda desnuda. Sus brazos dejaron de moverse, y el abrazo que se daban se convirtió en una postura fingida, un recuerdo de algo que jamás se repetiría. Cuando el sol volvió a lucir en lo alto, iluminando con su magia la Sabana de las tribus Chagna, Xiam era una estatua de piedra, pues su alma ya no le pertenecía, sino al demonio que le había engañado. Y a sus pies yacía la anciana Sanae, a quien la luz del día había cegado primero, y adormilado después.

Al caer la noche, cuando Sanae despertó, encontró a Xiam en aquel estado, y la sacerdotisa de la noche se horrorizo, quedando desconsolada y triste. Ya jamás sería la misma. Dicen que, desde aquello, durante la noche en la sabana se respira la pura tristeza, que cae del cielo nocturno envolviendo a los que no duermen. Y que durante el día, aquellos que le rezan a los dioses, o que invocan a la magia, no logran alcanzar su propósito en último término, pues falta algo que les ayude a invocar la Magia Diurna



11 agosto, 2009

El Cuentacuentos: ¿Quieres morir?

- ¿Quieres morir?

- Yo no puedo morir, inepto, soy un Dios.

- Lo sé, mi señor, pero siendo un Dios, que puede hacer todo menos morir, ¿no deseas saber qué se siente?

- Precisamente por un ser un Dios, puedo saber lo que quiera, cuando quiera.

- Entonces, mi señor, ¿qué se siente al morir?

- Saberlo sería experimentarlo. Y no arriesgaré mi trono en los cielos y avernos, por darte el gusto.

- Mi señor, no me darás el gusto a mí. Yo soy mortal, un esbirro que te adora y ama. Algún día seré polvo, tierra, y alimento de gusanos. Yo sabré lo que es morir.

- Cierto. Pobre inútil. No eres nada.

- No, mi señor. Pero ello me da doble ventaja sobre un Dios. Algún día me alcanzará la muerte, sabré qué se siente. Y por ello, ahora comprendo su significado. Mi vida es más intensa que la de un inmortal, mi señor, puesto que mi tiempo se agota y debo aprovecharlo. Saborear cada instante.

- Cierto.

- Pero tú, mi señor, no puedes saber lo que se siente.

- Sí puedo. Puedo saberlo cuando quiera. No será un hombre, mortal y ruin como tú, que nada vale pues es efímero, el que me diga a mí lo que puedo y no puedo. Voy a morir ahora, para saber lo que siente, antes que tú. Porque yo puedo. Puedo todo. Y tú eres nada.



Silencio...
Una sonrisa.
La libertad.




Para más historias...
El Cuentacuentos

04 agosto, 2009

Propiedades intelectuales

Estos días estoy trabajando (por fin!!) en el registro de la propiedad intelectual.
Para ello estoy utilizando la plataforma SafeCreative, dedicada específicamente a la protección de la propiedad intelectual digital.
Al registrar la obra (que puede ser casi de caulquier tipo, ya que internet ofrece múltiples posibilidades), puedes protegerla bajo diferentes licencias Creative Commons.
La premisa Creative Commons es la protección de las obras, pero dejando libre acceso a las mismas, lo que me parece muy sensato.

La licencia Creative Commons que he elegido permite la copia y la distribución de los textos, siempre y cuando se indique la autoría. Pero de ningún modo se permite el uso comercial ni la modificación de las obras.
Esta licencia viene definida con la siguiente etiqueta de Creative Commons (CC):

Creative Commons License


Por ello, en la barra lateral he dejado el siguiente texto a modo de aviso legal:

La web de La Leyenda de Golöel, su blog y todos sus contenidos, en los diferentes formatos presentados,
están inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual, por medio de la plataforma SafeCreative,
y protegidos con una licencia Creative Commons,
que permite su copia y distribución, reconociendo siempre la autoría del trabajo.

De ningún modo están permitidos el uso comercial y/o modificación de los mismos.
Para trabajos derivados, póngase en contacto con el autor.


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Creative Commons License




Es más, no sólo quiero proteger mis textos publicados en internet, sino que a lo largo de este verano iré a la Oficina Provincial del Registro Central, que depende del Ministerio de Cultura, a registrar mis cuentos terminados.
(¿Cuándo vamos Macarrón? ¡Ponte buena!)
Aprovecho para decir que estoy (por fin también!!) revisando los cuentos que tenía pendientes de revisión: Kekpie, la Dama del Amanecer; Scrópolo, el Necrófago; Los Doce Navíos Elfos; La Leyenda del Sin Fin; y El Duende, la Doncella y el Monstruo del Lago.
Una vez los haya registrado, éstos junto a los que ya tenía terminados (un todal de diez cuentos, con el de Lyda de Lis) serán publicados, bajo estas licencias, en mi web.


Creo que el espítiru de las licencias Creative Commons es la más apropiada en un mundo invadido por los canones, en que la pirateria "parece hacer tanto daño"...
Pero no. Yo me proclamo a favor de la piratería.
Si el arte fuera libre, se autorregularía. Sería la calidad la que dictara los canones, el público sería libre de elegir, y no podrían vendernos tanto OT ni otros artes artificiales.
Esto es aplicable a todas las expresiones artísticas, pero como el campo de batalla más sangriento de hoy es en la música, basta decir que cuando no había tanta discográfica que dominara el mercado, cuando sólo existía la música en vivo, eran los grandes los que triunfaban.
Hoy quieren vendernos toda clase de mierda.

29 julio, 2009

Historia de una estatua de piedra


Mucho tiempo atrás, contó el dragón nimio, llegó a estas tierras un pueblo nómada. Vivían del pastoreo, y al encontrarse en estos parajes, se vieron maravillados. Era una tierra casi inexplorada, muy lejos de donde ellos habían venido, y decidieron quedarse. Todas aquellas montañas, llamadas ahora el Macizo de las Estatuas, fue para ellos una oportunidad, una tierra virgen donde sus rebaños podrían pastar sin temor, y donde decidieron asentarse un tiempo. Su apego fue aún mayor cuando su líder, un hombre muy anciano, murió amando este bosque. Por él, por su deseo de formar allí un hogar, se quedaron. Provenían del Viejo Mundo, otro continente muy al norte de aquí. Habían vivido entre montañas siempre, sintiéndose seguros entre las cumbres, por lo que eran conocidos allá a donde habían ido como un clan de hombres de alta montaña, o sólo montañeses. Algunos decían que eran una raza mestiza, entre enanos y hombres, aunque ni siquiera ellos lo creían.

Aquí vivieron hasta su fin, pues hace no mucho que se extinguió su cultura. Aquí descubrieron que las montañas, como el inmenso volcán, estaban habitadas por criaturas oscuras y peligrosas. El Dragón Dorado los atemorizó, pero no quisieron ya marcharse. Y desde entonces combatieron a los orcgluds, una raza de bestias que Lyda conocía bien, y a quienes evitaba. Eran unas criaturas de piel negra, del tamaño de un hombre, o incluso mayor, a pesar de caminar encorvados. Con la edad les crecían cuernos, en cualquier parte del cuerpo, y los ancianos a menudo no eran capaces ni de moverse por ello. Todos tenían el espinazo bien marcado, con pequeños de estos cuernos creciendo a lo largo de toda la espalda. Recordaban a los orcos, que también había por aquellas tierras, pero éstos eran peores, aseguró el dragón nimio. Vivían en túneles naturales del Gran Volcán, se alimentaban de raíces y de todas aquellas presas que lograban capturas. Adoraban a Mëryl, el Dorado, el cual los repudiaba y a menudo utilizaba. Lyda los había visto alguna vez, pero siempre había huido pues la atemorizaban. Los orcgluds no vestían ropa, salvo una máscara horrorosa que infundía un terror incomprensible al que los miraba... Su líder portaba además el Medallón del Dragón, hecho con una escama del mismísimo Mëryl, según se decía, de oro puro. A éste se le llamaba Umbduch, como al primer líder al que el dragón le dio el medallón. Desde entonces todos heredaban el amuleto y el nombre a modo de título. Llevaban allí muchísimo tiempo, tanto que ya se había olvidado su origen. Al parecer lucharon en las Guerras del Desierto, contra los elfos que habitaron Nilith tanto tiempo atrás, una ciudad en ruinas en la costa oriental de Ülathar, no muy lejos de donde se encontraban. Ya quedaban muy pocos, pero los suficientes para suponer un peligro para los montañeses.

En sus últimos momentos, el clan decidió que para acabar con los orcgluds debían acabar con Mëryl, el Dragón Dorado que habitaba el Gran Volcán. Y fue Dristan McKeltar el elegido para tamaña empresa. Aquel hombre que Lyda tenía delante había venido hasta aquí a derrotar al dragón para salvar a su pueblo. Fue considerado un gran héroe, y ahora no era más que una estatua de piedra. Poco después de aquello, al no regresar Dristan, llegó el final de los montañeses. Los orcgluds acabaron con los que quedaban de ellos, otros huyeron y como consecuencia, su cultura ya se había perdido. Aquel pueblo ya no existía, y Dristan, en la forma de aquella estatua, era el único recuerdo que quedaba de ellos.

En su recorrer en busca del dragón, Dristan McKeltar había dado con la figura del elfo Quinos, amo del dragón nimio, y ambos habían hablado, justo antes de que Drsitan se convirtiera en piedra. Según le contó a Lyda, el guerrero de las altas montañas le dijo al dragón que ya había escuchado la voz, y que le había hecho la promesa. El dragón nimio le dijo entonces que ya estaba perdido, pero que a Dristan no le importó, pues con su promesa se había asegurado la gloria, y el recuerdo...

Cuando se marchó, y se encontraba en el lugar donde estaban Lyda y el dragón nimio hablando, apareció el Dragón Dorado, y se dispuso a combatirle. Pero justo en el momento en que se iban a enfrentar, Dristan se transformó en la estatua de piedra que era ahora...

Así había sido. Aquella era la historia de Dristan McKeltar. El dragón dudaba si habría logrado su empresa, pues derrotar al gran dragón era un mérito digno de un gran guerrero, a pesar de que Dristan le había parecido muy valeroso y diestro. Pero, según se contaba, Mëryl, el Dragón Dorado, se había enfrentado a los dioses y había sobrevivido a su ira...



Éste es el capítulo IV del cuento de Lyda de Lis.
También he terminado el capítulo III, por título El dragón nimio, pero me faltán unos retoques que no me permiten aun mostrároslo!!
Pero en resumen, viene a contar cómo Lyda da con la estatua de Dristan.
Allí será un dragón nimio quien le cuente esta historia.

He decidido, además, añadir un nuevo episodio, el que será el V, con el título
El sueño de la estatua.

Pronto os enseño más!!




Estos días estoy trabajando en la inscripción del registro de propiedad intelectual.
Esta obra ya está inscrita:
Safe Creative #0908034193029

22 julio, 2009

La Señora de la Magia Mutable

La muchacha batió las manos llenas de dados tan fuerte como pudo, y cuando se detuvo, miró directamente a los ojos a la anciana que tenía delante. Aquellos ojos amarillos, profundos como el atardecer, te dejaban atontado si permanecías más de un segundo mirándolos. La bruja lo sabía, y bien que le sacaba partido. La chica abrió las manos sobre la mesa y el destino en la forma de una docena de dados cayeron sobre el tepate cubierto de inscripciones y coloridos exóticos. La chica, muy despacio, apartó las manos. Ya no dependía de ella. Su suerte estaba echada. Ahora sólo había que leerlo. En ese momento, la bruja, sentada justo en frente, en esa mesa redonda y pequeña, comenzó a contar como si le fuera la vida en ello. Ambas manos se movían de dado a dado, y sus dedos iban contando los valores de los dados al pasar por encima, mientras, parecía, los iba anotando en la cabeza. A la chica le pareció que pasó varias veces por cada dado. Había un dado de cuatro caras, tres dados de seis, un dado de ocho, un dado de diez, tres dados de doce lados, uno de veinte, uno de cien y uno que debía tener incluso más allá de cien caras, y que no tenía números, sino unas inscripciones incomprensibles. Cada dado era de un color diferente, y a la luz de la vela sobre la mesita la escena no parecía verosímil.

- Ciento treinta y dos.- Dijo la bruja escasos segundos después. La chica dudó si era cierto o si se había inventado la cifra, pues a ella le habría resultado imposible contar a tal velocidad.- Pero,- Se dispuso a añadir la bruja señalando el dado que no tenía números.- este dado indica que el valor debe dividirse por tres. Por lo tanto tu resultado es cuarenta y cuatro.- Para la chica, es como si la bruja hablara en otro idioma. Cuarenta y cuatro, pues cuarenta y cuatro. ¿Y eso qué significaba?- El doble cuatro indica valor. No significa que vayas a hacerlo, sólo que eres capaz. ¿Ves el dado de cuatro? En él obtuviste un tres, lo que le quita valor a tu doble cuatro. Pero en los de seis has sacado un cuatro, y dos doses, lo que podría indicar que vas a hacerlo.- La bruja hablaba a toda prisa, sin dejar que la chica razonara su comentarios, sin importarle demasiado. Movía ambas manos sobre el extraño tapete, dirigiéndose a los diferentes dados que iba nombrando, como si todo aquello tuviese un sentido que sólo ella pudiera ver, o que fuera una gran mentira, o que fuese la auténtica verdad del mundo.- En el de veinte, en cambio, ha sido un veinte, máxima puntuación. El dado de veinte es el de la fuerza. Así que si lo haces, es probable que te resulte. Pero hay un problema. Has sacado tres seises. ¿Ves? En el dado de diez, y en dos de los de doce. Eso indica un posible fracaso. Si hubiera sido en tres dados iguales, los de doce o los de seis, yo te aconsejaría que no lo hicieras, pues las consecuencias podrían ser terribles, pero si ha sido en dos de los de doce y en el de diez... Es posible que no signifique nada, o que te vaya mal. En todo caso, el cincuenta y uno te indica que el azar no está de tu lado, pero tampoco en tu contra. Todo depende de ti. Yo te diría, como consejo personal, que lo hagas, pues sino la duda se acomodará en ti y jamás podrás resolverla. Y los dados te dan valor y fuerza, aunque no te aseguran el éxito.

La bruja se calló, como si aquel veredicto fuera definitivo e inapelable. El destino estaba leído. Pero la chica no había comprendido nada. Fue a hablar, pero la bruja endureció los ojos, ni te atrevas, le decían en ese amarillo profundo. Aun así, ella pagaba, ella preguntaba.

- Pero... ¿Si no tengo un destino sobre esta cuestión, cómo puedo resolver el asunto?- Ella lo único que quería saber era si podía ir a ver a un hombre, del que estaba enamorada, y si éste le invitaría a un paseo, o una cena. Pero la bruja no le estaba ayudando nada.

- ¡Sí tienes un destino!- Casi le gritó, escupiendo las palabras de su garganta arrugada.- Todos lo tenemos. Es sólo que el destino no es definitivo. Siempre puede cambiar. Todo depende de lo que tú decidas hacer. Los dados sólo son una herramienta para leerlo. ¿No esperarías una respuesta contundente sobre un futuro incierto, verdad? Eso sería absolutamente ridículo.


(...)


La Señora de la Magia Mutable
Lyda de Lis. Historia de una estatua de piedra
Darka Treake





Hoy os dejo este fragmento, introducción de la Señora de la Magia Mutable, capítulo segundo del cuanto de Lyda de Lis. No os dejo aquí la versión descargable, aunque ya la haya subido, porque estoy pensando en algunos cambios.
Pero este fragmento me gustó como quedó, y quería mostrároslo.
Ya estoy con el tercer capítulo del cuento, y tengo ya escritos el quinto y sexto. La verdad es que va más avanzado de lo que esperaba. Os dejo aquí la lista de capítulos:

Lista de capítulos (Provisional)

Prólogo. Lluvia

LIBRO PRIMERO. El Lunariu

1. Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños
2. La Señora de la Magia Mutable
3. El dragón nimio
4. Historia de una estatua de piedra
5. El sueño de la estatua
6. La advertencia del hombre extraño

7. Sebah, el duende de epoxi
8. Las botas bajo la cama
9. La última baronesa
10. Autorretrato
11. La Voz del Demonio
12. La Dama Negra
13. El Lunariu
14. Mircea, la Señora que guarda la Entrada
15. El muñeco
16. Impotencia


LIBRO SEGUNDO. La Fortaleza

17. Murtagh, el Señor Caracol
18. Lluvia
19. Lendaia, la bruja de pelo azul
20. Gudrun, la bruja orcglud
21. El arco de entrada
22. La Fortaleza
23. Gingoen, el Demonio Resentido
24. La estatua de piedra

Epílogo. El pacto de Dristán con Gingoen




Pronto vuelvo con más!!

19 julio, 2009

Concurso literario en LYF

Hola!!

Vengo a contaros que me he presentado a un concurso literario propuesto en el blog LYF - Lietaratura Youth Fantasy.
Lo llevan dos chicas muy entusiastas, en el que hablan de lietaratura fantástica, lo vi y me pareció muy interesante, y propuesto un concurso como éste, cuya premisa es escribir un relato sobre dragones, me animé de inmediato.



Una de las condiciones en las bases, es anunciar el concurso en el blog de los participantes, así que aquí estoy, cumpliendo.

El relato con el que me presento es Lluvia (entrada del 20 de septiembre de 2008), Prólogo al cuento de Lyda de Lis. Historia de una estatua de Piedra.

A ver si alquien más se anima y les envía algo!! Hay de término hasta el 30 de julio.

Sólo era eso!!
Pronto más!!
Darka.

16 julio, 2009

Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños

Lyda abrió los ojos en la noche y se inundó de pánico al encontrarse completamente a oscuras. Aun no se había dormido, cierto era que solía tardar en hacerlo una vez acostada, y aquella noche llevaba un rato en la cama cuando sintió aquella brisa colarse bajo el umbral de la puerta, apagando la vela. La bonita muchacha no podía dormir sin una luz que le iluminara la oscuridad. La sensación de que algo acechaba en las sombras era algo que le venía persiguiendo desde que era niña, y contra la que ya se había dado por vencida. Simplemente no podía dormir a oscuras, no podía si quiera estar a oscuras. Le daba un miedo irracional, un pánico tal, que en ocasiones hasta le había hecho dudar de lo real y de lo que podía no parecer real…

Al sentir aquella sensación de ahogo, como si la oscuridad lo envolviera todo, apretándola, se levantó y apresurada se dirigió a la vela apagada, entonces, en sus dedos, brotó una llamarada roja, que le devolvió la seguridad a la cámara. Y así, acercando las yemas de sus dedos ardientes, prendió la vela sobre la encimera.

Su pequeño hogar consistía en una estancia circular, con una cama, un baúl, un armario y una cocina improvisada junto a la chimenea. En el suelo, cubriendo el espacio que quedaba a los pies de la cama, bajo el baúl, una antigua alfombra, ya raída tras el paso del tiempo, que aun mostraba un escudo familiar olvidado: una Flor de Lis en terciopelo de plata gastada. Lyda, para evitar que se repitiera la intromisión, arrojó un trapo al umbral de la puerta que daba al jardín. Ahora la fría noche no podría colarse para dejarla de nuevo a oscuras…

Aquella noche Lyda durmió inquieta, sintiendo la presencia que acechaba, pero la mañana llegó pronto y pudo olvidarse de ella mientras el sol surcaba iluminando el cielo. Así vivía Lyda, disfrutando los días, viviendo el momento, y temiendo las noches, deseando que acabaran pronto.

A la mañana siguiente, Lyda se levantó con la extraña sensación de aquello que le había rondado por la noche, pero trató de olvidarlo todo. Últimamente el sentimiento de aquella presencia nocturna era más latente. Incluso alguna vez había llegado a escuchar alguna voz en la oscuridad... Pero resuelta a olvidarlo todo, al menos mientras durase el día, salió a su jardín y la hermosa visión de los frutales y las flores le regocijó. Lyda era una joven esbelta, preciosa y con muchos secretos. Su cabello rojo, de un color ígneo fulgurante daba cuenta de sus peculiaridades. Se trataba de una chica solitaria, con demasiadas rarezas como para que algún cualquiera la entendiera. Además, a ella tampoco le gustaba la gente cualquiera. Vivía sola en su casita, en mitad de las junglas de Agana, al sur del Gran Volcán, en el inmenso continente de Ülathar, muy al sur del Viejo Mundo. Aquella mañana, como de costumbre, Lyda vestía el camisón que además utilizaba para dormir. Era de un color verdoso claro, estampado con cientos de pequeños símbolos en forma de la Flor de Lis, como su emblema familiar, ya olvidado en aquella región del mundo. Siempre iba descalza. Se acercó a la platanera y bostezó tras morder un rico plátano, y el aire a su alrededor flotó hasta sus pulmones. Un aire fresco de las montañas, húmedo como el bosque de cuento en que vivía, de árboles retorcidos, cubiertos de musgo, y helechos, rocas y tierra empapada por doquier. A Lyda le encantaba aquel lugar, y su olor mágico. Le hacía sentirse viva, llena de energía. Cuando hubo tomado todo el fruto, movió la mano dando una vuelta sobre la muñeca, y la cascara amarillenta se transformó en florecillas diminutas que cayeron entre sus dedos al pasto. La chica pelirroja sonrió, era un pequeño juego personal: eran preferibles las flores a los desperdicios… Fue entonces cuando, sin pensarlo dos veces, echó a volar. Ahora, el camisón a modo de túnica se fue tornando en aterciopelado, para después convertirse en un manto de incontables plumas rojizas que cubrieron su cuerpo, como piel de ave milenaria, mientras que sus pies descalzos se elevaron convirtiéndose en pezuñas. Sus brazos se batieron para iniciar el vuelo, mientras que se agrandaban hasta tornarse en tremendas alas. Su cuerpo disminuyó de tamaño y cambió de forma, y su rostro, tan suave y hermoso como era, se alargó hasta que sus labios fueron un pico afilado… Y es que Lyda era una bruja, una hechicera que dominaba la Magia Mutable. Y así, con el cuerpo de un águila rojiza, emprendió el vuelo hacia la falda norte del Gran Volcán, más allá de los límites del Bosque de Agana, donde vivía una de sus mejores y más antiguas amigas, Onírica, la Bruja de los Sueños.


(...)


Fragmento de Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños
Lyda de Lis. Historia de una Estatua de Piedra
Darka Treake



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Lyda de Lis y la Bruja de los Sueños




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