21 agosto, 2011

La luz a mediodía

En la costa de una de las incontables islas del Mar de Pridonia, existe un castillo en ruinas del que dicen estar encantado. Antaño fue un fuerte defensivo, a la entrada de una bahía resguardada, pero olvidada ya tras aquella guerra odiosa, ahora yacía arruinado, dejando pasar el tiempo sobre el acantilado… Decíase encantado porque en el centro del viejo patio de armas, ahora cubierto de césped y matojos, había un pozo, que habían sellado con unas rejas. Ocurría que a medio día una luz brotaba del fondo del agua del pozo, y a todos tenía maravillado.

Al cargo del castillo en ruinas había un matrimonio, una pareja que, herederos de una vieja fortuna ya gastada por antepasados, se consolaban con cuidar las ruinas de lo que debería haber sido suyo. Él era un hombre bueno, que trabajaba por cuidar aquél lugar que amaba, pero ella era diferente. Diferente a todos los demás. Su mujer pensaba que todavía era una niña, y sin saber su edad real, ni importarle, seguía actuando como una niña. Él la amaba, e incapaz de hacerle entender que era una mujer adulta, había terminado por seguirle el juego, lo que significaba aceptarla tal y como era…

Ella vivía en aquel arruinado castillo jugando por los prados que habían crecido entre murallas y torres derruidas, corriendo de aquí para allá, cazando insectos o saltando a la comba, pero nunca se acercaba al pozo. Le daba mucho miedo aquel agujero negro, que de pronto emanaba una luz tan pura… Su marido, para tranquilizarla, le había dicho que ahí abajo había una sirena, que nadando se había colado por las cuevas submarinas del acantilado, y se había perdido entre las cavernas. Así vivía ahí debajo, y era ella quien proyectaba la luz, para pedir ayuda… Ella cuando lo supo se enfadó mucho, porque no entendía cómo él, sabiéndolo, no había ayudado a la sirena. Pero él la convenció de que a la sirena le gustaba aquel lugar, y que allí estaba bien…

Ella jamás se acercaba al pozo, pero realmente le encantaría ayudar a la sirena. Así que una buena mañana, en que el sol radiante se elevaba en el oriente, tras las montañas cubiertas de bosque, ella se decidió a hacer algo por la sirena. Pensó que a lo mejor, si hacía señas de luz era porque tenía hambre, y no porque quisiera salir, así que se lanzó a la caza de alguna presa para la sirena.

Pasó toda la mañana tratando de atrapar una libélula de color rojo y alas de gran envergadura, que al final terminó en un saco. Ella agotada, se sentó junto al pozo, y se asomó, pero sólo vio agua reflejándola sobre un fondo color celeste.- ¡Hola!- Gritó, pero nada cambió.- He venido a traerte algo de comer…- Dijo más bajo. Entonces abrió el saquito, y la libélula, medio muerta, flotó en el aire, cayendo al agua incapaz de retomar el vuelo. Y ella, que la vio caer desfallecida se sintió realmente culpable de su muerte, y pensó que no podía permitirlo. Encontraría otra cosa para alimentar a la sirena.

Echó a correr hacia las únicas estancias del castillo que habían sido conservadas, y donde ellos vivían, y allí buscó en el cajón de las llaves de su marido. No sabía cuál era la llave que abría la reja del pozo, pero sabía que si existía, tenía que estar en el cajón de las llaves. Así que cogió un buen puñado de ellas, y cargándolas en la falda de su vestido echó a correr de vuelta al pozo... Cuando llegó allí, se asomó con cuidado y vio a la libélula, aun debatiéndose entre ahogarse o sobrevivir. Así que comenzó a probar llaves para tratar de abrir aquel candado. Probó al menos una docena, cuando al fin dio con la que lo abría. La reja resonó contra el suelo al otro lado, y ella se agarró al pequeño bordillo. Allí abajo la libélula aun flotaba con vida, produciendo ondas sobre la superficie de aquel espejo, al que ya se había asomado el sol. Y no había ni rastro de la sirena.

Entonces algo ocurrió ahí abajo. Del fondo del pozo, debajo del agua, comenzó a brotar una luz brillante hacia arriba que la deslumbró por completo. Fue como un haz de luz que surgió proyectado hacia ella, y perdió el equilibrio, la noción del tiempo, y la orientación por completo.

Al instante se despertó, con el golpe al caer al agua. Al darse cuenta se puso muy nerviosa. ¡Se había caído al pozo! Empezó a nadar, ahora temiendo por su vida, pensando que aquello le pasaba por haber lanzado a la libélula para alimentar a la sirena... ¿Qué sería de la sirena?

Estuvo bastante tiempo ahí, gritando sin que nadie la oyera, pues su marido estaba al otro lado del castillo arreglando unos tejados. Pasó un rato, y ella se fue tranquilizando, tratando de idear un modo de salir de allí. Entonces metió la cabeza bajo el agua, ¡y cuál fue su sorpresa al darse cuenta que había fondo! Según le había dicho su marido, allí abajo había una intrincada red de túneles, por los que se había perdido la sirena… Pero era mentira. En lugar de eso, había un fondo a poca profundidad con unas rocas y algo que parecía un… Espejo. Sí, aquello era un espejo. Entonces lo comprendió todo.

Su marido la había estado engañando toda su vida. Allí abajo no había ninguna sirena perdida entre las cuevas. Aquella luz no era más que el sol de medio día, reflejándose en aquel maldito espejo, que los tenía a todos maravillados. Entonces se dio cuenta de que había estado siempre engañada, de que no vivía en un castillo encantado, y de que ella no era una niña… Cuando salió a flote su mundo había cambiado, pero su situación era exactamente la misma, pues seguía en el fondo de aquel pozo.


FIN



Hoy ha sido un buen día. Iskandar, Cris y yo hemos ido en busca de la Torre de las Ánimas, que se halla cerca de Banyalbufar, un pueblito en la Serra de Tramuntana (Mallorca). Hemos ido porque Cris había escrito un cuentito ambientado en aquella torre, y queríamos conocerla. Ha sido un paseo bonito, y la torre es preciosa.
Después hemos ido a la playa de Banyalbufar, y hemos estado ahí un rato, bañandonos en aguas cristalinas y achicharrándonos con el sol abrasador... Hemos entrado a una cuava, y descubierto un castillo en el acantilado. Sí, sí, como suena... Ha sido divertido.
En el agua, nadando, les he propuesto un reto, que cada uno dijera un elemento y con todos ellos hicieramos cada uno cuento. La idea les ha gustado, y hemos terminando añadiéndo un montón de elementos en la historia, jeje.

Eran estos:
- una sirena
- un niña (que después fue un mujer, y terminamos dejándolo a libre elección)
- una luz que emanaba del agua
- una cueva
- un castillo en ruinas
- una libélula
- un bordillo (mejor no preguntéis, pero Cris lo sugirió)

Y nada, mi cuentito ha sido este, el que os dejo ahí arriba. Espero que os haya gustado!!!

Es para vosotros dos.
Espero veros pronto!!!!

Darka.

25 julio, 2011

Crónicas terminadas y empezadas

Hola!!
vengo a contaros que ya he terminado el Palacio de las Cigüeñas, que está en estado de revisión. A ver si pronto puedo enseñaros más. Ésta es una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, en que se narra la conquista de los pridonios sobre la ciudad elfa de Utha, en -57, que hasta ese momento protegía la Marca de Utha, al sur de la Península de Ëslinor.
Casi cien años después, en el año 52, las bestias llegarían a la Ciudad-Estado de Aluadinia, para conquistarla, momento en el cual se narraría la Crónica que estoy comenzando, y en la que llevo pensando un par de meses. Se va a titular El Creador de Mundos.

En este cuento aparecen muchos personajes relevantres de esta historia, y de todo Mi Mundo, como es Ulara, la Llorona, uno de los Demonios Resentidos que mucho después lucharían en la Guerra de la Roca. Además, aparecería el Ladrón de Almas, quien acaudilla a todas las bestias que han invadido el Viejo Mundo en masa. Y además, aparecerá Odín, de la que se habla también en La Torre, la Crónica que se desarrolla en -397.

Creo que va a ser un buen relato... ¡Mes está gustando mucho!

Os dejo el comienzo de esta Crónica, para ver qué os parece, va?


EL CREADOR DE MUNDOS


La muchacha salió cerrando tras de sí con fuerza, y el portazo resonó en todo el callejón. Apresurada, cerró con llave, y como desfallecida, cayó contra la puerta de espaldas, para llegar hasta el suelo de rodillas. Estaba llorando, y tenía sonrojada su piel llena de pequitas. Su pelo lacio caía cubriéndole el rostro, y con las manos se lo acariciaba como tranquilizándose, como si acabara de terminar algo horrible, y tratara de relajarse. Entonces se dio cuenta de que estaba lloviendo, y regresó a la realidad. Estaba en un callejón que no había visto en su vida, de una gran ciudad. Aquello tenía que ser Aluadinia... Se limpió los mocos con la manga del vestido, y se levantó a duras penas. Entonces alguien abrió la puerta a su espalda, y ella se cayó al suelo.

- ¿Qué es esto? Niña, ¿intentabas forzar mi cerradura?- Era un viejo calvo y con la barba rasurada, que empezó a atizarle con el bastón, entre algún puntapié sin fuerza. Ella rodó para quitárselo de encima, y salió corriendo callejón abajo.

Las casas se apiñaban unas con otras, en un desorden que no comprendía, pero que tenía sentido. Giró el callejón, ya a salvo, y se refugió de la lluvia bajo un toldo. Allí quedó acurrucada otra vez, llorando, completamente desconsolada. Sus lágrimas se mezclaban con las de la lluvia, pero al llegar a sus labios se hacían presentes con ese sabor salado... Miró frente a sí, y vio que justo el muro que tenía delante, era el de un enorme castillo. Más allá, el callejón terminaba en las altas murallas de la ciudad, y al otro lado, la isla donde se levantaba Aluadinia.

Aquella ciudad era una de las más antiguas de todo el Viejo Mundo. Hasta hacía poco, había sido habitada por los aches, una de las razas de los hombres, pero unos setentaicinco años atrás los gonotes habían llegado a estas tierras, en un éxodo obligado, pues huían de las bestias. Ella conocía bien aquella historia. Cuando los gonotes llegaron hasta esta región del Viejo Mundo, ocuparon el bosque, y los aches les permitieron vivir en la ciudad, como refugiados. Una generación se había sucedido, y la ciudad ya estaba muy poblada, había crecido mucho en las últimas décadas. Ahora, tras los muros de la ciudad los hombres habían levantado muchas casas, graneros, establos o molinos, y poblaban aquella isla. Ésta se hallaba en el lugar donde del Ethir Aluadin, o Río Largo, nacía el Bringidamo. El río, con su poderosa fuerza, había moldeado aquella zona rocosa, hallando la forma de atravesarla. Y así se había formado la isla, que se elevaba en su centro, justo donde se erguía el castillo, rodeado de la muralla. Donde estaba ella en aquel momento.

Continuó llorando, sin poder parar, muy apenada, entonces se levantó y comenzó a caminar sin rumbo. Recorrió de vuelta el callejón, y giró varias esquinas sin saber a dónde iba. Ella no quería estar ahí, y al pensarlo, se detuvo, estallando en sollozos. Entonces un niño que corría cerca, se paró a su lado. Ambos estaban completamente empapados, pues la lluvia caía más fuerte.

- ¿Estás bien?- Le preguntó.

Pero ella, en cuanto se percató de su presencia, salió corriendo, cruzándose con él, calle arriba. Subió hasta lo más alto de la colina que coronaba la isla, y de pronto se vio en una gran plaza. A un lado le quedaba el castillo, que se elevaba hermoso, en un tono blanco que terminaba en torreones azules. Los edificios se apiñaban rodeando el castillo, y justo en el centro, había una estructura de piedra circular. Eran tremendos bloques de roca, de dos veces su tamaño, colocados de forma que los de la base, hacía de columnas para soportar a los superiores, que se unían en aquel círculo hermoso. Bajo la estructura, y a diferencia del resto de la ciudad, que estaba adoquinada, había un jardín muy bello, con rosales de todos los colores. Estaba sola en la plaza, salvo por unos guardias en la puerta del gran castillo. Aquella fortaleza sólo podía ser digna de los elfos, pensó ella, y eso la apenó aun más...

Caminó despacio bajo la lluvia hasta una esquina de la plaza, y se acurrucó bajo un tejado. Ya caía la tarde, y pronto llegaría la noche, donde ella se encontraba mucho más a gusto. Continuó llorando, y lloró y lloró desconsolada, sin saber qué iba a hacer ahora. Entonces la lluvia fue amainando, y la noche llegando. Así, la Llorona se quedó profundamente dormida en una esquina de la plaza de la Ciudad-Estado de Aluadinia...


Continuará...

15 julio, 2011

La Batalla de Utha

Una saeta blanca se clavó en la madera de la puerta, donde dos elfos estaban apostados. La flecha vino del sureste, y cruzó la ciudad de Utha tan rápido, que ni un solo pridonio pudo verlo. Uno de los elfos la arrancó de la madera, y ambos abrieron la puerta, entrando al puesto avanzado de guardia, sobre las murallas del Palacio de Oro. Dentro estaba Athal, equipado con su armadura completa, salvo el yelmo, ante una mesa, y a su alrededor, otros elfos que se reunían con el Señor de la Marca. Frente a ellos había un plano de la ciudad desplegado, sujeto por dos espadas sobre la mesa a cada lado, pues antes estuvo enrollado. Había alfileres con pendones clavados sobre la mesa, indicando puntos sobre el mapa. Había varios pendones azules: en el Fuerte del Rey Nemo, al soroeste; además de en el Fuerte de Mistral, el más al norte sobre el río; había otro en el Templo a Aënor, Dios del Gran Océano, en la Ciudadela Occidental; otro en la Torre de Hechicería; y en el Palacio de Oro, que había uno mayor, indicando su posición. Todo lo demás, eran alfileres amarillos, indicando las posiciones enemigas. La ciudad de Utha había estado durante asedio los últimos meses, y los hombres, que habían cruzado el Ethir Luada, habían logrado penetrar en la Ciudadela Occidental, que estaba peor defendida. Estuvo bajo su control durante las semanas anteriores, salvo el Templo, que lo mantuvieron bajo su poder los elfos, apoyados desde las murallas sobre el río. Pero varios días atrás, los pridonios habían logrado atravesar los muros, derribándolos con grandes catapultas. Los Muros de Utha eran conocidos por ser altísimos, de un mármol blanco, rodeando toda la ciudad. Pero ellos habían logrado derribarlos. Ahora la ciudad había sido ocupada por el ejército de Cartesse, y sólo unos pocos puntos quedaban defendidos por los elfos. Utha aun no había caído... Athal odiaba a aquellos hombres, sólo deseaban conquistar más territorio, sin importarles quién viviera allí, pero él no pensaba permitírselo.


Extraído del Palacio de las Cigüeñas
Crónicas de la Guerra de los Mil Años



Hola!
Vengo a hablaros del Palacio de las Cigüeñas, un relato que formará parte de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años. Durante el relato, se narra la última batalla por Utha, en que los elfos tratan de defenderse de Cartesse, la ciudad más poderosa de los hombres.
Para ilustrar el relato, he hecho un mapa de la ciudad, y quería mostrároslo aquí de ante mano, pues el relato aun no está acabado, pero me queda nada!!

Enlaces de apoyo:
Crónicas de la Guerra de los Mil Años


UTHA
Durante el asedio pridonio en -57


19 junio, 2011

Monográfico: Torres Mirdan

Torres Mirdan fue una de las ciudadelas que los elfos de la Alta Estirpe de Laentis-Anne, los Viajeros, construyeron a lo largo del Viejo Mundo cuando se expandieron por éste. Aquellas regiones las encontraron desahabitadas, y en una posición elevada, construyeron las dos torres. Era una formidable castillo, que se elevaba bien alto. Durante mucho tiempo Torres Mirdan fue una importante ciudad elfa, tan lejos como estaba de Artha'Ula, primero, y de Cordonia, después, donde reinaban los elfos de Laentis-Anne.

Poco después de que el Mundo cambiara, ya entrada la Edad de los Hombres, cuando estos comenzaron su gran expansión, los elfos que habitaban Torres Mirdan vieron estallar la Guerra de los Mil Años, en que las bestias cruzarían las Montañas del Anochecer, e invadirían el Viejo Mundo en masa...

Por aquel tiempo, Torres Mirdan era una posición estratégica, a camino entre Iftir y Gordlindon, en las Tierras Bajas que se extendían hacia el este, y Filania hacia el suroeste, sobre el Ethir Aluadin. Tras las primeras invasiones de los vesorianos en las montañas, los gonotes ocuparon las Tierras Bajas, así como las Tierras de Balhan, al norte. En aquellos remotos lugares, los elfos mantuvieron una posición de acogida, y amistad con los hombres que huían de las bestias. Los gonotes habitaron aquellas tierras durante siglos, hasta que los vesorianos les hicieron retroceder... Iftir y Gorlindon cayeron pronto, y Torres Mirdan se temió lo peor.

Cauando llegaron las bestias ante sus puertas, los elfos lucharon con valor, y mucho tiempo aguantaron, en muchos momentos ayudados por los gonotes. Pero al final Torres Mirdan cayó, en la imparable masa de bestias que les atacaron desde el este... Así, la ciudad fue reducida a cenizas, y a todos sus defensores se les dio muerte. Durante aquella dura batalla, que aconteció en 181, se dice que una de las torres de la fortaleza cedió, y se derrumbó en el patio de armas, donde había muchos elfos... Tras lo sucedido, nadie volvió a habitar el lugar en al menos dos cientos treina años...

Los vesorianos continuaron con su ola de destrucción, y al final tomaron también Filania, que corrió la misma suerte que Torres Mirdan. Tras aquellas conquistas, los vesorianos continuaron, hasta tomar el Bosque de las Brujas, expulsando a los gonotes que en él vivían. Hasta allí llegaría entonces Odín, la Bella, quien habitaría el bosque desde entonces. Para ella levantarían el Sitial de las Brujas, y en su bosque crecería la planta que tanto amaba... Ella sería quien, en un intento de complacer al Ladrón de Almas, plantó unas semillas mágicas entre las ruinas de Torres Mirdan.

Así, de entre los escombros, brotó una planta enredadera, que creció y creció hasta engullir lo que quedaba del castillo. De la planta brotaron millares de flores de un color rosa muy bello, y de entre sus pétalos, nacían demonios de todas clases... Aquel lugar fue maldito mucho tiempo, y los vesorianos lo utilizaron para traer demonios al Mundo, a este lado de las Montañas del Anochecer...

Los elfos y los hombres, tras la Paz de Cartesse, y habiendo hecho retroceder a las bestias hasta aquellas tierras, encontraron Torres Mirdan desolada, engullida por la enradadera de flores rosas. Al ver que de aquel lugar manaban los demonios que los vesorianos traían a batalla, decidieron que debían conquistarla, pues era de vital importancia para vencer aquella guerra. Pero ante la imposibilidad, pues el lugar estaba invadido por fieros demonios que la defendían bien, los elfos y los hombres decidieron una resolver la situación de forma drástica. Acamparon rodeando la atalaya, y dispararon miles de flechas en llamas. Así, quemaron Torres Mirdan para matar a la enredadera. El sitio durante semanas, y mantuvieron el fuego vivo durante ese tiempo, hasta que no quedó nada de la planta, al menos no sobre el suelo... La batalla fue sangrienta, pues aun debieron enfrentarse a los demonios que subrevivieron, y aquello jamás lo olvidarían... Al final Torres Mirdan fue reconquistada, en el año 412, tras haber ardido hasta sus cimientos.

Después de aquello, los elfos tomaron la posición, reconstruyendo la fortaleza. Elevaron la torre que hubo caído durante la batalla contra la bestias, hacía más de dos siglos atrás. Y Torres Mirdan volvió a llenarse de esplendor. Durante el resto de la Guerra de los Mil Años, elfos y hombres enviaron grandes ejércitos desde las torres a conquistar las Tierras Bajas, que ayudados por los enanos, cayeron pronto.

Al final ganaron la guerra, y expulsaron a las bestias del Viejo Mundo. Y durante todo aquel tiempo, algo creció de la tierra del castillo. La planta mágica no había muerto, pues sus raíces sobrevivieron al inciendo, y volvió a brotar del suelo, y comenzó a trepar los muros de la fortaleza. Los elfos, que la habitaban, trataron de contener el crecimiento de la planta, y por largo tiempo lo consiguieron, pero cuando la guerra iba dando a su fin, al ver que la Señora Mielina se marcharía cuando todo terminara, decidieron abandonar Torres Mirdan, y marcharse hacia la Península de Ëslinor, de donde partirían los elfos de Laentis-Anne para siempre.

Así, en el año 456, cuando se libró la Batalla de las Bestias, y la Guerra de los Mil Años diera fin, los habitantes de Torres Mirdan se marcharon de allí, y dejaron el lugar abandonado. Entonces la planta enredadera pudo crecer silvestre, y volvió a engullir el castillo, y desde entonces sería conocido por todos como un sitio maldito, al que muy pocos se atrvieron a acercarse, pues según dijeron al volver, estaba infestado de demonios de todas formas...





De las Torres Mirdan se habla en las Crónicas de la Guerra de los Mil Años.
Para situar la fortaleza en el mapa, consulta la entrada anterior.

11 junio, 2011

La Guerra de los Mil Años

Hoy vengo a hablaros del cuento en que estoy trabajando. Se titula Crónicas de la Guerra de los Mil Años, y para su ambientación, he trazado los movimientos de tropas, con las tierras que se fueron cnquistando, a lo largo de la guerra... Espero que os guste y sirva para seguir el cuento!
Además, pos dejó aquí un reumen de lo que aconteció durante la guerra, y la Línea del Tiempo actualizada.

Enlaces de apoyo:


En el S. VI antes del comienzo del calendario de los hombres, los enanos, bajo el mandato de Thüril, el Rey Único, regresaron a las entrañas de la montaña, sellando sus túneles, para huir del Mundo Exterior. Según ellos, fue para protegerse de la amenaza que se cernía sobre sus Reinos... Se acercaba un mal tan poderoso, que acabaría con toda civilización, y que arrasaría la faz del Viejo Mundo... De esta fecha se data el comienzo de la Guerra de los Mil Años.

La Edad de los Hombres comenzaba, y recién éstos tenían tecnología suficiente para comenzar su expansión. Los helenos y los pridonios eran buenos navegantes, y se disputaban el Mare Nostrum Interioris, hasta entonces de dominio heleno. Pero los pridonios, que se encontraban en el auge de su crecimiento, desembarcaron en el viejo continente, donde se encontraron con los elfos...

La Alta Estirpe de Laentis-Anne llegó al Viejo Mundo muchos milenios antes de este momento, y habían explorado todo el Viejo Mundo, levantando atalayas por toda su geografía, y con ellos convivían los celtas, venidos de las Islas Flotantes. Por aquel tiempo, los aches, una cultura de hombres que había nacido en el corazón del Viejo Mundo, se había expandido por bastas regiones, y convivían también con los elfos en paz.

Pero los pridonios sólo conocían un método: la guerra. Conquistaron Esselnesse, y con ella cayó la Tierra de Tronia. Al norte, invadieron la Península de Ëslinor, y se asentaron en la Tierra de Laneo. Las batallas entre elfos y hombres duraron mucho, lucharon duramente, pero a los elfos les fue imposible frenar a los hombres, que los superaban en número. Hasta que en -46, los pridonios lograron conquistar el sur de la ciudad elfa de Prolia, quedando dividida por el río. Allí fundaron Gran Prolia, y comenzó un status quo que duró los siguientes tres lustros.

Durante todo aquel tiempo, y desde poco después de que los enanos se ocultaran bajo la montaña, los vesorianos, una tribu de hombres que provenían de los Páramos de las Estrellas, el extenso desierto que se halla más allá de las Montañas del Anochecer, donde siempre es de noche, habían invadido el Viejo Mundo.

Los vesorianos se habían aliado con los orcos de las montañas, y echo huir a los gonotes, los hombres que las habitaban. Bajaron de las montañas y atacaron tanto a hombres como a elfos, y grandiosas ciudades cayeron a su paso, como Lanthas, o Gorlindon, la Última, la ciudad elfa más al este, en las Tierras Bajas.

150 años después de que Prolia estuviera dividida por el río, y que hombres y elfos lucharan sin ganar terreno, las bestias surgieron por el este. El primer encuentro fue en 119, cuando un ejército pridonio fue masacrado, al este de la Península de Ëslinor. Derrotas como aquella llevaron a que en 117 los elfos y los pridonios firmaran la paz, durante el Tratado de Prolia. Entonces, juntos, hombres y elfos, levantaron el Muro de Ëslinor para defenderse de las bestias, que separaba la península del Viejo Mundo, y que siempre fue inexpugnable.

En esta época, un hito cambiaría el curso de la guerra: en el año 116, Thüril, el Rey Único, murió en el subsuelo, y Thor-Lunn, que fue nombrado soberano de todos los enanos, decidió regresar a la Superficie a luchar contra las bestias... Así, las primeras ciudades enanas volvieron a resurgir, como Karak-Lunn, o Karak-Ethin.

En occidente, el pueblo gonote, que en grandes olas migratorias había cruzado el Viejo Mundo durante los últimos siglos, huyendo de las bestias, había llegado a los dominios pridonios sobre la Tierra de Tronia, y los primeros enfrentamientos comenzaron. Además, alcanzaron también el sur, cruzando las Montañas Desoladas, invadiendo la Meseta de Issonia, donde habitaban los helenos. Los pridonios, al ver que el Muro de Ëslinor había resistido contra las bestias, en el año 204 levantaron otro que separara la Tierra de Tronia, al que más tarde llamarían la Muralla de los Reyes. Así, lograron mantener a ralla a los gonotes, por un tiempo... Pues cuando las bestias atacaron a los gonotes por el este, éstos no tuvieron más remedio que enfrentarse a los pridonios, viendo que contra los vesorianos les sería imposible vencer. Así, en el año 300, los gonotes cruzaron la Muralla de los Reyes, invadiendo la Tierra de Tronia. Los pridonios se retiraron a la Gran Isla de Pridonia, y su capital, Cartesse, la ciudad más poderosa del Viejo Mundo occidental de por aquel entonces, se temió lo peor...

Sus territorios se veían seriamente amenazados, y ya no controlaban la defensa de aquellas tierras ante las bestias. Pero su preocupación fue mayor cuando los gonotes, en un alarde de bravura, desembarcaron en la Gran Isla, e incluso lograron sitiar Cartesse en el año 319. Mucho tiempo pasaron los pridonios y los gonotes guerreando, pero todos eran conscientes de que la inestabilidad del Viejo Mundo era una olla a presión, y decidieron que aquello no podía continuar. Los elfos reunieron a los señores pridonios y gonotes, junto a heraldos helenos y enanos, y les instaron a aliarse, a unir fuerzas contra las bestias, que tenían subyugado el Viejo Mundo. Les dijeron que los enanos habían regresado de las entrañas de la tierra, y que en las Montañas del Anochecer combatían a los vesorianos y a los orcos, ganando terreno. Los elfos de Barafundär, que hasta ahora habían permanecido ocultos en Loth-Darien, habían salido de su bosque encantado y combatían junto a los enanos en las montañas. Era el momento de unirse, y los pridonios y los gonotes firmaron la Paz de Cartesse.

Así, la alianza de elfos, hombres y enanos marchó contra las bestias, y juntos, lograron ganarles terreno. Duras batallas se sucedieron entonces, pero los vesorianos sufrieron pesadas derrotas, y debieron marcharse de allí. Los elfos reconquistaron grandes ciudades como Aluadinia, Oslinath o Lanthas, a la que renombraron como At-Lanthas, y al final, se libró la Batalla de las Bestias, en las Torres de Isnara, las dos grandes fortalezas que guardaban la entrada al Paso de las Bestias, construidas por los vesorianos mucho tiempo atrás, donde fueron definitivamente derrotados. En 456 la alianza de hombres, elfos y enanos lograron expulsar a los vesorianos, que se retiraron a los Páramos de las Estrellas, dando fin a la Guerra de los Mil Años.


Plano del Viejo Mundo durante la Guerra de los Mil Años



Línea del Tiempo: La Guerra de los Mil Años

06 junio, 2011

Monográfico: Koragk, Matabestias

Koragk nació en las Montañas del Anochecer, en el año -120, en una pequeña aldea enana. La villa estaba oculta en los límites del Bosque Oscuro de Alorn-Toth, donde los gonotes les habían permitido vivir. En el momento en que los enanos se ocultaron en las entrañas de la montaña, para no regresar, casí cinco siglos antes del nacimiento de Koragk, su familia se encontraba lejos de una ciudad enana, por la que huir de la superficie, como había ordenado Thüril, el Rey Único. Así, a su llegada a Karak-Lon, de donde procedían, y al encontrarla deshabitada se asentaron en sus ruinas. Allí convivieron mucho tiempo hasta que en -135, los orcos de la Tribu de la Garra Negra, que campaban a sus anchas en las Montañas del Anochecer, los atacaron. Karak-Lon cayó entonces, y los orcos fundaron allí la Garra Negra, donde vivió desde entonces su Señor de la Guerra. La familia de Koragk debió huir entonces al Bosque Oscuro de Alorn-Toth, y allí se asentaron, bajo la protección de los gonotes.

Koragk nació en un momento de mucho dolor. Ya en sus primeros años aprendió a odiar a los orcos, y cuando aun era joven, vio morir a su padre, en un intento fallido por recuperar la vieja ciudad enana... En aquel momento, Koragk juró que derrotaría a los orcos de la Garra Negra.

Cuando creció, no espero para animar a los hombres, y ayudado por los gonotes, asedió la ciudad, sin conseguir tomarla. Derrotado, y dándose por vencido, decide marcharse lejos, y morir luchando, matando bestias. Entonces tenía más de un centenar de años, y no tardó en ganarse el sobrenombre de Matabestias...

Koragk luchó en la Guerra de los Mil Años, pues reunió a muchos, que habiendo escuchado su nombre se le unieron, y juntos lucharon contra los orcos y los vesorianos allá donde los encontraban.

Una noche del año 117, cuando Koragk se encontraba al este de la Península de Ëslinor, donde las bestias ya acosaban a los elfos y a los hombres, vio en el cielo un destello tan poderoso que sólo podía provenir de un lugar. Aquella luz provenía de un punto en el horizonte de la estepa, hacia oriente, y allí debía estar la Corona Radiante de la leyenda.

Por curiosidad, o quizás pensando que si la corona estaba allí, habría bestias buscándola, Koragk organizó un grupo, y fue a ver de qué se trataba. Al ir acercándose, vio que a lo largo de la estepa, los hombres y los elfos estaban construyendo una gran muralla, que separaría la Peninsula de Ëslinor del continente... Realmente temían a aquellas bestias.

Cuando Koragk alcanzó el muro, vio que al norte estaban levantando una fortaleza, era el Paso Norte del Muro de Ëslinor. Allí los hombres, bajo el estandarte del Imperio de Pridionia, levantaban una ciudad que serviría de guarnición y defensa. En aquel momento estaba en construcción, y un puñado de hombres trabajaba allí, cuando ante la sorpresa de todos, dos grandes ejércitos atacaron la ciudadela.

Por el oeste apareció una legión de elfos oscuros, pertenecientes a la Alta Estirpe de Yandalath, bajo las órdenes de Adril de Dorthonion, un despiadado Señor de la Guerra que ansiaba hacerse con la Corona Radiante. Por el oriente, apareció una hueste de pielesverdes, comandados por Ghundard, Señor de la Calavera Llameante. Aquella tribu luchaba junto a los vesorianos, y al ver el destello, habían acudido también a por la corona...

La Batalla por el Paso Norte del Muro de Ëslinor fue dura. Los hombres que la defendían murieron todos, salvo uno, que se lo llevaron los elfos para torturarlo. Éstos huyeron del lugar, pues Ghundard, que era un poderoso hechicero, los derrotó invocando a cruentos demonios que los devoraron. Pero quien se hizo con la Corona Radiante fue Koragk, Matabestias, que al portarla, deslumbró a todos en la ciudadela. Muchos orcos y elfos huyeron, y él se marchó de allí con el poderoso objeto.

Poco después, al saber que Thor-Lunn, era ahora el Rey Único, y que había ordenado regresar a la superficie para combatir a las bestias, acudió hasta él, y le regaló la Corona Radiante, diciéndole que él no era merecedor de ese honor, sino él. Thor-Lunn, agradecido, le encomendó el cometido de marchar hasta Cordonia, hasta Cartesse, y hasta Anora, donde aun habitaban elfos y hombres. Koragk debía pedirles que se unieran a su causa, y que todos juntos lucharan contra los vesorianos.

Koragk, Matabestias, comenzó así su odisea... Fue hasta Cordonia, en el extremo de la Península de Ëslinor, y allí recibió audiencia de la Señora Mielina, quien gobernaba el Reino de Eslián, como emabajador de Thor-Lunn, el Rey Único. Después fue hasta Cartesse, en el corazón de la Gran Isla de Pridonia, y de su Imperio. Pero los hombres no les escucharo al principio. Se reunió también con los aches, en la Ciudad-Estado de Nundinae, y con los helenos de la Isla Rocosa, hasta con los gonotes que acampaban al otro lado del muro que los pridonios habían levantado para mantenerlos fuera de la Tierra de Tronia, y que no tardaron en atravesar...

Tras los gonotes asediar Cartesse, y la balanza en el Viejo Mundo inclinarse definitivamente hacia el lado de las bestias, se firmo la Paz de Cartesse. Pridonios y gonotes dejarían de luchar entre ellos, y se unirían a los elfos contra los vesorianos. En aquel momento, cuando se formó la alianza, se encontraba Koragk, Matabestias, en representación de Thor-Lunn, el Rey Único, Soberano de todos los enanos.

Tras aquello, la Guerra de los Mil Años se convirtió en una encarnizada matanza. La alianza de elfos y hombres combatió a los vesorianos en las estepas del Viejo Mundo, ganándoles terreno. Reconquistaron antiguas ciudades, que ya eran poderosas piezas del imperio vesoriano, como Aluadinia, Oslinath, o Lanthas, a la que renombraron como At-Lanthas. Y en las Montañas del Anochecer, los enanos combatieron a las bestias, ayudado por los elfos de Barafundär, tras la Batalla de Karak-Athor.

Durante aquel tiempo Koragk combatió primero junto a los hombres y elfos en el Viejo Mundo, y después se sumó a los ejércitos enanos, que luchaban en las monatañas. Thor-Lun, para recompensar a Koragk, le entregó un ejército, para que partiera hasta la Garra Negra, y se enfrentara a los orcos. Así, Koragk combatió a los orcos hasta romar la vieja ciudad enana, enviando tropas desde los túneles del subsuelo, y asediando sus muros desde la superficie montañosa. Cuando conquistó la Garra Negra, y la renmbró como Karak-Lon, El Rey Único le dijo a Koragk, que la gobernara. Pero éste, que sólo deseaba morir combatiendo a las bestias, decidió darsela al Rey Thorak, su legítimo heredero, hijo del difunto Rey Thüril.

Entonces, Koragk, Matabestias, partió a enfrentarse a los vesorianos, que por aquel entonces se replegaban en las Torres de Isnara, habiendo perdido sus bastos territorios en el Viejo Mundo. En aquel lugar, en el año 456, se libró la llamada Batalla de las Bestias, en que murió Koragk. El valiente enano luchó valeroso contra Fannygorn, el Supremo, pero éste le dio muerte despiadadamente.

Así, los días de Koragk, Matabestias, terminaron, pero su leyenda creció y fue recordada por siempre...




Koragk, Matabestias, es un personaje de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, en que estoy trabajando ahora. Espero pronto contaros más sobre él y sobre esta historia!!





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25 mayo, 2011

Los Aches

Los aches fueron los hombres que nacieron en la región donde el Río Bringuidamo nace del Ethir Aluadin, que cruza el Viejo Mundo de este a oeste. Allí, donde los ríos moldearían la figura de un alto peñón entre lagos, su cultura prosperó. Los primeros asentamientos datan del comienzo de la Edad de los Elfos, aunque éstos aun tardarían en llegar hasta Aluadinia. Los aches se expandieron pronto por los territorios a ambas orillas del Ethir Aluadin, dominando la tierra que comprende desde las Altas Ered-Ilais, hasta las Montañas de Dölodar, salvo el Bosque de las Tres Lunas, desde donde los pielesverdes siempre los hostigaron.

Cuando los elfos de Laentis-Anne llegaron al Viejo Mundo, ocuparon la Península de Ëslinor, y fundaron el Reino de Eslián. Éstos explorarían todo el Viejo Mundo, levantando grandes ciudades, y por los siguientes ochenta mil años dominarían practicamente el continente.

Pero cuando comenzaban a explorar el Viejo Mundo, los elfos se encontraron con los aches. Ambos pueblos entablaron paz, y los elfos construyeron la ciudad de Lanthas, al noreste de las tierras de los aches, sobre el Río Bragano, donde comenzaban las Tierras de Balhan.

Aquellos fueron tiempos felices, los aches aprendieron muchas cosas de los elfos, y pronto adquirieron gran sabiduría, y su cultura fue floreciente. Sus territorios, bajo el abrigo de los elfos, se epxandieron hacia el norte de las Montañas de Dolodar y las Tierras de Balhan.

Pasado el Gran Cataclismo, que los aches sufrieron sin grandes consecuencias, y que pronto olvidaron, este pueblo creció mucho, y prosperaron sus primeras ciudades. Aluadinia fue siempre para ellos la capital de su cultura, pero grandes fueron también las ciudades de Reinora, Oslinath o Nundinae, que fue su primer puerto. Los aches comerciaron con los elfos de Laentis-Anne, y con los celtas, quienes convivían con ellos. Y por aquel entonces, además, tuvo buenas relaciones con los helenos, que vivían más allá de las Altas Ered-Ilais, al sur.

Más tarde, un gran número de aches que vivían en la Tierra de Balhan, muy lejos de Aluadinia, y con los lazos familiares olvidados, habían formado una propia y rica cultura. Se hacían llamar bahanos. Vivían en clanes, a lo largo de la meseta que divide el Río Bragano, y vivieron independientes de los aches.

Los balhanos fueron los primeros aches en sentir las consecuencias de la Guerra de los Mil Años, que acabaría con su cultura.

De las montañas descendieron los gonotes, una gran número de refugiados de una guerra que estaba arrasando su pueblo, muy al este, en un bosque entre montañas. De allí habían huído, y muchos habían ido a parar a la Tierra de Balhan. Los balhanos los aceptaron y dieron cobijo, y allí convivieron durante los siguientes cinco siglos...

Para cuando los vesorianos invadieron el Viejo Mundo en masa, nadie los estaba esperando. La guerra fue una auténtica masacre. Los gonotes huyeron, como hicieran sus antepasados, hacia el sur, internándose en las tierras de los aches, alcanzando incluso Aluadinia.

Y los balhanos, que combatieron junto a los elfos por la Tierra de Balhan, terminaron desapareciendo como cultura, pues fueron arrasados por completo...

Los aches que ocupaban la región central del Viejo Mundo, acogieron a los gonotes, y se alarmaron ante la amenaza de las bestias.Sus miedos no tardarían en hacerse realidad... En torno al Siglo II, antes del calendario del Viejo Mundo, muchos gonotes vivían a lo largo y ancho de los territorios de los aches. Sus culturas inevitablemente se mezclaron, pero los aches y los gonotes siempre guardaron su identidad como pueblo. Cuando las bestias conquistaran la ciudad elfa de Lanthas, y comenzaran su expansión por el Viejo Mundo, los gonotes y los aches se vieron obligados a ir a la guerra. Aquello fue otra masacre, en que los aches se vieron diezmados, y reducidos a sus territorios alrededor de las Montañas de Dölodar, y la gran mayoría se vio hacinada en la ciudad de Nundinae, oculatos en la cordillera, o exiliados hacia la Península de Ëslinor, debiendo abandonar Aluadinia para siempre...

Por aquel entonces los pridonios, los hombres que provenían de la Gran Isla, se encontraban en expansión. Sus huestes habían dominado la Tierra de Tronia, conquistando la ciudad de Esselnesse a los elfos, y amenazaban con tomar Nundinae. Además, combatían a los elfos también en el norte, en la Península de Ëslinor donde muchos aches huyeron, ocupando todo el este de la península.

Allí se vieron obligados a combatir con los pridonios, pero éstos pronto los dominaron, expulsándolos al sur, hacia las montañas y a Nundinae, su última resistencia.

Los pridonios y los elfos continuaron batallando, mientras los vesorianos atacaron por el este. Las bestias tomaron las Montañas de Dölodar, con legiones de poderoso demonios, y los aches huyeron aterrados.

Los únicos supervivientes alcanzaron Nudninae, y dijeron que eran los últimos. Ningún otro ache había sobrevivido fuera de la ciudad.

Desde entonces los aches vivieron en la Ciudad-Estado de Nundinae, que sufrió el azote de la guerra, pero logró mantenerse siempre defendida.

Los vesorianos conquistarían todo el Viejo Mundo, expulsando a los gonotes de lo que antaños fueran las tierras aches, y Aluadinia quedó al olvido. Todos vivieron en Nundinae, y los vesorianos, auqnue atacaron en multitud de ocasiones, no lograron hacerse con la ciudad. Los aches contaron con la ayuda de los elfos muchas veces, otras con la de los gonotes, y más tarde hasta con la de los pridonios, pues todos se habían unido para luchar contra las bestias.

Cuando terminó la guerra, la Ciudad-Estado de Nundinae fue la última resistencia ache, y éstos siempre vivieron en ella, llegando a ser uno de los mayores puertos comerciales de su época.



Elaces de apoyo:
Balhanos (en el Glosario de la Leyenda de Golöel)
Aluadinia (en el Glosario de la Leyenda de Golöel)


Plano de la expansión de los Aches hasta el comienzo de la Guerra de los Mil Años

17 mayo, 2011

Odín, la Bella

Hoy vengo a hablaros sobre un personaje que me gusta mucho, Odín, la Bella, Señora de la Torre de Ihren, de quien se habla en las Crónicas de la Guerra de los Mil Años.
Este monográfico está incompleto, pues sé que después de lo narrado a continuación le siguieron pasando cosas a Odín, pero aun las desconozco, así que ya iré ampliando su historia.

Este texto lo escribí el otro día para mi glosario. 
Os advierto que si vais a leer el relato La Torre, esto os desvelará el final. Por ello os aconsejo no leerlo antes.

Ya me decís qué os parece!!



Odín fue una muchacha que nació en el Bosque Oscuro de Alorn-Toth, a comienzos del Siglo V, antes de que comenzara el calendario del Viejo Mundo. Cuando los vesorianos remontaron las monatñas, muchos gonotes se marcharon de donde nacieron, aunque muchos otros se quedaron en su bosque oscuro, en el que resistirían mucho.
Odín, que durante su juventud fue una muchacha muy hermosa, creció feliz, hasta que sus padres se marcharon del bosque. Huyeron hacia el norte, atravesando las montañas, hasta alcanzar Korro Odonen, la ciudad enana que éstos construyeron más al norte. Aquellas familias encontraron entre sus ruinas, pues habían sido abandonadas un siglo atrás, un hogar, y allí decidieron ocultarse, pues se creían rotegidos.
Allí vivió Odín, y con lo hermosa que era, conoció a muchos hombres, hasta que se enamoró de uno. Era un apuesto joven, que la amó mucho, y cuando eran ancianos, y éste murió, ella enloqueció. Se sumió en una tristeza tal, que le sumió en una profunda depresión. Aquel hombre había sido toda su vida, y ahora ya nadie la mimaría... Entonces decidió que ella no deseaba una vida así, sin aquél afecto, así que buscó la forma de tenerlo.
En algún momento fue que dio con un mercader, que vendía una planta que aseguraba la belleza más pura. Al parecer, si una mujer se ponía las flores de la planta a modo de pendientes, en ella brotaría la más infinita belleza. Al parecer, un demonio la había tocado, y le había dado aquellas propiedades mágicas...
Odín se hizo con la planta, y al probarse los pendientes, rejuveneció de súbito, volviendo a tener su hermosura de siempre. Se maravilló tanto con lo ocurrido...
Así, Odín, volvió a ser llamada la Bella. Desde aquello, ella siempre llevaba los pendientes, y permanecía joven por el día, pero al atardecer, los pendientes se marchitaban, y su magia moría con ellas, y ella volvía a ser una anciana.
Odín vivió así muchos años, pues la magia de las flores de aquella planta le hacía librarse de la muerte. Vio morir a muchos, que conoció de jóvenes, y las generaciones se sucedieron.
Dependió de aquellas flores, hasta el punto de obsesionarse y volverse una completa demente. En su ansia por evitar perder aquella planta, averiguó la forma de tener una fuente inagotable de su magia... Debía invocar al demonio que la había hechizado.
Así, Odín comenzó su búsqueda. Fue a la Torre del Recuerdo, que se encontraba muy al sur, y allí conoció los secretos de la demonología. En aquella torre que acababa en el cielo, donde habita el Dios del Recuerdo, se almacenan una gran cantidad de libros, de conocimiento... Y ella robó uno. Con ese libro logró aprender los secretos que guardan la clave para conectar con el inframundo, donde habitan los demonios...
Y al final, Odín regreso a la Torre de Ihren, y para seguir manteniéndose bella, invocó a un demonio. Era una riatura horrenda, que supo dotar a su planta de la magia capaz de hacerla hermosa, y joven, e inmortal...
En su obsesión, Odín tramó un plan para conseguir tantas flores mágicas como quisiera, y que no se le acabaran jamás. Se acercó a Ario, el joven que sería Señor de la Torre algún día, y logró que se enamorara de él. Así, ambos se casaron, Odín se convirtió más tarde en la Señora de la Torre de Ihren.
Como regalo de bodas, ella consiguió que Ario le regalara el jardín más gran posible de aquella planta, que daba sus flores favoritas. Y entre la Torre y el Bosque de las Bestias, a lo largo de todo el extenso valle que los separaba de donde habitaban las bestias, plantaron un jardín con aquella planta, y Odín se sintió enormemente complacida...
Había conseguido ser la Señora de la Torre, y tener tantas flores para mantenerse en el poder todo el tiempo que ella deseara...
Durante aquel tiempo mantuvo preso al demonio que había invocado en un libr mágico, cerrado con un candado. Pero una noche, la última que los gonotes vivieran en la Torre de Ihren, pues huirían tras la amenaza de las bestias, fue descubierta por su propio hijo.
Öddio, el hijo de Ario y Odín, liberó al demonio, y descubrieron que en realidad era una bruja, consumida por su propio delirio, y por una vejez oculta tras un hechizo.
Odín huyó de la Torre de Ihren, y fue volando hasta el extenso jardín a las afueras de ella. Entonces, los terribles guerreros vesorianos aparecieron, y entre ellos el mismísimo Ladrón de Almas...
Así, Odín, que fue conocida una vez como la Bella, se vio obligada a formar parte de la invasión que los vesorianos iniciaron sobre el Viejo Mundo, y que los llevaría a las Guerras de los Mil Años...




Darka.

13 mayo, 2011

Península de Eslinor durante la Guerra de los Mil Años

Estos días estoy escribiendo el Palacio de las Cigüeñas, una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años. Los hechos narrados en el cuento acontecen durante el primer siglo antes del calendario de los hombres del Viejo Mundo. En esta época, cuando los pridonios ya han conqusitado a los elfos la Tierra de Laneo, y se ha creado la Marca de Utha, cuya defensa reside en Athal, Señor de Utha, transcurre la historia.

Pero el cuento me ha dado mucho qué pensar, y he trazado un plano histórico, con lo acontecido en la Península de Ëslinor durante la Guerra de los Mil Años, tras la cual los elfos se marcharían para siempre, y los hombres la llamarían la Península de Insidia...

Espero que os guste el mapa!


Península de Ëslinor
Durante la Guerra de los Mil Años


05 mayo, 2011

Conversación entre Athal, de Utha, y el Rey Boabdin Segundo

Os presento un fragmento del relato llamado El Palacio de las Cigüeñas, una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, que estoy escribiendo ahora. Espero pronto poder enseñárosla acabada!!
Este trocito es cuando Athal, Señor de la Marca de Utha, está hablando con Boabdin Segundo, Rey de Arkara, uno de los Cinco Reinos Bereberes.
El elfo ha llegado aquellas costas de Ülathar, donde habitan los bereberes, con la intención de abrir una nueva ruta comercial, y aprender de aquellos hombres que habitan el desierto...


Enlaces de apoyo:
Plano del Nuevo Continente de Ülathar
Plano del Mundo tras el Gran Caclismo (durante la Edad de los Hombres)
Atlas Histórico


(...)

- Es grandioso saber que tus antepasados lograron cruzar Los Desiertos de Arena, y alcanzar esta región de Ülathar... Debió ser una verdadera odisea... Me pregunto por qué lo harían, qué los movería a separarse del pueblo arabi, y alejarse tanto de sus tierras...

- ¿Ülathar, dices?- Le interrumpió el Rey.

- El Continente Nuevo de Ülathar, que pisamos ahora mismo. Así es como lo llamaron mis padres, cuando surgiera de las profundidades del Gran Océano, tras el Gran Cataclismo.

- ¿Cómo dices?- Preguntó el hombre al elfo, realmente sin comprender.- Esta tierra siempre ha estado aquí. Mucho antes de que mis antepasados la pisaran.

Athal sonrió, comprendiendo lo duro que debía ser para un hombre entender aquello.- Los hombres y los elfos somos muy diferentes.- Le dijo a Boabdin mirándole a los ojos.- Vosotros alcanzáis a vivir... ¿Cuánto? Los más viejos pueden morir a los sesenta años... Pero los elfos, a diferencia de los hombres, no morimos de viejos... Yo nací después del Gran Cataclismo, cuando el Mundo ya había cambiado.- Athal se entristeció.- Cuentan que el Mundo era muy diferente a como es ahora, cuando los hombres vivíais en grupos muy reducidos, y los elfos colonizaron todas las costas de todos los continentes. Pero por aquel entonces, estas tierras no existían. Aquí donde nos encontramos, no había más que océano...- El elfo calló un segundo, esperando a que el Rey digiriera aquello.- Pero ocurrió entonces el Gran Cataclismo, que lo cambió todo. Al sur del Viejo Mundo emergió todo un continente, de unas proporciones inmensas, y en su centro, se elevó hasta formar el monte más alto del mundo: un enorme volcán. Estamos pisándolo ahora.

- Pero... Tales sucesos... Jamás se supo de ellos. ¿Por qué?- Quiso saber Boabdin Segundo.

- Como te decía, los hombres no vivís mucho tiempo, vuestras generaciones se suceden a gran velocidad, y por ello concebís el tiempo de otra forma, más limitada... Cuando sucedió esto, los arabis, tu pueblo, habitaban las Selvas de Furia, que se extendían a lo largo de todo lo que hoy comprenden los Desiertos de Ceniza. Tu pueblo aun era joven, y por aquel entonces los relatos pasaban de padre a hijo, se exageraban, se hacían leyendas, o se olvidaban... Ha pasado muchísimo tiempo desde aquello, es probable que el relato de lo sucedido no os llegara.

- ¿Pero cómo es posible?- El Rey Boabdin estaba completamente atónito. No sabía si creer aquello, pero tampoco sabía por qué no creerlo. Era perfectamente posible.

- El por qué del Gran Cataclismo es largo de contar. Pero tras las erupciones volcánicas, las Selvas de Furia ardieron hasta reducirse a los Desiertos de Ceniza, en que siempre vivió tu pueblo.

- No puede ser...- Dijo simplemente el Rey.- ¿Y el volcán?

El elfo sonrió otra vez.- Se halla muy al sur de estas tierras, más allá del desierto. En el corazón de este continente, entre altas montañas, surge imponente el Gran Volcán, que alcanza una altura impresionante. Y en lo alto, en su cráter, vive Mëryl, el Dragón Dorado.- Athal le tomó por el hombro.- Yo tampoco lo he visto, pero créeme que existe...

 (...)



Extraído de El Palacio de las Cigüeñas
Crónicas de la Guerra de los Mil Años
Memorias Olvidadas
Darka Treake

21 agosto, 2011

La luz a mediodía

En la costa de una de las incontables islas del Mar de Pridonia, existe un castillo en ruinas del que dicen estar encantado. Antaño fue un fuerte defensivo, a la entrada de una bahía resguardada, pero olvidada ya tras aquella guerra odiosa, ahora yacía arruinado, dejando pasar el tiempo sobre el acantilado… Decíase encantado porque en el centro del viejo patio de armas, ahora cubierto de césped y matojos, había un pozo, que habían sellado con unas rejas. Ocurría que a medio día una luz brotaba del fondo del agua del pozo, y a todos tenía maravillado.

Al cargo del castillo en ruinas había un matrimonio, una pareja que, herederos de una vieja fortuna ya gastada por antepasados, se consolaban con cuidar las ruinas de lo que debería haber sido suyo. Él era un hombre bueno, que trabajaba por cuidar aquél lugar que amaba, pero ella era diferente. Diferente a todos los demás. Su mujer pensaba que todavía era una niña, y sin saber su edad real, ni importarle, seguía actuando como una niña. Él la amaba, e incapaz de hacerle entender que era una mujer adulta, había terminado por seguirle el juego, lo que significaba aceptarla tal y como era…

Ella vivía en aquel arruinado castillo jugando por los prados que habían crecido entre murallas y torres derruidas, corriendo de aquí para allá, cazando insectos o saltando a la comba, pero nunca se acercaba al pozo. Le daba mucho miedo aquel agujero negro, que de pronto emanaba una luz tan pura… Su marido, para tranquilizarla, le había dicho que ahí abajo había una sirena, que nadando se había colado por las cuevas submarinas del acantilado, y se había perdido entre las cavernas. Así vivía ahí debajo, y era ella quien proyectaba la luz, para pedir ayuda… Ella cuando lo supo se enfadó mucho, porque no entendía cómo él, sabiéndolo, no había ayudado a la sirena. Pero él la convenció de que a la sirena le gustaba aquel lugar, y que allí estaba bien…

Ella jamás se acercaba al pozo, pero realmente le encantaría ayudar a la sirena. Así que una buena mañana, en que el sol radiante se elevaba en el oriente, tras las montañas cubiertas de bosque, ella se decidió a hacer algo por la sirena. Pensó que a lo mejor, si hacía señas de luz era porque tenía hambre, y no porque quisiera salir, así que se lanzó a la caza de alguna presa para la sirena.

Pasó toda la mañana tratando de atrapar una libélula de color rojo y alas de gran envergadura, que al final terminó en un saco. Ella agotada, se sentó junto al pozo, y se asomó, pero sólo vio agua reflejándola sobre un fondo color celeste.- ¡Hola!- Gritó, pero nada cambió.- He venido a traerte algo de comer…- Dijo más bajo. Entonces abrió el saquito, y la libélula, medio muerta, flotó en el aire, cayendo al agua incapaz de retomar el vuelo. Y ella, que la vio caer desfallecida se sintió realmente culpable de su muerte, y pensó que no podía permitirlo. Encontraría otra cosa para alimentar a la sirena.

Echó a correr hacia las únicas estancias del castillo que habían sido conservadas, y donde ellos vivían, y allí buscó en el cajón de las llaves de su marido. No sabía cuál era la llave que abría la reja del pozo, pero sabía que si existía, tenía que estar en el cajón de las llaves. Así que cogió un buen puñado de ellas, y cargándolas en la falda de su vestido echó a correr de vuelta al pozo... Cuando llegó allí, se asomó con cuidado y vio a la libélula, aun debatiéndose entre ahogarse o sobrevivir. Así que comenzó a probar llaves para tratar de abrir aquel candado. Probó al menos una docena, cuando al fin dio con la que lo abría. La reja resonó contra el suelo al otro lado, y ella se agarró al pequeño bordillo. Allí abajo la libélula aun flotaba con vida, produciendo ondas sobre la superficie de aquel espejo, al que ya se había asomado el sol. Y no había ni rastro de la sirena.

Entonces algo ocurrió ahí abajo. Del fondo del pozo, debajo del agua, comenzó a brotar una luz brillante hacia arriba que la deslumbró por completo. Fue como un haz de luz que surgió proyectado hacia ella, y perdió el equilibrio, la noción del tiempo, y la orientación por completo.

Al instante se despertó, con el golpe al caer al agua. Al darse cuenta se puso muy nerviosa. ¡Se había caído al pozo! Empezó a nadar, ahora temiendo por su vida, pensando que aquello le pasaba por haber lanzado a la libélula para alimentar a la sirena... ¿Qué sería de la sirena?

Estuvo bastante tiempo ahí, gritando sin que nadie la oyera, pues su marido estaba al otro lado del castillo arreglando unos tejados. Pasó un rato, y ella se fue tranquilizando, tratando de idear un modo de salir de allí. Entonces metió la cabeza bajo el agua, ¡y cuál fue su sorpresa al darse cuenta que había fondo! Según le había dicho su marido, allí abajo había una intrincada red de túneles, por los que se había perdido la sirena… Pero era mentira. En lugar de eso, había un fondo a poca profundidad con unas rocas y algo que parecía un… Espejo. Sí, aquello era un espejo. Entonces lo comprendió todo.

Su marido la había estado engañando toda su vida. Allí abajo no había ninguna sirena perdida entre las cuevas. Aquella luz no era más que el sol de medio día, reflejándose en aquel maldito espejo, que los tenía a todos maravillados. Entonces se dio cuenta de que había estado siempre engañada, de que no vivía en un castillo encantado, y de que ella no era una niña… Cuando salió a flote su mundo había cambiado, pero su situación era exactamente la misma, pues seguía en el fondo de aquel pozo.


FIN



Hoy ha sido un buen día. Iskandar, Cris y yo hemos ido en busca de la Torre de las Ánimas, que se halla cerca de Banyalbufar, un pueblito en la Serra de Tramuntana (Mallorca). Hemos ido porque Cris había escrito un cuentito ambientado en aquella torre, y queríamos conocerla. Ha sido un paseo bonito, y la torre es preciosa.
Después hemos ido a la playa de Banyalbufar, y hemos estado ahí un rato, bañandonos en aguas cristalinas y achicharrándonos con el sol abrasador... Hemos entrado a una cuava, y descubierto un castillo en el acantilado. Sí, sí, como suena... Ha sido divertido.
En el agua, nadando, les he propuesto un reto, que cada uno dijera un elemento y con todos ellos hicieramos cada uno cuento. La idea les ha gustado, y hemos terminando añadiéndo un montón de elementos en la historia, jeje.

Eran estos:
- una sirena
- un niña (que después fue un mujer, y terminamos dejándolo a libre elección)
- una luz que emanaba del agua
- una cueva
- un castillo en ruinas
- una libélula
- un bordillo (mejor no preguntéis, pero Cris lo sugirió)

Y nada, mi cuentito ha sido este, el que os dejo ahí arriba. Espero que os haya gustado!!!

Es para vosotros dos.
Espero veros pronto!!!!

Darka.

25 julio, 2011

Crónicas terminadas y empezadas

Hola!!
vengo a contaros que ya he terminado el Palacio de las Cigüeñas, que está en estado de revisión. A ver si pronto puedo enseñaros más. Ésta es una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, en que se narra la conquista de los pridonios sobre la ciudad elfa de Utha, en -57, que hasta ese momento protegía la Marca de Utha, al sur de la Península de Ëslinor.
Casi cien años después, en el año 52, las bestias llegarían a la Ciudad-Estado de Aluadinia, para conquistarla, momento en el cual se narraría la Crónica que estoy comenzando, y en la que llevo pensando un par de meses. Se va a titular El Creador de Mundos.

En este cuento aparecen muchos personajes relevantres de esta historia, y de todo Mi Mundo, como es Ulara, la Llorona, uno de los Demonios Resentidos que mucho después lucharían en la Guerra de la Roca. Además, aparecería el Ladrón de Almas, quien acaudilla a todas las bestias que han invadido el Viejo Mundo en masa. Y además, aparecerá Odín, de la que se habla también en La Torre, la Crónica que se desarrolla en -397.

Creo que va a ser un buen relato... ¡Mes está gustando mucho!

Os dejo el comienzo de esta Crónica, para ver qué os parece, va?


EL CREADOR DE MUNDOS


La muchacha salió cerrando tras de sí con fuerza, y el portazo resonó en todo el callejón. Apresurada, cerró con llave, y como desfallecida, cayó contra la puerta de espaldas, para llegar hasta el suelo de rodillas. Estaba llorando, y tenía sonrojada su piel llena de pequitas. Su pelo lacio caía cubriéndole el rostro, y con las manos se lo acariciaba como tranquilizándose, como si acabara de terminar algo horrible, y tratara de relajarse. Entonces se dio cuenta de que estaba lloviendo, y regresó a la realidad. Estaba en un callejón que no había visto en su vida, de una gran ciudad. Aquello tenía que ser Aluadinia... Se limpió los mocos con la manga del vestido, y se levantó a duras penas. Entonces alguien abrió la puerta a su espalda, y ella se cayó al suelo.

- ¿Qué es esto? Niña, ¿intentabas forzar mi cerradura?- Era un viejo calvo y con la barba rasurada, que empezó a atizarle con el bastón, entre algún puntapié sin fuerza. Ella rodó para quitárselo de encima, y salió corriendo callejón abajo.

Las casas se apiñaban unas con otras, en un desorden que no comprendía, pero que tenía sentido. Giró el callejón, ya a salvo, y se refugió de la lluvia bajo un toldo. Allí quedó acurrucada otra vez, llorando, completamente desconsolada. Sus lágrimas se mezclaban con las de la lluvia, pero al llegar a sus labios se hacían presentes con ese sabor salado... Miró frente a sí, y vio que justo el muro que tenía delante, era el de un enorme castillo. Más allá, el callejón terminaba en las altas murallas de la ciudad, y al otro lado, la isla donde se levantaba Aluadinia.

Aquella ciudad era una de las más antiguas de todo el Viejo Mundo. Hasta hacía poco, había sido habitada por los aches, una de las razas de los hombres, pero unos setentaicinco años atrás los gonotes habían llegado a estas tierras, en un éxodo obligado, pues huían de las bestias. Ella conocía bien aquella historia. Cuando los gonotes llegaron hasta esta región del Viejo Mundo, ocuparon el bosque, y los aches les permitieron vivir en la ciudad, como refugiados. Una generación se había sucedido, y la ciudad ya estaba muy poblada, había crecido mucho en las últimas décadas. Ahora, tras los muros de la ciudad los hombres habían levantado muchas casas, graneros, establos o molinos, y poblaban aquella isla. Ésta se hallaba en el lugar donde del Ethir Aluadin, o Río Largo, nacía el Bringidamo. El río, con su poderosa fuerza, había moldeado aquella zona rocosa, hallando la forma de atravesarla. Y así se había formado la isla, que se elevaba en su centro, justo donde se erguía el castillo, rodeado de la muralla. Donde estaba ella en aquel momento.

Continuó llorando, sin poder parar, muy apenada, entonces se levantó y comenzó a caminar sin rumbo. Recorrió de vuelta el callejón, y giró varias esquinas sin saber a dónde iba. Ella no quería estar ahí, y al pensarlo, se detuvo, estallando en sollozos. Entonces un niño que corría cerca, se paró a su lado. Ambos estaban completamente empapados, pues la lluvia caía más fuerte.

- ¿Estás bien?- Le preguntó.

Pero ella, en cuanto se percató de su presencia, salió corriendo, cruzándose con él, calle arriba. Subió hasta lo más alto de la colina que coronaba la isla, y de pronto se vio en una gran plaza. A un lado le quedaba el castillo, que se elevaba hermoso, en un tono blanco que terminaba en torreones azules. Los edificios se apiñaban rodeando el castillo, y justo en el centro, había una estructura de piedra circular. Eran tremendos bloques de roca, de dos veces su tamaño, colocados de forma que los de la base, hacía de columnas para soportar a los superiores, que se unían en aquel círculo hermoso. Bajo la estructura, y a diferencia del resto de la ciudad, que estaba adoquinada, había un jardín muy bello, con rosales de todos los colores. Estaba sola en la plaza, salvo por unos guardias en la puerta del gran castillo. Aquella fortaleza sólo podía ser digna de los elfos, pensó ella, y eso la apenó aun más...

Caminó despacio bajo la lluvia hasta una esquina de la plaza, y se acurrucó bajo un tejado. Ya caía la tarde, y pronto llegaría la noche, donde ella se encontraba mucho más a gusto. Continuó llorando, y lloró y lloró desconsolada, sin saber qué iba a hacer ahora. Entonces la lluvia fue amainando, y la noche llegando. Así, la Llorona se quedó profundamente dormida en una esquina de la plaza de la Ciudad-Estado de Aluadinia...


Continuará...

15 julio, 2011

La Batalla de Utha

Una saeta blanca se clavó en la madera de la puerta, donde dos elfos estaban apostados. La flecha vino del sureste, y cruzó la ciudad de Utha tan rápido, que ni un solo pridonio pudo verlo. Uno de los elfos la arrancó de la madera, y ambos abrieron la puerta, entrando al puesto avanzado de guardia, sobre las murallas del Palacio de Oro. Dentro estaba Athal, equipado con su armadura completa, salvo el yelmo, ante una mesa, y a su alrededor, otros elfos que se reunían con el Señor de la Marca. Frente a ellos había un plano de la ciudad desplegado, sujeto por dos espadas sobre la mesa a cada lado, pues antes estuvo enrollado. Había alfileres con pendones clavados sobre la mesa, indicando puntos sobre el mapa. Había varios pendones azules: en el Fuerte del Rey Nemo, al soroeste; además de en el Fuerte de Mistral, el más al norte sobre el río; había otro en el Templo a Aënor, Dios del Gran Océano, en la Ciudadela Occidental; otro en la Torre de Hechicería; y en el Palacio de Oro, que había uno mayor, indicando su posición. Todo lo demás, eran alfileres amarillos, indicando las posiciones enemigas. La ciudad de Utha había estado durante asedio los últimos meses, y los hombres, que habían cruzado el Ethir Luada, habían logrado penetrar en la Ciudadela Occidental, que estaba peor defendida. Estuvo bajo su control durante las semanas anteriores, salvo el Templo, que lo mantuvieron bajo su poder los elfos, apoyados desde las murallas sobre el río. Pero varios días atrás, los pridonios habían logrado atravesar los muros, derribándolos con grandes catapultas. Los Muros de Utha eran conocidos por ser altísimos, de un mármol blanco, rodeando toda la ciudad. Pero ellos habían logrado derribarlos. Ahora la ciudad había sido ocupada por el ejército de Cartesse, y sólo unos pocos puntos quedaban defendidos por los elfos. Utha aun no había caído... Athal odiaba a aquellos hombres, sólo deseaban conquistar más territorio, sin importarles quién viviera allí, pero él no pensaba permitírselo.


Extraído del Palacio de las Cigüeñas
Crónicas de la Guerra de los Mil Años



Hola!
Vengo a hablaros del Palacio de las Cigüeñas, un relato que formará parte de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años. Durante el relato, se narra la última batalla por Utha, en que los elfos tratan de defenderse de Cartesse, la ciudad más poderosa de los hombres.
Para ilustrar el relato, he hecho un mapa de la ciudad, y quería mostrároslo aquí de ante mano, pues el relato aun no está acabado, pero me queda nada!!

Enlaces de apoyo:
Crónicas de la Guerra de los Mil Años


UTHA
Durante el asedio pridonio en -57


19 junio, 2011

Monográfico: Torres Mirdan

Torres Mirdan fue una de las ciudadelas que los elfos de la Alta Estirpe de Laentis-Anne, los Viajeros, construyeron a lo largo del Viejo Mundo cuando se expandieron por éste. Aquellas regiones las encontraron desahabitadas, y en una posición elevada, construyeron las dos torres. Era una formidable castillo, que se elevaba bien alto. Durante mucho tiempo Torres Mirdan fue una importante ciudad elfa, tan lejos como estaba de Artha'Ula, primero, y de Cordonia, después, donde reinaban los elfos de Laentis-Anne.

Poco después de que el Mundo cambiara, ya entrada la Edad de los Hombres, cuando estos comenzaron su gran expansión, los elfos que habitaban Torres Mirdan vieron estallar la Guerra de los Mil Años, en que las bestias cruzarían las Montañas del Anochecer, e invadirían el Viejo Mundo en masa...

Por aquel tiempo, Torres Mirdan era una posición estratégica, a camino entre Iftir y Gordlindon, en las Tierras Bajas que se extendían hacia el este, y Filania hacia el suroeste, sobre el Ethir Aluadin. Tras las primeras invasiones de los vesorianos en las montañas, los gonotes ocuparon las Tierras Bajas, así como las Tierras de Balhan, al norte. En aquellos remotos lugares, los elfos mantuvieron una posición de acogida, y amistad con los hombres que huían de las bestias. Los gonotes habitaron aquellas tierras durante siglos, hasta que los vesorianos les hicieron retroceder... Iftir y Gorlindon cayeron pronto, y Torres Mirdan se temió lo peor.

Cauando llegaron las bestias ante sus puertas, los elfos lucharon con valor, y mucho tiempo aguantaron, en muchos momentos ayudados por los gonotes. Pero al final Torres Mirdan cayó, en la imparable masa de bestias que les atacaron desde el este... Así, la ciudad fue reducida a cenizas, y a todos sus defensores se les dio muerte. Durante aquella dura batalla, que aconteció en 181, se dice que una de las torres de la fortaleza cedió, y se derrumbó en el patio de armas, donde había muchos elfos... Tras lo sucedido, nadie volvió a habitar el lugar en al menos dos cientos treina años...

Los vesorianos continuaron con su ola de destrucción, y al final tomaron también Filania, que corrió la misma suerte que Torres Mirdan. Tras aquellas conquistas, los vesorianos continuaron, hasta tomar el Bosque de las Brujas, expulsando a los gonotes que en él vivían. Hasta allí llegaría entonces Odín, la Bella, quien habitaría el bosque desde entonces. Para ella levantarían el Sitial de las Brujas, y en su bosque crecería la planta que tanto amaba... Ella sería quien, en un intento de complacer al Ladrón de Almas, plantó unas semillas mágicas entre las ruinas de Torres Mirdan.

Así, de entre los escombros, brotó una planta enredadera, que creció y creció hasta engullir lo que quedaba del castillo. De la planta brotaron millares de flores de un color rosa muy bello, y de entre sus pétalos, nacían demonios de todas clases... Aquel lugar fue maldito mucho tiempo, y los vesorianos lo utilizaron para traer demonios al Mundo, a este lado de las Montañas del Anochecer...

Los elfos y los hombres, tras la Paz de Cartesse, y habiendo hecho retroceder a las bestias hasta aquellas tierras, encontraron Torres Mirdan desolada, engullida por la enradadera de flores rosas. Al ver que de aquel lugar manaban los demonios que los vesorianos traían a batalla, decidieron que debían conquistarla, pues era de vital importancia para vencer aquella guerra. Pero ante la imposibilidad, pues el lugar estaba invadido por fieros demonios que la defendían bien, los elfos y los hombres decidieron una resolver la situación de forma drástica. Acamparon rodeando la atalaya, y dispararon miles de flechas en llamas. Así, quemaron Torres Mirdan para matar a la enredadera. El sitio durante semanas, y mantuvieron el fuego vivo durante ese tiempo, hasta que no quedó nada de la planta, al menos no sobre el suelo... La batalla fue sangrienta, pues aun debieron enfrentarse a los demonios que subrevivieron, y aquello jamás lo olvidarían... Al final Torres Mirdan fue reconquistada, en el año 412, tras haber ardido hasta sus cimientos.

Después de aquello, los elfos tomaron la posición, reconstruyendo la fortaleza. Elevaron la torre que hubo caído durante la batalla contra la bestias, hacía más de dos siglos atrás. Y Torres Mirdan volvió a llenarse de esplendor. Durante el resto de la Guerra de los Mil Años, elfos y hombres enviaron grandes ejércitos desde las torres a conquistar las Tierras Bajas, que ayudados por los enanos, cayeron pronto.

Al final ganaron la guerra, y expulsaron a las bestias del Viejo Mundo. Y durante todo aquel tiempo, algo creció de la tierra del castillo. La planta mágica no había muerto, pues sus raíces sobrevivieron al inciendo, y volvió a brotar del suelo, y comenzó a trepar los muros de la fortaleza. Los elfos, que la habitaban, trataron de contener el crecimiento de la planta, y por largo tiempo lo consiguieron, pero cuando la guerra iba dando a su fin, al ver que la Señora Mielina se marcharía cuando todo terminara, decidieron abandonar Torres Mirdan, y marcharse hacia la Península de Ëslinor, de donde partirían los elfos de Laentis-Anne para siempre.

Así, en el año 456, cuando se libró la Batalla de las Bestias, y la Guerra de los Mil Años diera fin, los habitantes de Torres Mirdan se marcharon de allí, y dejaron el lugar abandonado. Entonces la planta enredadera pudo crecer silvestre, y volvió a engullir el castillo, y desde entonces sería conocido por todos como un sitio maldito, al que muy pocos se atrvieron a acercarse, pues según dijeron al volver, estaba infestado de demonios de todas formas...





De las Torres Mirdan se habla en las Crónicas de la Guerra de los Mil Años.
Para situar la fortaleza en el mapa, consulta la entrada anterior.

11 junio, 2011

La Guerra de los Mil Años

Hoy vengo a hablaros del cuento en que estoy trabajando. Se titula Crónicas de la Guerra de los Mil Años, y para su ambientación, he trazado los movimientos de tropas, con las tierras que se fueron cnquistando, a lo largo de la guerra... Espero que os guste y sirva para seguir el cuento!
Además, pos dejó aquí un reumen de lo que aconteció durante la guerra, y la Línea del Tiempo actualizada.

Enlaces de apoyo:


En el S. VI antes del comienzo del calendario de los hombres, los enanos, bajo el mandato de Thüril, el Rey Único, regresaron a las entrañas de la montaña, sellando sus túneles, para huir del Mundo Exterior. Según ellos, fue para protegerse de la amenaza que se cernía sobre sus Reinos... Se acercaba un mal tan poderoso, que acabaría con toda civilización, y que arrasaría la faz del Viejo Mundo... De esta fecha se data el comienzo de la Guerra de los Mil Años.

La Edad de los Hombres comenzaba, y recién éstos tenían tecnología suficiente para comenzar su expansión. Los helenos y los pridonios eran buenos navegantes, y se disputaban el Mare Nostrum Interioris, hasta entonces de dominio heleno. Pero los pridonios, que se encontraban en el auge de su crecimiento, desembarcaron en el viejo continente, donde se encontraron con los elfos...

La Alta Estirpe de Laentis-Anne llegó al Viejo Mundo muchos milenios antes de este momento, y habían explorado todo el Viejo Mundo, levantando atalayas por toda su geografía, y con ellos convivían los celtas, venidos de las Islas Flotantes. Por aquel tiempo, los aches, una cultura de hombres que había nacido en el corazón del Viejo Mundo, se había expandido por bastas regiones, y convivían también con los elfos en paz.

Pero los pridonios sólo conocían un método: la guerra. Conquistaron Esselnesse, y con ella cayó la Tierra de Tronia. Al norte, invadieron la Península de Ëslinor, y se asentaron en la Tierra de Laneo. Las batallas entre elfos y hombres duraron mucho, lucharon duramente, pero a los elfos les fue imposible frenar a los hombres, que los superaban en número. Hasta que en -46, los pridonios lograron conquistar el sur de la ciudad elfa de Prolia, quedando dividida por el río. Allí fundaron Gran Prolia, y comenzó un status quo que duró los siguientes tres lustros.

Durante todo aquel tiempo, y desde poco después de que los enanos se ocultaran bajo la montaña, los vesorianos, una tribu de hombres que provenían de los Páramos de las Estrellas, el extenso desierto que se halla más allá de las Montañas del Anochecer, donde siempre es de noche, habían invadido el Viejo Mundo.

Los vesorianos se habían aliado con los orcos de las montañas, y echo huir a los gonotes, los hombres que las habitaban. Bajaron de las montañas y atacaron tanto a hombres como a elfos, y grandiosas ciudades cayeron a su paso, como Lanthas, o Gorlindon, la Última, la ciudad elfa más al este, en las Tierras Bajas.

150 años después de que Prolia estuviera dividida por el río, y que hombres y elfos lucharan sin ganar terreno, las bestias surgieron por el este. El primer encuentro fue en 119, cuando un ejército pridonio fue masacrado, al este de la Península de Ëslinor. Derrotas como aquella llevaron a que en 117 los elfos y los pridonios firmaran la paz, durante el Tratado de Prolia. Entonces, juntos, hombres y elfos, levantaron el Muro de Ëslinor para defenderse de las bestias, que separaba la península del Viejo Mundo, y que siempre fue inexpugnable.

En esta época, un hito cambiaría el curso de la guerra: en el año 116, Thüril, el Rey Único, murió en el subsuelo, y Thor-Lunn, que fue nombrado soberano de todos los enanos, decidió regresar a la Superficie a luchar contra las bestias... Así, las primeras ciudades enanas volvieron a resurgir, como Karak-Lunn, o Karak-Ethin.

En occidente, el pueblo gonote, que en grandes olas migratorias había cruzado el Viejo Mundo durante los últimos siglos, huyendo de las bestias, había llegado a los dominios pridonios sobre la Tierra de Tronia, y los primeros enfrentamientos comenzaron. Además, alcanzaron también el sur, cruzando las Montañas Desoladas, invadiendo la Meseta de Issonia, donde habitaban los helenos. Los pridonios, al ver que el Muro de Ëslinor había resistido contra las bestias, en el año 204 levantaron otro que separara la Tierra de Tronia, al que más tarde llamarían la Muralla de los Reyes. Así, lograron mantener a ralla a los gonotes, por un tiempo... Pues cuando las bestias atacaron a los gonotes por el este, éstos no tuvieron más remedio que enfrentarse a los pridonios, viendo que contra los vesorianos les sería imposible vencer. Así, en el año 300, los gonotes cruzaron la Muralla de los Reyes, invadiendo la Tierra de Tronia. Los pridonios se retiraron a la Gran Isla de Pridonia, y su capital, Cartesse, la ciudad más poderosa del Viejo Mundo occidental de por aquel entonces, se temió lo peor...

Sus territorios se veían seriamente amenazados, y ya no controlaban la defensa de aquellas tierras ante las bestias. Pero su preocupación fue mayor cuando los gonotes, en un alarde de bravura, desembarcaron en la Gran Isla, e incluso lograron sitiar Cartesse en el año 319. Mucho tiempo pasaron los pridonios y los gonotes guerreando, pero todos eran conscientes de que la inestabilidad del Viejo Mundo era una olla a presión, y decidieron que aquello no podía continuar. Los elfos reunieron a los señores pridonios y gonotes, junto a heraldos helenos y enanos, y les instaron a aliarse, a unir fuerzas contra las bestias, que tenían subyugado el Viejo Mundo. Les dijeron que los enanos habían regresado de las entrañas de la tierra, y que en las Montañas del Anochecer combatían a los vesorianos y a los orcos, ganando terreno. Los elfos de Barafundär, que hasta ahora habían permanecido ocultos en Loth-Darien, habían salido de su bosque encantado y combatían junto a los enanos en las montañas. Era el momento de unirse, y los pridonios y los gonotes firmaron la Paz de Cartesse.

Así, la alianza de elfos, hombres y enanos marchó contra las bestias, y juntos, lograron ganarles terreno. Duras batallas se sucedieron entonces, pero los vesorianos sufrieron pesadas derrotas, y debieron marcharse de allí. Los elfos reconquistaron grandes ciudades como Aluadinia, Oslinath o Lanthas, a la que renombraron como At-Lanthas, y al final, se libró la Batalla de las Bestias, en las Torres de Isnara, las dos grandes fortalezas que guardaban la entrada al Paso de las Bestias, construidas por los vesorianos mucho tiempo atrás, donde fueron definitivamente derrotados. En 456 la alianza de hombres, elfos y enanos lograron expulsar a los vesorianos, que se retiraron a los Páramos de las Estrellas, dando fin a la Guerra de los Mil Años.


Plano del Viejo Mundo durante la Guerra de los Mil Años



Línea del Tiempo: La Guerra de los Mil Años

06 junio, 2011

Monográfico: Koragk, Matabestias

Koragk nació en las Montañas del Anochecer, en el año -120, en una pequeña aldea enana. La villa estaba oculta en los límites del Bosque Oscuro de Alorn-Toth, donde los gonotes les habían permitido vivir. En el momento en que los enanos se ocultaron en las entrañas de la montaña, para no regresar, casí cinco siglos antes del nacimiento de Koragk, su familia se encontraba lejos de una ciudad enana, por la que huir de la superficie, como había ordenado Thüril, el Rey Único. Así, a su llegada a Karak-Lon, de donde procedían, y al encontrarla deshabitada se asentaron en sus ruinas. Allí convivieron mucho tiempo hasta que en -135, los orcos de la Tribu de la Garra Negra, que campaban a sus anchas en las Montañas del Anochecer, los atacaron. Karak-Lon cayó entonces, y los orcos fundaron allí la Garra Negra, donde vivió desde entonces su Señor de la Guerra. La familia de Koragk debió huir entonces al Bosque Oscuro de Alorn-Toth, y allí se asentaron, bajo la protección de los gonotes.

Koragk nació en un momento de mucho dolor. Ya en sus primeros años aprendió a odiar a los orcos, y cuando aun era joven, vio morir a su padre, en un intento fallido por recuperar la vieja ciudad enana... En aquel momento, Koragk juró que derrotaría a los orcos de la Garra Negra.

Cuando creció, no espero para animar a los hombres, y ayudado por los gonotes, asedió la ciudad, sin conseguir tomarla. Derrotado, y dándose por vencido, decide marcharse lejos, y morir luchando, matando bestias. Entonces tenía más de un centenar de años, y no tardó en ganarse el sobrenombre de Matabestias...

Koragk luchó en la Guerra de los Mil Años, pues reunió a muchos, que habiendo escuchado su nombre se le unieron, y juntos lucharon contra los orcos y los vesorianos allá donde los encontraban.

Una noche del año 117, cuando Koragk se encontraba al este de la Península de Ëslinor, donde las bestias ya acosaban a los elfos y a los hombres, vio en el cielo un destello tan poderoso que sólo podía provenir de un lugar. Aquella luz provenía de un punto en el horizonte de la estepa, hacia oriente, y allí debía estar la Corona Radiante de la leyenda.

Por curiosidad, o quizás pensando que si la corona estaba allí, habría bestias buscándola, Koragk organizó un grupo, y fue a ver de qué se trataba. Al ir acercándose, vio que a lo largo de la estepa, los hombres y los elfos estaban construyendo una gran muralla, que separaría la Peninsula de Ëslinor del continente... Realmente temían a aquellas bestias.

Cuando Koragk alcanzó el muro, vio que al norte estaban levantando una fortaleza, era el Paso Norte del Muro de Ëslinor. Allí los hombres, bajo el estandarte del Imperio de Pridionia, levantaban una ciudad que serviría de guarnición y defensa. En aquel momento estaba en construcción, y un puñado de hombres trabajaba allí, cuando ante la sorpresa de todos, dos grandes ejércitos atacaron la ciudadela.

Por el oeste apareció una legión de elfos oscuros, pertenecientes a la Alta Estirpe de Yandalath, bajo las órdenes de Adril de Dorthonion, un despiadado Señor de la Guerra que ansiaba hacerse con la Corona Radiante. Por el oriente, apareció una hueste de pielesverdes, comandados por Ghundard, Señor de la Calavera Llameante. Aquella tribu luchaba junto a los vesorianos, y al ver el destello, habían acudido también a por la corona...

La Batalla por el Paso Norte del Muro de Ëslinor fue dura. Los hombres que la defendían murieron todos, salvo uno, que se lo llevaron los elfos para torturarlo. Éstos huyeron del lugar, pues Ghundard, que era un poderoso hechicero, los derrotó invocando a cruentos demonios que los devoraron. Pero quien se hizo con la Corona Radiante fue Koragk, Matabestias, que al portarla, deslumbró a todos en la ciudadela. Muchos orcos y elfos huyeron, y él se marchó de allí con el poderoso objeto.

Poco después, al saber que Thor-Lunn, era ahora el Rey Único, y que había ordenado regresar a la superficie para combatir a las bestias, acudió hasta él, y le regaló la Corona Radiante, diciéndole que él no era merecedor de ese honor, sino él. Thor-Lunn, agradecido, le encomendó el cometido de marchar hasta Cordonia, hasta Cartesse, y hasta Anora, donde aun habitaban elfos y hombres. Koragk debía pedirles que se unieran a su causa, y que todos juntos lucharan contra los vesorianos.

Koragk, Matabestias, comenzó así su odisea... Fue hasta Cordonia, en el extremo de la Península de Ëslinor, y allí recibió audiencia de la Señora Mielina, quien gobernaba el Reino de Eslián, como emabajador de Thor-Lunn, el Rey Único. Después fue hasta Cartesse, en el corazón de la Gran Isla de Pridonia, y de su Imperio. Pero los hombres no les escucharo al principio. Se reunió también con los aches, en la Ciudad-Estado de Nundinae, y con los helenos de la Isla Rocosa, hasta con los gonotes que acampaban al otro lado del muro que los pridonios habían levantado para mantenerlos fuera de la Tierra de Tronia, y que no tardaron en atravesar...

Tras los gonotes asediar Cartesse, y la balanza en el Viejo Mundo inclinarse definitivamente hacia el lado de las bestias, se firmo la Paz de Cartesse. Pridonios y gonotes dejarían de luchar entre ellos, y se unirían a los elfos contra los vesorianos. En aquel momento, cuando se formó la alianza, se encontraba Koragk, Matabestias, en representación de Thor-Lunn, el Rey Único, Soberano de todos los enanos.

Tras aquello, la Guerra de los Mil Años se convirtió en una encarnizada matanza. La alianza de elfos y hombres combatió a los vesorianos en las estepas del Viejo Mundo, ganándoles terreno. Reconquistaron antiguas ciudades, que ya eran poderosas piezas del imperio vesoriano, como Aluadinia, Oslinath, o Lanthas, a la que renombraron como At-Lanthas. Y en las Montañas del Anochecer, los enanos combatieron a las bestias, ayudado por los elfos de Barafundär, tras la Batalla de Karak-Athor.

Durante aquel tiempo Koragk combatió primero junto a los hombres y elfos en el Viejo Mundo, y después se sumó a los ejércitos enanos, que luchaban en las monatañas. Thor-Lun, para recompensar a Koragk, le entregó un ejército, para que partiera hasta la Garra Negra, y se enfrentara a los orcos. Así, Koragk combatió a los orcos hasta romar la vieja ciudad enana, enviando tropas desde los túneles del subsuelo, y asediando sus muros desde la superficie montañosa. Cuando conquistó la Garra Negra, y la renmbró como Karak-Lon, El Rey Único le dijo a Koragk, que la gobernara. Pero éste, que sólo deseaba morir combatiendo a las bestias, decidió darsela al Rey Thorak, su legítimo heredero, hijo del difunto Rey Thüril.

Entonces, Koragk, Matabestias, partió a enfrentarse a los vesorianos, que por aquel entonces se replegaban en las Torres de Isnara, habiendo perdido sus bastos territorios en el Viejo Mundo. En aquel lugar, en el año 456, se libró la llamada Batalla de las Bestias, en que murió Koragk. El valiente enano luchó valeroso contra Fannygorn, el Supremo, pero éste le dio muerte despiadadamente.

Así, los días de Koragk, Matabestias, terminaron, pero su leyenda creció y fue recordada por siempre...




Koragk, Matabestias, es un personaje de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, en que estoy trabajando ahora. Espero pronto contaros más sobre él y sobre esta historia!!





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25 mayo, 2011

Los Aches

Los aches fueron los hombres que nacieron en la región donde el Río Bringuidamo nace del Ethir Aluadin, que cruza el Viejo Mundo de este a oeste. Allí, donde los ríos moldearían la figura de un alto peñón entre lagos, su cultura prosperó. Los primeros asentamientos datan del comienzo de la Edad de los Elfos, aunque éstos aun tardarían en llegar hasta Aluadinia. Los aches se expandieron pronto por los territorios a ambas orillas del Ethir Aluadin, dominando la tierra que comprende desde las Altas Ered-Ilais, hasta las Montañas de Dölodar, salvo el Bosque de las Tres Lunas, desde donde los pielesverdes siempre los hostigaron.

Cuando los elfos de Laentis-Anne llegaron al Viejo Mundo, ocuparon la Península de Ëslinor, y fundaron el Reino de Eslián. Éstos explorarían todo el Viejo Mundo, levantando grandes ciudades, y por los siguientes ochenta mil años dominarían practicamente el continente.

Pero cuando comenzaban a explorar el Viejo Mundo, los elfos se encontraron con los aches. Ambos pueblos entablaron paz, y los elfos construyeron la ciudad de Lanthas, al noreste de las tierras de los aches, sobre el Río Bragano, donde comenzaban las Tierras de Balhan.

Aquellos fueron tiempos felices, los aches aprendieron muchas cosas de los elfos, y pronto adquirieron gran sabiduría, y su cultura fue floreciente. Sus territorios, bajo el abrigo de los elfos, se epxandieron hacia el norte de las Montañas de Dolodar y las Tierras de Balhan.

Pasado el Gran Cataclismo, que los aches sufrieron sin grandes consecuencias, y que pronto olvidaron, este pueblo creció mucho, y prosperaron sus primeras ciudades. Aluadinia fue siempre para ellos la capital de su cultura, pero grandes fueron también las ciudades de Reinora, Oslinath o Nundinae, que fue su primer puerto. Los aches comerciaron con los elfos de Laentis-Anne, y con los celtas, quienes convivían con ellos. Y por aquel entonces, además, tuvo buenas relaciones con los helenos, que vivían más allá de las Altas Ered-Ilais, al sur.

Más tarde, un gran número de aches que vivían en la Tierra de Balhan, muy lejos de Aluadinia, y con los lazos familiares olvidados, habían formado una propia y rica cultura. Se hacían llamar bahanos. Vivían en clanes, a lo largo de la meseta que divide el Río Bragano, y vivieron independientes de los aches.

Los balhanos fueron los primeros aches en sentir las consecuencias de la Guerra de los Mil Años, que acabaría con su cultura.

De las montañas descendieron los gonotes, una gran número de refugiados de una guerra que estaba arrasando su pueblo, muy al este, en un bosque entre montañas. De allí habían huído, y muchos habían ido a parar a la Tierra de Balhan. Los balhanos los aceptaron y dieron cobijo, y allí convivieron durante los siguientes cinco siglos...

Para cuando los vesorianos invadieron el Viejo Mundo en masa, nadie los estaba esperando. La guerra fue una auténtica masacre. Los gonotes huyeron, como hicieran sus antepasados, hacia el sur, internándose en las tierras de los aches, alcanzando incluso Aluadinia.

Y los balhanos, que combatieron junto a los elfos por la Tierra de Balhan, terminaron desapareciendo como cultura, pues fueron arrasados por completo...

Los aches que ocupaban la región central del Viejo Mundo, acogieron a los gonotes, y se alarmaron ante la amenaza de las bestias.Sus miedos no tardarían en hacerse realidad... En torno al Siglo II, antes del calendario del Viejo Mundo, muchos gonotes vivían a lo largo y ancho de los territorios de los aches. Sus culturas inevitablemente se mezclaron, pero los aches y los gonotes siempre guardaron su identidad como pueblo. Cuando las bestias conquistaran la ciudad elfa de Lanthas, y comenzaran su expansión por el Viejo Mundo, los gonotes y los aches se vieron obligados a ir a la guerra. Aquello fue otra masacre, en que los aches se vieron diezmados, y reducidos a sus territorios alrededor de las Montañas de Dölodar, y la gran mayoría se vio hacinada en la ciudad de Nundinae, oculatos en la cordillera, o exiliados hacia la Península de Ëslinor, debiendo abandonar Aluadinia para siempre...

Por aquel entonces los pridonios, los hombres que provenían de la Gran Isla, se encontraban en expansión. Sus huestes habían dominado la Tierra de Tronia, conquistando la ciudad de Esselnesse a los elfos, y amenazaban con tomar Nundinae. Además, combatían a los elfos también en el norte, en la Península de Ëslinor donde muchos aches huyeron, ocupando todo el este de la península.

Allí se vieron obligados a combatir con los pridonios, pero éstos pronto los dominaron, expulsándolos al sur, hacia las montañas y a Nundinae, su última resistencia.

Los pridonios y los elfos continuaron batallando, mientras los vesorianos atacaron por el este. Las bestias tomaron las Montañas de Dölodar, con legiones de poderoso demonios, y los aches huyeron aterrados.

Los únicos supervivientes alcanzaron Nudninae, y dijeron que eran los últimos. Ningún otro ache había sobrevivido fuera de la ciudad.

Desde entonces los aches vivieron en la Ciudad-Estado de Nundinae, que sufrió el azote de la guerra, pero logró mantenerse siempre defendida.

Los vesorianos conquistarían todo el Viejo Mundo, expulsando a los gonotes de lo que antaños fueran las tierras aches, y Aluadinia quedó al olvido. Todos vivieron en Nundinae, y los vesorianos, auqnue atacaron en multitud de ocasiones, no lograron hacerse con la ciudad. Los aches contaron con la ayuda de los elfos muchas veces, otras con la de los gonotes, y más tarde hasta con la de los pridonios, pues todos se habían unido para luchar contra las bestias.

Cuando terminó la guerra, la Ciudad-Estado de Nundinae fue la última resistencia ache, y éstos siempre vivieron en ella, llegando a ser uno de los mayores puertos comerciales de su época.



Elaces de apoyo:
Balhanos (en el Glosario de la Leyenda de Golöel)
Aluadinia (en el Glosario de la Leyenda de Golöel)


Plano de la expansión de los Aches hasta el comienzo de la Guerra de los Mil Años

17 mayo, 2011

Odín, la Bella

Hoy vengo a hablaros sobre un personaje que me gusta mucho, Odín, la Bella, Señora de la Torre de Ihren, de quien se habla en las Crónicas de la Guerra de los Mil Años.
Este monográfico está incompleto, pues sé que después de lo narrado a continuación le siguieron pasando cosas a Odín, pero aun las desconozco, así que ya iré ampliando su historia.

Este texto lo escribí el otro día para mi glosario. 
Os advierto que si vais a leer el relato La Torre, esto os desvelará el final. Por ello os aconsejo no leerlo antes.

Ya me decís qué os parece!!



Odín fue una muchacha que nació en el Bosque Oscuro de Alorn-Toth, a comienzos del Siglo V, antes de que comenzara el calendario del Viejo Mundo. Cuando los vesorianos remontaron las monatñas, muchos gonotes se marcharon de donde nacieron, aunque muchos otros se quedaron en su bosque oscuro, en el que resistirían mucho.
Odín, que durante su juventud fue una muchacha muy hermosa, creció feliz, hasta que sus padres se marcharon del bosque. Huyeron hacia el norte, atravesando las montañas, hasta alcanzar Korro Odonen, la ciudad enana que éstos construyeron más al norte. Aquellas familias encontraron entre sus ruinas, pues habían sido abandonadas un siglo atrás, un hogar, y allí decidieron ocultarse, pues se creían rotegidos.
Allí vivió Odín, y con lo hermosa que era, conoció a muchos hombres, hasta que se enamoró de uno. Era un apuesto joven, que la amó mucho, y cuando eran ancianos, y éste murió, ella enloqueció. Se sumió en una tristeza tal, que le sumió en una profunda depresión. Aquel hombre había sido toda su vida, y ahora ya nadie la mimaría... Entonces decidió que ella no deseaba una vida así, sin aquél afecto, así que buscó la forma de tenerlo.
En algún momento fue que dio con un mercader, que vendía una planta que aseguraba la belleza más pura. Al parecer, si una mujer se ponía las flores de la planta a modo de pendientes, en ella brotaría la más infinita belleza. Al parecer, un demonio la había tocado, y le había dado aquellas propiedades mágicas...
Odín se hizo con la planta, y al probarse los pendientes, rejuveneció de súbito, volviendo a tener su hermosura de siempre. Se maravilló tanto con lo ocurrido...
Así, Odín, volvió a ser llamada la Bella. Desde aquello, ella siempre llevaba los pendientes, y permanecía joven por el día, pero al atardecer, los pendientes se marchitaban, y su magia moría con ellas, y ella volvía a ser una anciana.
Odín vivió así muchos años, pues la magia de las flores de aquella planta le hacía librarse de la muerte. Vio morir a muchos, que conoció de jóvenes, y las generaciones se sucedieron.
Dependió de aquellas flores, hasta el punto de obsesionarse y volverse una completa demente. En su ansia por evitar perder aquella planta, averiguó la forma de tener una fuente inagotable de su magia... Debía invocar al demonio que la había hechizado.
Así, Odín comenzó su búsqueda. Fue a la Torre del Recuerdo, que se encontraba muy al sur, y allí conoció los secretos de la demonología. En aquella torre que acababa en el cielo, donde habita el Dios del Recuerdo, se almacenan una gran cantidad de libros, de conocimiento... Y ella robó uno. Con ese libro logró aprender los secretos que guardan la clave para conectar con el inframundo, donde habitan los demonios...
Y al final, Odín regreso a la Torre de Ihren, y para seguir manteniéndose bella, invocó a un demonio. Era una riatura horrenda, que supo dotar a su planta de la magia capaz de hacerla hermosa, y joven, e inmortal...
En su obsesión, Odín tramó un plan para conseguir tantas flores mágicas como quisiera, y que no se le acabaran jamás. Se acercó a Ario, el joven que sería Señor de la Torre algún día, y logró que se enamorara de él. Así, ambos se casaron, Odín se convirtió más tarde en la Señora de la Torre de Ihren.
Como regalo de bodas, ella consiguió que Ario le regalara el jardín más gran posible de aquella planta, que daba sus flores favoritas. Y entre la Torre y el Bosque de las Bestias, a lo largo de todo el extenso valle que los separaba de donde habitaban las bestias, plantaron un jardín con aquella planta, y Odín se sintió enormemente complacida...
Había conseguido ser la Señora de la Torre, y tener tantas flores para mantenerse en el poder todo el tiempo que ella deseara...
Durante aquel tiempo mantuvo preso al demonio que había invocado en un libr mágico, cerrado con un candado. Pero una noche, la última que los gonotes vivieran en la Torre de Ihren, pues huirían tras la amenaza de las bestias, fue descubierta por su propio hijo.
Öddio, el hijo de Ario y Odín, liberó al demonio, y descubrieron que en realidad era una bruja, consumida por su propio delirio, y por una vejez oculta tras un hechizo.
Odín huyó de la Torre de Ihren, y fue volando hasta el extenso jardín a las afueras de ella. Entonces, los terribles guerreros vesorianos aparecieron, y entre ellos el mismísimo Ladrón de Almas...
Así, Odín, que fue conocida una vez como la Bella, se vio obligada a formar parte de la invasión que los vesorianos iniciaron sobre el Viejo Mundo, y que los llevaría a las Guerras de los Mil Años...




Darka.

13 mayo, 2011

Península de Eslinor durante la Guerra de los Mil Años

Estos días estoy escribiendo el Palacio de las Cigüeñas, una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años. Los hechos narrados en el cuento acontecen durante el primer siglo antes del calendario de los hombres del Viejo Mundo. En esta época, cuando los pridonios ya han conqusitado a los elfos la Tierra de Laneo, y se ha creado la Marca de Utha, cuya defensa reside en Athal, Señor de Utha, transcurre la historia.

Pero el cuento me ha dado mucho qué pensar, y he trazado un plano histórico, con lo acontecido en la Península de Ëslinor durante la Guerra de los Mil Años, tras la cual los elfos se marcharían para siempre, y los hombres la llamarían la Península de Insidia...

Espero que os guste el mapa!


Península de Ëslinor
Durante la Guerra de los Mil Años


05 mayo, 2011

Conversación entre Athal, de Utha, y el Rey Boabdin Segundo

Os presento un fragmento del relato llamado El Palacio de las Cigüeñas, una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, que estoy escribiendo ahora. Espero pronto poder enseñárosla acabada!!
Este trocito es cuando Athal, Señor de la Marca de Utha, está hablando con Boabdin Segundo, Rey de Arkara, uno de los Cinco Reinos Bereberes.
El elfo ha llegado aquellas costas de Ülathar, donde habitan los bereberes, con la intención de abrir una nueva ruta comercial, y aprender de aquellos hombres que habitan el desierto...


Enlaces de apoyo:
Plano del Nuevo Continente de Ülathar
Plano del Mundo tras el Gran Caclismo (durante la Edad de los Hombres)
Atlas Histórico


(...)

- Es grandioso saber que tus antepasados lograron cruzar Los Desiertos de Arena, y alcanzar esta región de Ülathar... Debió ser una verdadera odisea... Me pregunto por qué lo harían, qué los movería a separarse del pueblo arabi, y alejarse tanto de sus tierras...

- ¿Ülathar, dices?- Le interrumpió el Rey.

- El Continente Nuevo de Ülathar, que pisamos ahora mismo. Así es como lo llamaron mis padres, cuando surgiera de las profundidades del Gran Océano, tras el Gran Cataclismo.

- ¿Cómo dices?- Preguntó el hombre al elfo, realmente sin comprender.- Esta tierra siempre ha estado aquí. Mucho antes de que mis antepasados la pisaran.

Athal sonrió, comprendiendo lo duro que debía ser para un hombre entender aquello.- Los hombres y los elfos somos muy diferentes.- Le dijo a Boabdin mirándole a los ojos.- Vosotros alcanzáis a vivir... ¿Cuánto? Los más viejos pueden morir a los sesenta años... Pero los elfos, a diferencia de los hombres, no morimos de viejos... Yo nací después del Gran Cataclismo, cuando el Mundo ya había cambiado.- Athal se entristeció.- Cuentan que el Mundo era muy diferente a como es ahora, cuando los hombres vivíais en grupos muy reducidos, y los elfos colonizaron todas las costas de todos los continentes. Pero por aquel entonces, estas tierras no existían. Aquí donde nos encontramos, no había más que océano...- El elfo calló un segundo, esperando a que el Rey digiriera aquello.- Pero ocurrió entonces el Gran Cataclismo, que lo cambió todo. Al sur del Viejo Mundo emergió todo un continente, de unas proporciones inmensas, y en su centro, se elevó hasta formar el monte más alto del mundo: un enorme volcán. Estamos pisándolo ahora.

- Pero... Tales sucesos... Jamás se supo de ellos. ¿Por qué?- Quiso saber Boabdin Segundo.

- Como te decía, los hombres no vivís mucho tiempo, vuestras generaciones se suceden a gran velocidad, y por ello concebís el tiempo de otra forma, más limitada... Cuando sucedió esto, los arabis, tu pueblo, habitaban las Selvas de Furia, que se extendían a lo largo de todo lo que hoy comprenden los Desiertos de Ceniza. Tu pueblo aun era joven, y por aquel entonces los relatos pasaban de padre a hijo, se exageraban, se hacían leyendas, o se olvidaban... Ha pasado muchísimo tiempo desde aquello, es probable que el relato de lo sucedido no os llegara.

- ¿Pero cómo es posible?- El Rey Boabdin estaba completamente atónito. No sabía si creer aquello, pero tampoco sabía por qué no creerlo. Era perfectamente posible.

- El por qué del Gran Cataclismo es largo de contar. Pero tras las erupciones volcánicas, las Selvas de Furia ardieron hasta reducirse a los Desiertos de Ceniza, en que siempre vivió tu pueblo.

- No puede ser...- Dijo simplemente el Rey.- ¿Y el volcán?

El elfo sonrió otra vez.- Se halla muy al sur de estas tierras, más allá del desierto. En el corazón de este continente, entre altas montañas, surge imponente el Gran Volcán, que alcanza una altura impresionante. Y en lo alto, en su cráter, vive Mëryl, el Dragón Dorado.- Athal le tomó por el hombro.- Yo tampoco lo he visto, pero créeme que existe...

 (...)



Extraído de El Palacio de las Cigüeñas
Crónicas de la Guerra de los Mil Años
Memorias Olvidadas
Darka Treake